El pequeño de ojos grandes y verduscos miraba desde abajo de la mesa los pies de sus padres. Estos iban y venían sin parar mientras gritaban.
Su madre lloraba clamando piedad.
Su padre gritaba golpeándola y buscando a Armin.
El niño, gracias a sus temblores causados por el miedo, se movió haciendo crujir la madera vieja del piso. Entonces, abrió sus ojos de par en par y su padre borracho comenzó a reír malévolamente, había encontrado a su objetivo principal.
—Ven, pequeña rata asquerosa... —canturreaba el hombre mientras se acercaba a Armin.
Armin hizo lo primero que creyó conveniente, salió por el otro lado de la mesa y comenzó a correr por los inmensos e interminables pasillos sin saber exactamente qué haría, ya que después de todo era tan solo un niño.
—¡Armin! —El grito desgarrador de su madre hace que se paralice en el acto.
—¡Mamá, ven, ayúdame!
—¡No, bebé, busca tú la única salida que hay! Armin, desesperado, busca a su alrededor pero lo único que ve es más concreto y madera desgastada.
—No... no veo ninguna, mami... —dice el pequeño entre sollozos lastimeros.
—Corre hacia la luz, Armin, allí está la única salida.
El niño comienza a correr sin ánimos suficientes tan sólo tenía que encontrar la puerta que lo llevaría a ser libre, pero lo único que él quería era estar con su madre hasta el final.
Fin.