Lo que nunca me esperé

Capítulo 44

_ Disculpe. – dije antes de contestar la llamada.

_ No dejes a tu mujer sola, ellos van por ella, no te despegues y será mejor que salgas de la ciudad, ¡Ahora! – mencionó alarmándome.

Corté la llamada y procedí a llamar a Camila, mi corazón latía aún más fuerte que antes, no contestaba, mi padre y mi madre se acercaron, seguido de mis hijos, de pronto mi teléfono comenzó a sonar nuevamente.

_ Hola, Camila, venté enseguida para la iglesia, dime, ¿Dónde estás? – pregunté y pregunté, pero no me contestaba, de pronto una risa proveniente de una voz familiar se escuchó.

_ Nunca habías estado tan preocupado por alguien, Leonardo. – mencionó la mujer, del otro lado de la línea, sentía que mi alma se salía de mi cuerpo.

_ No te atrevas a hacer nada contra Camila, si no… - fui interrumpido.

_ ¿Si no qué? No tienes el poder para amenazarme, Leonardo, desde donde lo veo, he ganado y tendrás que explicarle a todos la razón de la desaparición de tu mujercita. – agregó nuevamente.

_ No te atrevas, Ana. ¡Ana! – grité cuando colgó la llamada, no sabía que estaba pasando, ¿Cómo les diría a mis hijos que lo más probable es que esta noche su madre no dormiría junto a nosotros? ¿Cómo les digo a todos que mi boda no será posible?

Dos meses después.

Alerté a la policía, al FBI, a todo el mundo, no entiendo porque no hay rastro de Camila, los niños me preguntan en incontables ocasiones por su madre, y yo no soy capaz de decirles nada, solo me escondo para romper en llanto, quiero a mi mujer de vuelta, la necesito con nuestros hijos, la necesito a mi lado, ella es mi felicidad y ya no está.

Mi teléfono sonó, estaba desesperado, muerto de la angustia, mis noches las pasaba en vela, lo tomé y vi el nombre que esperaba.

_ Salvatore. – mencioné. – Dime, por favor, que tienes noticias de Camila. – mencioné en un tono esperanzador.

_ Sí, tengo información y también un plan para poder sacarla, solo quiero que sigas al pie de la letra todo lo que te digo, quiero deshacerme de este parasito que se ha metido en mi familia, pero nadie puede enterarse de que es mi plan, ¿Comprendes?

_ Dime, ¿Qué tienes en mente? – pregunté. – Pero antes, ¿Cómo está Camila? – mencioné preocupado. – Dime de una vez.

_ Ella está bien, es mi prometida, lo que hace que los demás hombres no quieran sobrepasarse con ella. – mencionó, no podía creer las palabras que estaba diciendo. – Es una mujer bastante hermosa, ya veo por qué quisiste cambiar de vida, con una mujer cómo ella, cualquiera mi amigo.

_ Mucho cuidado con lo que dices, Salvatore. – mencioné, conocía bastante bien a los de su clase, no me estaría ayudando si no quisiera algo a cambio. – Ni se te ocurra tocar a Camila. – mencioné nuevamente.

Salvatore

Camila es una mujer bastante atrayente y hermosa para la vista de cualquier hombre, es más, era mucho más hermosa que cualquier mujer que haya visto, pero ella es un ángel, merece estar con un hombre como Leonardo, un buen tipo.

_ Hola. – dije haciéndome presente en su habitación, que, por el momento, era la mía, claro que, no dormíamos juntos, me tocaba dormir en el suelo y aparentar que compartíamos habitación. – Tengo a algunas personas que quieren hablarte. – dije entregándole el teléfono.

_ Hola, ¿Leo? ¿Amor, eres tú? – preguntó ella con su calidez, no sé por qué me sentía de esta manera, pero era imposible no hacerlo, es cómo si ella tuviera el poder de cambiar a las personas. – Estoy bien amor, Salvatore se ha encargado de mantenerme a salvo. No, no ha intentado hacer nada en contra de mí. – agregó.

_ Entrégame el teléfono que viene alguien. – mencioné sonriendo, sabía que probablemente Ana sería la que cruzara la puerta en cualquier segundo. Camila me entregó el teléfono cómo se lo había pedido, no sin antes despedirse de Leonardo y de sus hijos.

La puerta se abrió abruptamente, enseguida entraron Ana junto a mi padre, ni siquiera sabía que hacía él aquí.

_ Hola, Salvatore, algunos de mis hombres me han dicho lo que planeas hacer con esta muchacha. – mencionó mi padre.

_ No creo que hayan sido los hombres, padre. – mencioné. – Estoy seguro de que es la mujer con la que compartes lecho cada noche. – agregué mirando detenidamente a Ana, no tenía comparación alguna con Camila, tal vez por eso el odio que le tenía.

_ Sí, fui yo, ¿Algún problema? – mencionó la mujer al lado de mi padre. – No sé que es lo que tiene esta mosca muerta que logra engatusar a los hombres. – agregó con odio, y es qué, antes de meterse en la cama de mi padre, se había metido en la mía…

_ Tal vez, es que Camila no es una prostituta que se vende al mejor postor. – mencioné sonriendo. – Ahora váyanse, mi prometida y yo tenemos que descansar.

_ Descubriré el juego que traes, Salvatore. – mencionó Ana una vez mi padre había salido de la habitación.

_ Ojalá se tratara de un juego, Ana. – mencioné sonriendo sarcásticamente, podría jurar que humo salía por sus orejas de la rabia que cargaba, cosa que me hacía sonreír aún más.

Han pasado dos días, desde aquel enfrentamiento, se suponía que hoy era el día de mi boda arreglada con Camila, ella sabía perfectamente el plan, al igual que Leonardo.




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