Lo que nunca me esperé

Capítulo 13

Leonardo Álvarez

Pude ver sus ojos llenos de lágrimas pasar a mi lado, estaba seguro de que su alma estaba convertida en mil pedazos, entendía el por qué y también sabía quien lo había ocasionado, Luciano, mi padre. Aunque no podía atribuirle toda la culpa, yo era el hombre a quien ella buscaba, se trataba de Ana.

_ ¿Qué estás haciendo aquí? – pregunté enojado, sin duda, la última vez que nos vimos todo lo relacionado a lo “nuestro” había quedado claro.

_ Tú padre me dijo que me necesitabas urgentemente, apenas llegué del aeropuerto me vine directo hasta aquí. – respondió.

_ Pues te ha jugado una mala pasada, eso no era verdad. – respondí. – Cómo verás estoy bien acompañado, esa mujer con la que trapeaste el piso, es mi mujer. – mencioné.

_ No bromees, Leonardo. Tú y yo sabemos que no puedes permanecer solo con una chica, lo entendí y por eso volví, no me importa que estés con otras mientras yo sea la primera en tu vida. – mencionó ella. Sonreí de mala gana.

_ Qué equivocada estás, Ana. No quiero nada que ver contigo, y sí, puedo estar con una sola mujer, siempre que ella sea Camila. – respondí. – No quiero volver a verte. – agregué cerrando la puerta en su rostro.

Subí inmediatamente a la habitación que compartía con Camila, pensé que se iría, pero estaba acostada en la cama, no sé cuanto tiempo pasé discutiendo con Ana, me acerqué a verla y estaba dormida, las lágrimas aún estaban frescas en sus mejillas, mi corazón pareció ser estrujado, nunca pensé en lastimarla y ahora, ahora había llorado por mi culpa.

Con mi dedo quité las lágrimas que aún recorrían un camino por sus mejillas, traté de no despertarla y me recosté a su lado, me acomodé, quería abrazarla y darle el calor que alguna vez me había dicho que le brindaba, esperaba todavía poder hacerlo.

Besé su nuca y inhalé el aroma de su cabello, era delicioso, quería más, deseaba que despertara y besara mis labios, pero ¿Con qué cara? No estaba en posición de pedir nada, vi su rostro cuando subió, cuando me habló y se hizo pasar por una de las empleadas y yo, cómo un estúpido, no fui capaz de encarar a Ana en frente de ella.

Me quedé dormido, no podía hacer otra cosa, tenerla entre mis brazos causaba paz en mi interior, esa que siempre necesité. Poco después comenzó a removerse entre mis brazos, no quise abrir los ojos, tenía miedo, tal vez quería irse de mi lado, tal vez no estaba dispuesta a perdonar el error que había cometido, seguramente seguía dolida, las lágrimas en sus ojos cuando llegué lo demostraban. Soy débil, no quiero dar la cara, no si significa que la perderé.

_ Um, con permiso. – mencionó ella tratando de sacar mi brazo de su cintura, pero en respuesta solo la abracé más fuerte. – Leonardo. – susurró ella. – Sé que estás despierto, déjame salir. – mencionó nuevamente.

_ No quiero que te vayas. – susurré. Abrí mis ojos, los suyos estaban cristalinos, amaneció recordando la mierda que le hice y yo, como un cobarde, seguía sin poder aclarar las cosas.

_ Es lo mejor, Leonardo, ves, ayer te estaban buscando y solo me vieron como una sirvienta, eso es lo que parezco a tu lado. – sonrió, traté de sujetarla entre mis brazos, pero ella se levantó bruscamente.

_ ¿Podemos hablarlo, Camila? No quiero perderte por culpa de esa mujer, mi padre la envió, sabía que provocaría esto entre nosotros. – respondí levantándome de la cama.

_ Era obvio que sí la conocías y que ella estaba interesada en ti, Leonardo. – mencionó ella limpiando una lágrima que caía por su mejilla, su voz flaqueaba provocando que en mi garganta se formara un nudo que no podía tragar.

_ Sí, la conozco, no te voy a mentir, pero también conocías mi pasado y te juro, que ella pertenece a él. – mencioné. – No trato de justificarme, Camila, solo estoy siendo sincero, me acosté con ella mucho antes de conocerte, ella esperaba más de mí y yo no estaba dispuesto a dárselo, se fue, y ahora vuelve diciendo que no le importa, ¿No crees que es raro? Estoy completamente seguro de que mi padre tiene que ver. – mencioné nuevamente.

_ No sé si creerte, Leonardo, yo-yo… no me siento bien. – comentó dejándose caer en la cama y abrazándose a una almohada para poder llorar en paz. Me siento miserable, lo menos que deseaba era hacerle daño y ahora, ahora ni siquiera podía calmarla o decirle que todo estaría bien, porque no me creería.

Me recosté a su lado y la abracé, quería estar con ella, aunque ella no conmigo, pero no me iría, aunque me lo pidiera mil veces, no me iría.

_ No dejaré que te vayas, Camila. Te amo. – dije besando su nuca. La abracé fuertemente contra mi cuerpo, pero sin lastimarla.

_ Yo también te amo, Leonardo, pero no quiero volver a sentirme así, no quiero volver a sentirme inferior de nuevo, tal vez sea una buena idea que me vaya. – mencionó ella volteándose a mí, sus ojos estaban rojos y llenos de lágrimas, sentí las mismas ganas de llorar, pero no quería parecer alguien débil.

_ No sucederá, te lo prometo. Te protegeré de todo, Camila, incluso de mi mismo. – mencioné sonriendo y besando su frente, en ese momento mis ojos se llenaron de lágrimas. – Te protegeré de todo el mundo, a ti. – toqué su abdomen. – Y si es qué, tenemos un pequeño bebé ahí dentro. – agregué.

_ Leonardo… - susurró.




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