Leonardo Álvarez
“El peor error de su vida”
Dos meses antes
_ Camila, debes comer, no puede ser lo mismo contigo siempre. – mencioné algo enojado y distante, sabía por qué estaba así, pero yo también estaba sufriendo, también quise morir cuando supe que mi hijo había muerto. En cierto punto tiene razón cuando dice que es su culpa.
_ Comeré después, vete. Se hará tarde para tu trabajo. – mencionó ella, comportándose como cada mañana. Hace días conversé con Esteban, y me hizo ver que mi relación con ella se había roto el día en el que perdimos al bebé, que tal vez no la amaba cómo pensaba y que seguir con ella era solo un error, lo que me hacía considerar el terminar con ella y dejar que se fuera.
_ Solo prueba un poco y me iré. – comenté. – Esta noche tal vez llegue un poco tarde, estaré con un amigo, hace tiempo que no me veo con ellos. – dije, evidentemente mentí, si me veía con mis amigos, pero no le comentaba de ello.
_ Está bien, Leonardo. – dijo seriamente y luego se llevó un bocado de panqueque a la boca. – Me lo comeré, no te preocupes. – agregó cuando me vio observándola. Muchas veces hacía cómo que comía, pero luego encontraba la comida tirada en la basura, así que me quedaría para ver que, en verdad, desayunaba.
_ Me quedaré hasta que termines, me importa que comas. – mencioné entregándole una sonrisa y ganándome a su lado y tratando de tocarla, pero simplemente se hacía a un lado.
_ No quiero tu lastima, Leonardo. – mencionó cuando volvió a llevarse otro bocado a su boca. – Te esperaré esta noche. – agregó.
_ No es necesario, tal vez llegue muy tarde. – respondí. Tomé mi chaqueta y salí de nuestra habitación, si tan solo entendiera que también lo he pasado mal este tiempo, que actuar así solo nos está separando, todo sería distinto.
_ De igual manera. – mencionó ella, supongo que tenía algo que decirme, obviamente no estaba embarazada de nuevo, porque ni siquiera me dejaba tocarla, tal vez se iría, pero no pensaba detenerla, si ella quería acabar con lo nuestro probablemente la dejaría irse. – Cuídate. – mencionó entregándome una sonrisa. Hace mucho no la había visto sonreír, supongo que solo lo hizo por cortesía.
Horas después.
“¿Cómo te está yendo?” – era un mensaje de Camila, hace algunas semanas que no me escribía mientras estaba fuera de casa, de igual forma respondí.
“Bien, gracias, ¿Tú cómo estás?” – pregunté, de verdad esperaba que estuviera bien, pese a todo, mi corazón aún latía por ella.
“Bien, ¿Sabes a que hora llegas?” – mencionó nuevamente.
“No, cuando esté con mi amigo te diré a qué hora llego a casa”. – respondí. Me resultaba un poco extraño este interés que tenía en mí tan de repente.
“Bien, que te siga yendo bien”. – fue el mensaje que envió, no respondí, solo lo vi. No sé que me estaba pasando, ni porque respondía de esa manera o me hacía el tonto, por decirlo de alguna forma.
Ya había salido del trabajo, hoy no había clases en la universidad, así que terminé todos mis pendientes de la empresa y me dirigí a la casa de Esteban.
_ Hola. – comenté sonriendo, supongo que hace tiempo no tenía estas juntas con Esteban, ya era hora de que pasara esto.
Comenzamos a beber a eso de las once de la noche, luego llegó la hermana de Agustín, con él claramente. Este se acercó a mí.
_ ¿Qué haces, Leonardo? ¿Y Camila? – Agustín era el único que sabía mi verdad con respecto a Camila y al bebé que habíamos perdido.
_ Ella está en casa. – mencioné despectivamente.
_ ¿Sabes siquiera lo que está haciendo en casa? Ella te estaba esperando, Leonardo. – mencionó poniendo su mano en mi hombro.
_ Lo sé, ella me lo dijo, pero ya le había dicho que tenía cosas que hacer y que venía a casa de Esteban. – respondí. Él me miró y luego se fue.
_ Tal vez estes cometiendo un error, Leonardo. Tu mujer te necesita, además, estoy seguro de que te sorprenderías si te devuelves ahora. – mencionó. No tomé mucho en cuenta su comentario, creo que ya estaba ebrio, y tal cómo antes, me creía el dueño del mundo.
Me levanté para tomar otro trago, esta vez apareció la mujer por la que alguna vez deseé, pero que ya no provocaba nada en mí.
_ ¿Qué tal, Leonardo? – dijo de una manera completamente coqueta. – Veo que no estás tan bien cómo decías. – agregó.
_ Ese no es problema tuyo, y qué esté aquí no demuestra absolutamente nada. – agregué sonriendo y bebiendo el contenido del vaso de una vez. – Adiós.
_ Leonardo, podemos pasarlo igual de bien que antes. – mencionó. – Puedo darte todo el placer que seguro esa niña no te da. – agregó. – No lo niegues, por eso estás aquí, en busca de placer. – terminó de decir.
Me separé de ella y busqué otro trago, quería beber hasta perder la conciencia, revisé el teléfono para ver la hora, el cual marcaba que era cerca de las tres de la mañana, vi el teléfono y luego los mensajes que me había enviado Camila.
“Leonardo, ¿A qué hora llegas?
Quiero conversar contigo acerca de algo.
Editado: 05.06.2022