Lo que siento cuando estoy contigo

12. Royal

Emma:

Me ha besado…

Bueno, lo que se dice beso, beso, no; pero el muy desgraciado ha tenido la osadía de pegar sus labios… sus muy rellenos y suaves labios, debo destacar, en mi mejilla.

¿Se volvió loco?

Digo, es lo único que se me ocurre, pues borracho no estaba. Lo sé porque al tenerlo tan cerca pude oler su aliento mentolado.

Eso sí, los deseos de llorar luego de mi desagradable encuentro con Cameron y de haberme enterado de que el noventa por ciento de mis amigos, sabían que me ponían los cuernos, se esfumaron. Quedé en shock total, tanto, que no pude concentrarme en el entrenamiento y, ahora, cinco horas después, sigo pensando en lo mismo mientras la sensación de sus labios sobre mi piel sigue latente como si hubiese acabado de suceder.

—Ey… —Levanto la cabeza ante la voz de mi hermana. Está apoyada en el marco de la puerta de mi habitación en la residencia con los brazos cruzados sobre su pecho.

Sí, como ven, estoy en la residencia, pero solo porque el viaje a casa de mis padres me roba demasiado tiempo y Adela no se ha aparecido por aquí desde mi discusión con ella. Intento no pensar en el hecho de que debe estar con Cameron disfrutando de la vida como si nada hubiese pasado.

—¿Sucede algo?

—Mamá y las tías ya encontraron una casa. —Alzo las cejas. Y eso que se supone que la del apuro soy yo.

—¿Tan rápido? —Se encoge de hombros.

—Quieren que mañana vayamos a verla y si nos gusta, en unos días podremos mudarnos. Papá, Maik y Kyle quieren garantizar antes que la seguridad sea la mejor. —Se adentra en la habitación—. Aún no puedo creer que nos vayamos a vivir con Aaron y Dylan.

—Dímelo a mí. Eso me parece inaudito.

—A mí me gusta la idea.

—Claro que sí… Tú no tienes una relación de odio con uno de los inquilinos.

—Yo no diría que su relación es de odio, sino de amor-odio.

—¿Qué estás insinuando, mocosa? —pregunto con las cejas arqueadas.

—¿Qué fue eso que sucedió en la pista hoy? ¿De dónde salió ese beso?

—Le preguntas a la persona equivocada, Lu; solo ese idiota sabe qué tenía en la cabeza cuando lo hizo.

—¿Te gustó? —Frunzo el ceño.

—No —digo a la defensiva.

—¿Segura?

—Por supuesto. ¿Por qué tantas preguntas tontas?

—Nada, es solo que quedaste en shock mientras te tocabas la mejilla justo donde sus labios hicieron contacto.

—Estás delirando.

—Em, mírame a los ojos y dime que tu corazón no latió como caballo desbocado cuando Aaron te besó.

Se sienta en la cama y le dedico una mirada fulminante.

—No se me aceleró el corazón —respondo mirándola seriamente, pero a penas termino la frase, debo desviar la mirada porque, definitivamente, eso es una gran mentira.

Mi corazón latió sin control dentro de mi pecho, amenazando con salirse ante ese gesto tan desconcertante, pero de alguna manera tierno, que me dejó fuera de juego. Y por motivos que no consigo o no quiero entender, las mariposas en mi estómago alzaron el vuelo en señal de que me gustó más de lo que me gustaría admitir.

¡Estamos hablando de Aaron, por el amor de Dios!

Es el idiota, presumido, prepotente, insoportable, el grano en el culo que no ha dejado de joderme la vida desde que lo conozco y, por tanto, nunca podría causar en mí ese tipo de sensaciones.

Lo que me lleva a pensar que estoy demasiado sensible por todo lo que ha pasado y que el hecho de que él se haya portado tan bien conmigo, de que me haya apoyado, me hace más susceptible a ciertos detalles.

—Si tú lo dices —comenta Luciana sacándome de mis pensamientos.

—Venga, a dormir, que mañana hay clases.

Luciana sonríe y decide dejar el tema por la paz. Luego de darme un beso y desearme las buenas noches, se marcha de mi habitación. Estoy preparada para otra noche de mierda, consumida por los recuerdos de Cameron y Adela, pero para mi sorpresa, no pienso ni una vez en ellos. En su lugar, imágenes de mi maldita pesadilla sonriendo de esa forma que lo hace lucir más hombre y menos niño luego de besar mi mejilla, acuden una y otra vez a mi mente, torturándome y la verdad es no tengo idea de qué es peor.

No sé en qué momento me duermo, solo sé que a la mañana siguiente tengo un sueño del demonio y termino cagándome en Aaron una y otra vez mientras voy al baño y me aseo. Termino de vestirme y salgo a la mini cocina dispuesta a desayunar, pero mis intenciones se ven interrumpidas al ver a Adela y Luciana discutiendo en susurros. Mi hermana está roja de la rabia.

—¿Qué pasa? —pregunto demandante y debo ocultar la opresión en mi pecho al ver esos dos ojos negros que siempre me enfundaron seguridad.

—Aquí tu hermanita del alma quería echarme de la residencia para no perturbar a la reina. —Ruedo los ojos ante ese calificativo que usan algunos chicos en la universidad, pero que dicho por ella y en ese maldito tonito me crispa los nervios.



#15684 en Novela romántica

En el texto hay: risas, amor, solocontigo

Editado: 30.11.2022

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