Camila Sáez
Leonardo ha estado muy pegado a mí desde que descubrió que estaba embarazada, cosa que agradecía, es más, amaba volver a tener a Leonardo tan cerquita mío, que cada noche me abrazaba y me dejaba dormir en su pecho o entre sus brazos, lo único que había cambiado, es que no hemos podido tener relaciones sexuales, ya que a él parece que le da miedo lastimar al bebé.
Mañana por fin será la ecografía de nuestro bebé.
Estaba preparando la cena, Leonardo no demoraría en llegar, le había preparado su comida favorita, lasaña, casualmente se la preparo como tres veces a la semana, siempre que me la pide, yo no me quejo, dice que me queda deliciosa, aunque a veces me queda cruda o quemada… río con ello, es tan gracioso, supongo que a veces hasta me faltan condimentos, pero cada día trato de mejorar en la cocina.
“¿Cómo estás amor? ¿Cómo te sientes?”. – preguntó él apenas contestó la llamada. – “¿Sucede algo? ¡Camila, contesta por favor! – agregó, no podía evitar sonreír por la preocupación que le daba mi bienestar.
“Amor todo está bien conmigo y con el bebé”. – mencioné sonriendo al teléfono. – “Sólo quería preguntarte si es que podrías pasar al supermercado y comprar queso para la lasaña… Ummm y de paso compra una crema de maní, pero la rica, no la salada, además de una crema de cacao, por favor. ¡Bye te amo!” – susurré sonriendo nuevamente.
“También te amo”. – escuché antes de colgar la llamada, esta semana ya llevaba como tres tarros de crema de cacao, sabía lo que Leonardo me diría, pero de igual forma deseaba con todo mi ser esa maldita crema.
Puse la carne a fuego lento, no quería que se cociera demás, Leonardo tardaría un poco en llegar, creo. No estaba segura de la hora en que llegaría, siempre me decía temprano, o un poco más tarde y es lo que pasaba.
Luego de una hora, más o menos, escuché la puerta abrir, fui enseguida a recibir al amor de mi vida, pero no se trataba de él, si no de Martha y Luciano, no sé que hacía ese hombre en mi casa, creí que le había quedado claro cuando Leonardo dijo que nos íbamos para no volver a verlo.
_ Hola, buenos días. – mencioné sonriendo, obvio había saludado por cordialidad. - ¿Cómo están? – agregué.
_ Bien querida. – dijo Martha acercándose a mí y besando mi mejilla. Me quedé mirando a Luciano a ver si decía algo, pero no. – Este hombre quiso acompañarme para ver donde vivían y donde crecería nuestro nieto. – mencionó la mujer que tenía enfrente de mí.
_ Iré a ver cómo va el almuerzo. – mencioné sonriendo y saliendo a la cocina, no sin antes escuchar un comentario mal intencionado de Luciano.
_ Vaya, ¿En verdad cocina? – no puedo creer que aún después de saber que esperaba un bebé de su hijo siguiera siendo igual de malintencionado.
Entré en la cocina y para que no me escucharán le envié un mensaje a Leonardo, de verdad no quería estar a solas con su padre, ni siquiera sabía si iba a poder contenerme si trataba de atacarme verbalmente, digo, nadie aguantaría algo así.
“Leo, llegó tu madre y tu padre a casa, ¿Dónde estás?”. – pregunté, había visto el mensaje, un punto a mi favor.
“Saliendo del super, en diez minutos estaré allá, solo no digas nada, y mantente lejos de mi padre”. – mencionó, eso es exactamente lo que haría, no quería estar cerca de ese hombre que solo me menospreciaba.
Luego de algunos minutos apareció el padre de Leonardo en la cocina, no estaba segura de que es lo que buscaba, pero seguro nada bueno.
_ Hola. – escuché, sonreí solo por cordialidad. – Ya me enteré de que mi hijo cometió el error de dejarte embarazada, suponiendo que ese hijo es en realidad de Leonardo, porque de las mujeres cómo tú no me espero mucho. – mencionó. - ¿No responderás? Seguro porque tengo razón. – agregó nuevamente.
_ Padre, ese hijo es mío. – mencionó Leonardo apareciendo por la puerta de la cocina. – Y si tienes dudas de mi mujer es mejor que te largues de mi casa. – agregó.
_ Eres muy confiado, Leonardo. – mencionó el hombre. - ¿Llamas casa a este sitio? – mencionó despectivamente. – Recuerda el lugar donde vivías y que perdiste por culpa de esta arrastrada. – mencionó. Leonardo hizo sus manos puño, dispuesto a golpear a su padre.
_ Leo. – dije ganándome a su lado. – No vayas a hacer algo de lo que te puedas arrepentir. – mencioné nuevamente.
_ No haré nada, pero que el señor se quede tranquilo y no habrá su boca para decir estupideces. – mencionó. Su padre, que lo miraba con una sonrisa burlesca, se acomodó la chaqueta y luego salió de la cocina.
Me quedé abrazándolo unos instantes y luego le miré.
_ Será mejor que terminemos la comida. – susurré dejando un tierno beso en sus labios.
_ No sé como no lo golpee, no debí dejar que te tratara de esa forma, Camila. Debí creer que mi madre lo traería un día para arreglar las cosas entre nosotros. – mencionó.
_ Leonardo, ambos sabemos que tu padre, aunque tengamos diez niños, no me aceptará, ya le caí mal. – mencioné sonriendo tristemente, no quería dividir a su familia, pero no sabía que pasaría esto, espero tal vez, ganármelo algún día, pero así, lo veo un poco imposible.
_ Camila, me da lo mismo lo que él piense, salimos de esa casa para que no nos molestara más y nos dejara hacer nuestra vida en paz. No puede venir a nuestra casa e insultarte cómo si tuviera el derecho de hacerlo. – mencionó.
Editado: 05.06.2022