Camila Sáez
Hace semanas, junto a Leonardo hemos tenido distintas opiniones, hoy, en cambio, saldremos completamente de las dudas, no he usado ningún método anticonceptivo, y, aunque las relaciones sexuales que mantenemos no son tan constantes como antes, debido a las clases y demás, pero igualmente no he sufrido algún atraso o susto, nada.
Iríamos al ginecólogo, obviamente tenía miedo, temía que me dijeran que no podía volver a quedar embarazada, hace algunos días me hice los estudios, hoy estaban los exámenes, me sentía tensa, preocupada y asustada. Sé la ilusión que le provoca a Leonardo ser padre, y no quisiera acabar con aquella chispa que ilumina sus ojos.
_ Todo saldrá bien, Camila. No te preocupes. – comentó sonriendo y besando mi frente. – Pronto podremos ser padres y aunque tuviéramos que esperar años por serlo, lo esperaremos. – agregó.
_ Lo sé, Leonardo, pero no dejo de tener miedo, después de todo, puede que no vuelva a quedar embarazada. – mencioné sonriendo de mala gana.
_ Eso no nos impediría adoptar. – mencionó besando mi frente. Sé que lo dice para hacerme sentir mejor, también sé que un hijo adoptado no es exactamente igual que uno que crezca en el vientre, pero también se puede amar y sacar adelante.
Tomó mi mano y entramos a la clínica, los minutos en los que esperamos la llamada del ginecólogo me parecieron eternos. Me atrevo a decir que, incluso fueron más eternos que la vez que vine a hacerme la ecografía… y es qué, tal vez, de esta respuesta, dependería el bienestar de nuestra relación.
Una vez dentro del consultorio, el ginecólogo sacó los exámenes de la carpeta y se los quedó viendo, luego alzó la mirada por encima del papel, todo mi cuerpo parecía desvanecerse, sin embargo, no quería demostrarlo.
_ Puede decirnos de una vez que es lo que pasa, doctor. – mencioné un poco alterada, tenía una ansiedad horrible.
_ Estos exámenes están perfectos, señora, no tiene ninguna necesidad de usar u optar a algún tratamiento para quedar embarazada, lo mismo con su pareja, ambos están a su cien porciento de capacidad para convertirse en padres. – mencionó. – Tal vez se encuentra demasiado tensa o ansiosa y eso, a veces, les juega una mala pasada.
_ Tal vez tenga razón, trataremos de mantener los nervios al mínimo, ahora que sabemos que todo está bien con nosotros todo irá mejor, gracias doctor. – mencionó Leonardo mientras tomaba mi mano y la besaba. Me encantaban aquellos gestos tan inesperados que hacía, me hacía sentir especial, aunque, a veces, sentía cómo si me ocultara algo, quería creer que no, pero uno siente aquellas cosas, según yo.
No quise decir nada, absolutamente nada, estaba feliz, por lo que me habían dicho, pero sentía una sensación extraña.
Los días pasaron y con eso los exámenes de la universidad, había logrado eximirme de algunos, pero, lamentablemente, no de todos. Lo mismo con Leonardo, pero él, a diferencia de mí, él salía este año, mientras que, a mí, me quedaban cinco.
_ ¿Qué haces Leonardo? – mencioné cuando sentí sus manos acariciando mis piernas y subiendo lentamente, provocando que en mi zona intima comenzara un calor que solo crecía y que era imposible de controlar.
_ Solo acaricio tu hermoso cuerpo, Camila. – mencionó sonriendo y besando mi frente. – Podemos empezar ahora a buscar a ese bebé que tanto deseamos, hermosa. – agregó guiñándome el ojo, no podía con aquella expresión, sabía que aquel calor solo aumentaría, pero no quería hacerlo aquí, no ahora.
_ Aquí no, Leonardo. No quiero repetir la misma historia. – mencioné tratando de que sonara lo más sutil que pudiera escucharse, pero no tenía idea de si se molestaría o no.
_ No te preocupes, Camila. Entiendo lo que sientes, no haremos nada que no quieras, deseo que te sientas cómoda. – mencionó. Me encantaba cómo Leonardo entendía esto que estaba viviendo, y es que, antes de nuestra perdida, se comportaba exactamente igual.
_ Gracias. – susurré acariciando su mejilla. Él tomó mi mano y la besó, provocando escalofríos en mi piel, y es que, mi cuerpo estaba tan acostumbrado a él, que reaccionaba con aquellos simples gestos, luego sentí cómo mis mejillas enrojecían. – ¿Por qué lo haces? – pregunté. Él sonrió y salimos del estacionamiento de la clínica.
El camino se hizo un poco largo y engorroso, pues teníamos que pasar a comprar al super y, Leonardo había mencionado algo acerca de una fiesta en su trabajo y quería que yo asistiera con él, el asunto es que yo no tenía ningún vestido que ponerme y la ceremonia era de gala, es decir, estaba maniatada y tenía que pasar a comprar algo.
_ Te verás hermosa con cualquier vestido, amor. – mencionó Leonardo cuando me vio salir, al menos, cinco veces. Miraba con una paciencia todos los vestidos que traía la vendedora y aún más atento cuando salía con ellos, aunque aún no lograba ver en sus ojos el “impacto”, que quería lograr en sus ojos.
Me probé uno color gris que no me convencía para nada por la cantidad de brillo que tenía, pero Leonardo me convenció de probármelo solo para descartar después de habérmelo puesto. Apenas me miré en el espejo salí enseguida, quería ver si este era el correcto, creía que sí, ninguno había provocado esta sensación en mí.
_ Te ves hermosa, sin duda eres la mujer más hermosa del mundo. – mencionó levantándose de su asiento, sonriendo y acercándose a mí, depositó un beso en mi frente y luego besó mis labios. – Soy un hombre afortunado por tenerte en mi vida. – mencionó sonriendo.
Editado: 05.06.2022