Lo que ocultan las sombras

El pueblo que olvida

Lo que Ocultan las Sombras
CAPÍTULO I: El Pueblo que Olvida

El paisaje desde la ventanilla del autobús era tan inmóvil que parecía pintado. Casas viejas con techos oxidados, colinas cubiertas de árboles que no se movían con el viento, porque no había viento. Sasha apoyó la frente contra el vidrio y pensó que, si la oscuridad era silenciosa, debía parecerse mucho a este tramo de carretera.

Cuando el autobús se detuvo frente al pequeño cartel de madera que decía "Bienvenido a Elorado", solo ella bajó. Nadie más parecía tener razones para ir allí. El conductor le deseó suerte sin mirarla, y arrancó de nuevo dejando tras de sí una nube de polvo y resignación.

Elorado era un pueblo detenido en el tiempo. No viejo, sino... suspendido. Cada edificio parecía demasiado limpio, demasiado intacto. Los faroles antiguos brillaban aunque era de día, y los pocos transeúntes caminaban con una calma que rayaba en lo artificial.

Sasha arrastró su maleta por la acera hasta una pensión modesta de fachada blanca. El casero, un hombre de rostro inexpresivo, le entregó las llaves sin pedir identificación. No habló. No sonrió. Solo extendió la mano y desapareció por una puerta lateral.

Su habitación estaba en el segundo piso. Al entrar, lo primero que notó fue el frío. No físico, sino una sensación de vacío, como si el cuarto hubiese estado esperando demasiado tiempo sin ser habitado. Las cortinas estaban cerradas, pero la luz se colaba igual por las rendijas. Sobre la cama, una hoja amarillenta:

"Recuerda mirar el cielo antes de dormir. Y no salgas a las 2:35 a. m."

No tenía firma. Ni explicación. Sasha la dobló y la guardó en el bolsillo de su chaqueta.

Esa noche, el pueblo parecía aún más inmóvil. Caminó por las calles para intentar cansarse, pero solo encontró negocios cerrados, postes sin cables, ventanas con luces encendidas pero sin sombras adentro. Era como si el lugar estuviera decorado para alguien que nunca llegó.

Se durmió tarde. O al menos creyó hacerlo. Porque a las 2:35 a. m., sus ojos se abrieron de golpe.

No por un ruido. Por la ausencia de él.

El mundo estaba completamente en silencio. No el silencio de la madrugada, sino uno más profundo. Absoluto. Como si hubiera sido vaciado de sonidos. Se sentó en la cama. Algo estaba mal. Muy mal.

La luz del pasillo parpadeaba. Al abrir la puerta, sintió que el aire tenía un peso distinto, más denso. Bajó las escaleras, descalza, sin saber por qué. Y al salir al exterior... lo vio.

Un chico de espaldas, en mitad de la calle vacía. Quieto. Mirando el cielo.

Tenía el cabello revuelto y una chaqueta oscura que no combinaba con nada. No se movía, no temblaba, ni parecía notar su presencia. Sasha se acercó con pasos lentos, cada uno más silencioso que el anterior.

—¿Tú también lo sentiste? —dijo él, sin girarse.

Su voz era profunda, como salida de una cueva donde los ecos duermen.

—¿Qué cosa? —preguntó ella, apenas un susurro.

—El cambio. Cuando todo se apaga, cuando el mundo… parpadea.

Ella no respondió. Él se volteó lentamente. Ojos oscuros. Inmensos. Tristes.

—Me llamo Asher —dijo—. No deberías estar afuera. Las sombras se mueven cuando nadie las ve.

Sasha sintió que algo detrás de él… también se movía. Pero cuando parpadeó, ya no estaba.

—¿Qué eres? —murmuró.

Asher no respondió. Solo bajó la mirada al reloj en su muñeca. Las manecillas giraban al revés. Lentamente. Inexorables.

—Faltan dos minutos —dijo.

—¿Para qué?

El farol más cercano se apagó. Luego otro. Y otro más.

Y entonces, el mundo dejó de respirar.

Durante exactamente sesenta segundos, Sasha sintió que el tiempo no avanzaba. Que su corazón no latía. Que ella misma no estaba del todo allí.

Y justo antes de que pudiera gritar, todo volvió. El sonido, la luz, el aire. El pueblo recuperó su máscara de normalidad.

Asher ya no estaba.

Solo una nota en su mano, escrita con tinta que parecía moverse:

“El pueblo olvida. Tú no debes hacerlo.”

Katt22

©Katt22, 2025



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En el texto hay: suspenso

Editado: 19.07.2025

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