Ajusté mi abrigo con fuerza. El frío del invierno era un infierno con esta enfermedad; se clavaba en mis huesos como miles de agujas. Mi cuerpo, débil y tambaleante, apenas se sostenía por sí solo. Los medicamentos ya no ayudaban, pero tampoco quería someterme a las quimioterapias.
Poco a poco estoy llegando a mi fin.
Observé a Thomas mientras guardaba las compras en el auto, acomodándolas con precisión. Cada bolsa y caja parecía encontrar su lugar perfecto bajo su cuidado. Mi mente, en cambio, vagaba lejos. La discusión, Vincent, Amanda... ¿Y si le contara a Vincent sobre mi enfermedad? ¿Me miraría de nuevo con la intensidad de antes? Tal vez eso lo mantendría a mi lado. Quisiera ser egoísta, por una vez, y tenerlo solo para mí.
-Vamos ya -escuché decir a Thomas. Sus palabras flotaron en mi mente como un eco distante. Estaba tan perdido en mis pensamientos que apenas entendí lo que decía.
Lo miré por unos segundos, intentando grabar cada detalle de su rostro en mi memoria. Sus facciones suaves y decididas, su cabello ligeramente despeinado, sus ojos llenos de preocupación... todo en él parecía calidez. Bajé la mirada hacia el estacionamiento lleno de autos cubiertos por una fina capa de nieve. Las nubes grises colgaban pesadas en el cielo, y el aire frío olía a humedad, con el leve tintineo de las farolas encendidas como único sonido.
-Vamos, Luke -repitió Thomas, esta vez con más suavidad, mientras se acercaba. Tomó mi mano con delicadeza, guiándome hacia el auto.
Su mano, incluso a través de los guantes, irradiaba una calidez que contrastaba con el frío cortante. Me senté lentamente en el asiento del copiloto, sintiendo el cansancio en cada músculo.
-¿Te sientes bien? -preguntó Thomas, inclinándose un poco hacia mí. Su voz estaba cargada de preocupación.
Apenas lo miré. -Tengo frío... -murmuré débilmente.
Thomas no lo dudó. Se quitó su abrigo sin decir nada y lo colocó sobre mí con cuidado. Su gesto, tan natural, arrancó una pequeña sonrisa de mis labios.
-Gracias -susurré.
-No es nada -respondió, aunque su mirada decía mucho más.
Entonces, Thomas se inclinó un poco más hacia mí. Sentí su mano cálida sujetando mi mentón con suavidad, obligándome a mirarlo directamente. Sus ojos buscaban algo en los míos, y su voz salió apenas audible:
-¿Puedo...? - susurró con vulnerabilidad en su tono
Dudé por un instante, pero finalmente asentí. Apenas un segundo después, sentí sus labios rozar los míos con una suavidad que no esperaba. Fue un beso breve, cálido y tierno, como si intentara darme algo de su fuerza en ese momento.
Su beso se sentía como siempre: cálido, suave, y lleno de esa promesa que habíamos hecho desde el inicio. Una promesa que recordaba perfectamente desde que lo conocí.
La primera vez que vi a Thomas fue al iniciar la universidad, en mi primer año. Era un día abrumador; los pasillos estaban llenos de estudiantes que parecían saber exactamente hacia dónde iban, mientras yo, perdido entre la multitud, buscaba desesperadamente mi aula de trabajo. Mi corazón latía con fuerza, el mapa en mis manos no tenía sentido, y mi respiración se volvía irregular.
Fue entonces cuando choqué contra él.
Era alto, con una expresión seria y un aura intimidante. Su mirada oscura me atravesó como si estuviera evaluándome en segundos.
- ¿Que no puedes fijarte por dónde vas? - espetó con un tono brusco que me hizo encogerme un poco.
Su voz era firme, y por un momento deseé que Vincent estuviera allí para salvarme, como siempre lo hacía. Pero no lo estaba. Estaba solo.
- Lo siento... - susurré, sintiendo cómo el calor subía a mi rostro.
Él me observó en silencio por un instante que se sintió eterno, hasta que finalmente suspiró, relajando un poco los hombros.
- ¿Estás perdido?
La calidez en su voz era inesperada, como si hubiera bajado una barrera que solo yo podía cruzar en ese momento. Levanté la mirada hacia él, intentando no parecer más nervioso de lo que ya estaba.
- S-sí... ¿podrías ayudarme, por favor? - pregunté, con la voz apenas audible, pero con la esperanza reflejada en mis ojos.
Una sonrisa casi imperceptible apareció en su rostro.
- Claro... - murmuró, extendiendo su mano hacia mí. - Dame el papel.
No lo dudé. Le entregué el papel donde estaba escrita el aula que debía encontrar. Mientras lo leía, sus ojos recorrieron rápidamente las letras, y luego levantó la mirada para encontrarse con la mía de nuevo.
- Es aquí cerca. Sígueme. - Su tono era más tranquilo ahora, casi amable, como si hubiera decidido que yo no era una molestia.
Fue en ese momento que algo cambió. Lo vi no solo como alguien intimidante, sino como alguien confiable. Desde ese día, su presencia se volvió un faro para mí en medio de mi caos.
Recuerdo bien que ese mismo día, por la noche cuando ya me estaba yendo, totalmente agotado después de un día devastador, lo vi en la entrada de la universidad junto a Vincent, parecían hablar, pero justo cuando Vincent me vio se fue de allí antes de que pudiera acercarme lo suficiente.
Una vez quede cerca de Thomas lo mire ligeramente, él me devolvió la mirada, más suave esta vez.
- ¿Es tu amigo? - me preguntó
Asentí ligeramente - Si, lo es - respondí con suavidad
Thomas de quedo en silencio unos segundos - Déjame enamorarte - dijo sin rodeos
Me sonroje - ¡¿Que?! - pregunte nervioso
Thomas rodó los ojos y luego sonrió - Lo que escuchaste, déjame enamorarte. Estas completamente bobo por ese idiota, déjame demostrar que soy mejor - respondió
Mis mejillas se sonrojaron más - Pero a penas nos conocemos - susurre
- Exacto, pero es mejor así ¿no? Es todo el proceso... - dijo mientras se encogia de hombros - Si no lo logro entonces me aléjare y ya.
Eso había dicho, pero han pasado tres años desde eso y aún no se había rendido.
Editado: 22.12.2024