Salvatore y Camila
Tengo una sola misión, mantener a Camila a salvo por única petición de Leonardo, así que la llevaré a mi casa, donde pienso cumplir mi palabra. Entré en la habitación donde la tenían prisionera, estaba atada en una silla, amordazada, con una venda en los ojos, verla vestida con aquel traje de novia, tan delicada, tan débil…
_ ¿Qué hace esta mujer aquí y en estas condiciones? – mencioné alterado. – Estas no eran mis instrucciones. – grité nuevamente.
_ Fue mi idea. – dijo una voz conocida acercándose a mis espaldas. – No creí que te molestara, amor. – mencionó Ana nuevamente.
_ No me gusta tratar a los invitados de esta manera. – mencioné sonriendo y besando sus labios. – Es solo qué, no me siento cómodo teniendo a una persona atada a una silla, mucho menos en esta casa, además, sabes que no podemos vernos en este lugar, mi padre y sus hombres siempre están alerta. – agregué sonriendo nuevamente.
Llevé a Ana a mi casa, quería cogerla para quitarme un poco el estrés, querría que mi padre se diera cuenta de lo que su mujer hace a sus espaldas, pero este no sería el momento, no ahora, no mañana, pero sí algún día.
_ Me vuelves loco. – mencioné besando su cuello y rasgando cada una de sus prendas para poseerla. – Quiero tenerte solo para mí. – agregué sonriendo nuevamente.
_ Y yo deseo ser tuya. – mencionó sonriendo y entregándome todo su cuerpo para poder devorarlo completamente.
Sus gemidos eran notas que lograban extasiarme por completo, deseaba tener todo de ella, pero mi mente me gritaba que no era correcto, que era la mujer de mi padre, pero, ¿Qué hacer cuando el cuerpo y el deseo te gritan lo contrario?
Volví a la casa donde se encontraba Camila, dejando a Ana en mi cama, desnuda, esperándome, si es que fuese su deseo, aunque lo más probable es que no lo quisiera y cuando llegase no encontraría nadie.
_ Hola, Camila. – mencioné sonriendo y quitando las amarras de sus manos y el vendaje de su rostro.
_ ¿Q-quién e-eres? – preguntó la mujer con mirada llena de terror y angustia. - ¿Dónde está Leonardo y mis hijos? – agregó nuevamente.
_ Supongo que, en su casa, me encargaré de que pases tu estadía aquí, a gusto. – dije sonriendo hipócritamente. – La verdad, no me interesa cómo estés, pero se lo prometí a Leonardo, ese hombre está loco de amor por ti, niñata. – mencioné nuevamente.
_ Quiero volver a mi casa. – mencionó ella arrodillándose frente a mí. – Quiero estar con mis hijos y con el amor de mi vida. – agregó entre lágrimas que amenazaban con salir de sus mejillas.
_ Cállate, cumpliré mi promesa, pero a mi manera. – mencionó nuevamente. – Seguro te darás cuenta de qué el amor es una simple fantasía que inventa nuestra mente para volvernos felices, nos hace débiles, predecibles. – mencioné nuevamente.
_ Eso es mentira, el amor te hace fuerte, solo tienes que encontrar a la persona indicada para amar. – mencionó. – Eso es el amor, fortaleza, ganas de vivir la vida junto a esa persona especial. – agregó.
_ Hasta qué te rompen el corazón y quedas roto de por vida. Es mucho mejor disfrutar de los placeres carnales que te ofrece otra persona, y creo que sabes a lo que me refiero. – respondí sonriendo.
_ Sé lo que se siente que te rompan el corazón, pero también sé como es cuando por fin logra sanar. – mencionó ella. – Por favor, llévame con Leo y con mis hijos. – agregó sonriendo.
_ Lo haré, pero a mi manera, bajo mis reglas y cuando yo lo decida, crearé un plan para salir en toda esta mierda en la que me he metido. – mencioné acercándome a ella y tomando su brazo. Por ahora, no podía llevarla a mi casa, ahí es donde mantenía mis encuentros sexuales con Ana, pero mantendría a Camila en mi apartamento, no muchas personas conocen su ubicación o se atreverían a aparecer por allá.
_ ¿Dónde me llevas? – dijo ella tirándose hasta atrás, impidiéndome que siguiéramos avanzando, créeme niña, no lo hago porque quiera hacerlo, por mí, te quedabas aquí, pero esto es una promesa que hice, además, esa mujer loca, se metió conmigo y con mi padre, no dejaré que arruine nuestra familia.
_ Créeme, preferirás venir conmigo que quedarte con una manada de hombres a los que les importa un bledo que hacer y que no hacer contigo. – mencioné hablándole con la verdad, de manera distante, fría... y es que es lo que más me caracterizaba.
Ella se levantó y siguió caminando detrás de mí, pude escuchar que susurraba algunas cosas, pero no logré entenderlas por completo.
Sonreí de lado, me había dejado una buena impresión, supongo que nunca antes nadie se había atrevido a contradecir mis palabras, había tratado de ponerme en mi lugar, pero lamentablemente eso nunca sucederá.
Llegamos en media hora a la casa, ya allí le di las instrucciones al guardia que dejaría cuidándola, que evidentemente, es de mi entera confianza, además de darle dinero a la empleada para que le comprara las cosas necesarias para su estadía aquí. Desde hoy tendría que venir a dormir aquí cada noche, para vigilar por mi mismo que todo marcha bien con respecto a esta chica.
_ Salgo un momento, no intentes hacer nada estúpido, no salgas de la habitación y no te metas en lo que no te importa. – mencioné. – No es una advertencia, es una amenaza. – agregué nuevamente, apuntándola, viéndola, sabía que no intentaría nada en contra de mí, porque soy su única esperanza de mantenerse a salvo, pero si ve la oportunidad de irse para estar con su familia lo hará, aunque en este momento, no es lo adecuado.
Editado: 05.06.2022