Lo que nunca me esperé

Capítulo 27

Seis meses después.

Leonardo Álvarez

La barriga de Camila ya se veía abultada, ya llevamos cinco meses embarazados, y nada más que de mellizos, aún no sabemos su sexo, pero ya en una semana podremos saber si tendremos niñas o un par de niños.

¿Sí lo consideramos un regalo? Obviamente que sí, después de haber perdido a nuestro primer bebé, y después de todo lo que vivimos, de cada error que cometí, de las veces que he intentado enamorarla nuevamente, y qué, además, sigo haciéndolo, ahora mucho más que antes quiero estar detrás de cada paso que dé.

La relación con mi padre a estado mejorando, paulatinamente, pero no le pediré más, con dejar los insultos y comportarse enfrente de Camila me basta. Con la madre de Camila no tengo mucho más que decir, sigue reacia a cualquier intento de acercamiento con nosotros, pero su padre, cómo en un inicio, está atento a todo lo que compartimos.

Es más, hoy viene de visita, aunque llega por la tarde, luego de una comida en casa de mis padres, quien sabe qué están tramando, pero no me importa, al contrario, me encanta que mis padres y el padre de Camila se lleven bien.

_ Hola amor. – dijo ella sonriendo y volteándose para verme, su espalda desnuda era la única vista que he tenido desde que desperté, amo apreciar su cuerpo.

_ Buenos días, princesa. – susurré sonriendo y besando su mejilla, enserio amaba a esta mujer, agradezco cada día de mi vida que me haya perdonado mis cagadas y que ahora esté aquí, conmigo, dejándome disfrutar de este embarazo que ambos anhelábamos con el alma.

_ Nuevamente has despertado primero que yo, Leonardo. – mencionó sonriendo. – Y te he dicho que no me digas princesa, terminaré acostumbrándome a ello y dejarás de hacerlo, provocarás un vacío en mi corazón. – agregó.

_ No me cansaré de decírtelo, Camila. – respondí, ¿Cómo cansarme de algo que me causaba placer hacer?

_ Mi padre llegará pronto, Leonardo. Tenemos que levantarnos a ordenar y… primero necesito ir al baño. – mencionó ella llevando su mano a la boca y corriendo al baño, la seguí, temía que fuera a caerse, supongo que nunca dejaré de preocuparme por ella.

_ Él llegará más tarde, Camila. Primero pasará por casa de mis padres. – mencioné sonriendo y ayudándole a levantarse del suelo, las nauseas habían ido bajando de intensidad, pero aún había días en los que pasaba metida con la cabeza en el inodoro, cosa que me preocupaba, la he visto con malestar por días en su garganta.

_ Me veo completamente horrible, Leonardo, deberías salir huyendo. – mencionó ella entregándome una sonrisa completamente falsa.

_ Nunca lo haría, Camila. Además, siempre luces hermosa a mis ojos, eso ni siquiera lo dudes. – respondí sonriendo y besando su frente. – Es más, te lo demostraré. – agregué recostándome a su lado y bajando lentamente a sus piernas para besarlas.

_ Amor… - gimió ella cuando sintió mi mano rozar su vagina por arriba de su braga, la humedad pronto comenzó a notarse y a crecer en el centro de su intimidad.

_ Tú solo déjate llevar. – mencioné provocando que su calor siguiera aumentando. – Quiero llevarte al cielo y que caigas en mis brazos, déjame envolverte en el placer que puedo ofrecerte. – agregué subiendo y besando sus labios, necesitaba de ellos, era cómo un adicto del café, cada cierto tiempo los probaba y saboreaba cómo si fuese la primera vez.

_ Ah. – gimió ella una y otra vez, aún más cuando introduje uno de mis dedos en su interior, se humedeció al instante, no resistiría los deseos de adentrarme en ella y fundir nuestros cuerpos hasta hacerlos uno solo.

_ Quiero recorrer todo tu cuerpo hasta que se me grabe el punto exacto de cada lunar de tu piel, Camila. Te amo, te deseo y siempre sentiré esto. – mencioné besando sus labios despiadadamente, cómo si quisiera arrancárselos.

_ Quiero más. – susurró, sonreí, me encantaba cuando pedía más, quería decir que todo lo que hacía le gustaba, además, podía sentirlo a través de su humedad.

_ Todo lo que quiera, mi princesa. – susurré provocando que sus mejillas se enrojecieran. Cómo podíamos estar en este momento tan intimo e intenso y podía actuar de aquella manera tan tierna, cómo una niña pequeña. – Vente conmigo, Camila. – susurré mordiendo el lóbulo de su oreja.

Ella gimió fuerte llegando a su orgasmo y un par de estocadas más tarde pude alcanzar el mío, ella estaba cansada, lo sentía y veía en la manera en que su pecho subía y bajaba cada que respiraba.  

_ ¿Estás bien? – pregunté preocupado, en el último chequeo médico ella presentó la presión arterial un poco más alta de lo normal, y a estas alturas del embarazo no era bueno.

_ Sí amor, solo que ya la pancita, con los bebotes, pesa un poco. – mencionó ella sonriendo y llevando mi mano a su vientre, el sentimiento que producía aquel cosquilleo en mi cuerpo solo podía compararse con el amor que sentía por ella, era la mujer de mi vida y no tenía dudas algunas.

_ Los amo. Daría mi vida por ustedes, Camila. – mencioné sonriendo y besando tiernamente sus labios, quería pasar toda mi vida a su lado y al lado de nuestros pequeños.

_ Y yo a ti, Leonardo. Y estoy segura que estos pequeños también te aman, ¿Cómo no hacerlo si cada noche y cada mañana le hablas? A veces pienso, cuando nazcan capaz y te amen más que a mí. – sonrió al decir aquellas palabras.




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