Lo que queda después del invierno. Un lugar para renacer

CAPÍTULO XVII

NELLA

Los siguientes días fueron exactamente igual: mucho trabajo. Había tenido un par de reuniones con el Dr. Valverde. En una de esas, me hicieron una oferta para viajar por una semana a Madrid, con la intención de participar en un congreso sobre Neurodesarrollo. Sería en un par de semanas y debía confirmar pronto, ya que, de no aceptar, necesitarían encontrar a otro especialista.

No estaba segura de si quería ir. Implicaba viajar y perderme muchos días en el hospital, dejar a mis pacientes, y además debía solicitar permiso formal. Ya había enviado la solicitud a mi jefe inmediato, pero temía que me estuviera ignorando. Supongo que haberlo acusado ante el comité de ética no le había hecho ninguna gracia.

En la junta médica que tuvimos hoy antes de la operación de Zack, el Dr. Krüger no me dirigió la palabra en absoluto. Me evitó en todo momento. Para no volver a cruzármelo en el día, le pedí a Olivia que me mantuviera al tanto de cualquier novedad, y me dediqué a ver a mis pacientes.

Por la tarde, cuando llegó mi acostumbrada merienda, me tomé un momento para llamar a Charlotte. Ella me había escrito el día anterior, desde la clase de ballet de Maggie, para contarme que tenía al “papá buenorro” justo enfrente. Pero no había podido atenderla en ese momento y prometí devolverle la llamada.

Me respondió de inmediato.

—Hola, Nella. ¿Hasta hoy te has acordado de mí?

—Hola, Charlotte. Sí… Esta semana ha sido un caos. Mucho trabajo en el hospital y en la fundación.

—Bueno, ayer quería contarte que vi a tu Noah… y está como le da la gana —dijo sin ningún tipo de vergüenza.

—Él no es mi Noah —repliqué, queriendo convencerme de eso. Pero lo cierto era que toda la semana le estuve diciendo “mi buen samaritano”. Aunque Charlotte no necesitaba saber ese detalle.

—Nella, ¿a quién quieres engañar? Estás babeando por ese cuarentón. Y no te juzgo. Yo también babearía por él si tú no fueras mi amiga.

Definitivamente, mi amiga era una versión más joven de su madre. No se quedaba con nada. Y era imprudente.

—Bien. ¿Y querías solo contarme lo bueno que está, o había otra razón para tu llamada? —dije, sabiendo que seguramente tenía otro motivo.

—¡Me atrapaste! El buenorro de Noah...

—Charlotte, deja de decirle así, por favor.

—¡Vaya! No me imaginé que fueras una mujer celosa.

—Y no lo soy. Pero no es apropiado.

No podía verla, pero la conocía lo suficiente como para saber que debía estar revoleando los ojos.

—En fin, averigüé algo: tu Noah ha estado completamente solo desde que murió la mamá de Hannah.

—Eso ya lo sabía.

—Pero apuesto a que no sabías que hay una mujer con quien lo han vinculado últimamente. Según la mamá de Bella, se trata de su hermana Simona. Hannah la conoce, y según mi mamá, es una jovencita muy bella.

Esa información me hizo detener el movimiento de mi mano sobre el vaso de matcha. No estaba celosa, pero no me lo esperaba.

—Charlotte… —dije en tono de advertencia—. Si pretendes despertarme celos, pierdes tu tiempo. Noah parece un hombre bastante sincero. Y si le gustara esa tal Simona, estoy segura de que no estaría coqueteando conmigo.

La escuché suspirar.

—Sí, es cierto. Mamá me dijo que Noah no le da ni la hora. Pero doña Freida ha intentado de todas las formas alentarlo a que se interese por ella.

—¿Has estado indagando sobre Noah?

—¡Claro! Si tú pretendes salir con él, y esperas tener una relación, yo haré por ti el trabajo de investigación que sé que tú no te atreverías a hacer.

Y no. Claro que no escarbaría en su vida. Si tenía dudas, lo mejor sería preguntarle directamente.

—Gracias… no sé por qué exactamente, pero gracias.

—De nada. Sé que soy una gran amiga —dijo, ignorando mi sarcasmo.

—Lo eres, Charlotte. Me voy, debo volver al trabajo.

—Bien. Que tengas buen resto de tarde. Si no quieres cenar sola, pasa por casa.

—Bien. Salúdame a Maggie y a Gertrud.

Terminé la llamada sintiendo que era momento de mostrar interés por Noah. Hasta ahora, él me había invitado todas las veces. Esta semana, había tenido detalles conmigo todos los días… Era momento de demostrar que yo también tenía interés. No tenía nada que ver con lo que había dicho Charlotte. Tenía que ver con ser valiente y dar el paso.

Sin pensarlo demasiado, me dejé guiar por el impulso y le escribí un mensaje:

> Podemos hablar.

Un par de minutos después, la pantalla del teléfono se iluminó. Era una llamada de Noah.

—Hola, Antonella. ¿Cómo estuvo tu merienda? —preguntó, con un tono ansioso.

—Hola, Noah. Deliciosa, como siempre. ¿Y tú, cómo va tu día?

—Quisiera decir que mejor ahora que te escucho… Pero la verdad, me extrañó tu mensaje.

Su tono sonaba preocupado.

—Oh, lo siento. Solo quería hacerte una invitación —dije, y luego callé, sin saber cómo seguir.




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