Carolina acababa de acostarse cuando recibió una llamada. Al ver que se trataba de Taís, atendió de inmediato, pues algo que no supo precisar con exactitud alertó a su corazón. Taís no la llamaba a menudo, de hecho, no lo hacía casi nunca, solo hablaban por mensajes o por audios, pero las llamadas eran reservadas para situaciones especiales; y solo hacía un día que habían hablado. Además, ella sabía que en Alemania era tarde, así que si la llamaba a esa hora debía significar algo.
—¿Taís? —preguntó apenas atendió.
—Caro… —Solo bastó escuchar su nombre con la voz rota de la muchacha para que ella tuviera la certeza de que algo no estaba bien.
—¿Qué sucede? ¿Estás bien? —preguntó de inmediato y ante el silencio de la joven.
—Sí… pero papi… —Volvió a hacer silencio.
El corazón de Carolina se aceleró ante la posible noticia. ¿Qué estaba sucediendo? ¿Acaso él había tenido otro ataque? ¿Le había pasado algo? Mil preguntas cayeron de forma desordenada en su mente mientras esperaba que la chica continuara.
—No sé dónde está… —finalizó la chica.
—¿Qué? ¿Cómo? —Aquella afirmación la había descolocado. ¿Cómo se suponía que ella no supiera dónde estaba Rafael?
—Escucha… ¿puedes hablar? —Taís interrumpió sus pensamientos.
—Sí… dime. —Afirmó Carolina intentando entender lo que estaba sucediendo. Por un minuto deseó estar allí, cerca de Taís, para poder contenerla.
—Él está muy cambiado… desde que te fuiste —admitió la chica luego de una pausa en la que pareció tomar aire—. Para hacerte un resumen, se la pasa tomando alcohol, visita bares de baja reputación y sale con mujeres desconocidas… No quise decirte esto porque no quería preocuparte ni lastimarte, pero la vida es un infierno desde hace un tiempo… y ya no sé qué hacer, Caro. No puedo con esto yo sola. Lo siento si tuve que recurrir a ti, solo necesitaba desaho…
—¿Taís? —interrumpió Carolina ante la desesperada voz de la muchacha—. ¡No me tuviste que haber ocultado todo esto! —añadió más como una afirmación que como un reclamo y sin deshacerse aún del asombro que la embargaba.
—Es que no quería molestarte, estás tan lejos, tienes tu vida allá… Pero ya no soporto esto. Escucha, él estuvo con Lina, lo intentó con ella luego de un tiempo de que te fuiste —informó Taís con algo de vergüenza, no sabía si Carolina tenía noción de aquello pues nunca lo habían hablado.
—Lo sé… Lina me llamó antes de aceptarlo. Le dije que le daba mi bendición y que le dejaba el camino libre —afirmó Carolina.
Taís suspiró.
—Pero no funcionó…
—También lo sé, aunque no sé el porqué… Ella solo me dijo que encontró un nuevo futuro y que quería aprovechar la oportunidad que la vida le daba.
—Ella dijo que él no podía superarte y que no era justo para ella. Entonces se fue y él cambió. Se dedicó a traer mujeres distintas y a emborracharse. Pero no lo hizo por ella, Caro. Yo no entendía por qué lo hacía, hasta que hace poco descubrí que él entendió mal una conversación tuya que escuchó por casualidad —afirmó Taís confundiendo aún más a Carolina. ¿De qué hablaba esta chica? Tantos meses después y cuando al fin ella había logrado calmar un poco su desorganizado mundo interior, de nuevo un montón de cosas salían a la luz.
—¿Qué conversación? —Fue todo lo que atinó a preguntar, aunque la idea de Rafael borracho y con muchas mujeres le generó repulsión y rabia.
—Una que tuviste con Niko por teléfono antes de irte. El caso es que él pensó que tú ibas a Alemania a casarte con él, por eso no te detuvo ni te buscó. Eso lo terminó de destrozar. Él pensaba que de nuevo habías mentido… o algo así. —La voz de Taís se rompió hacia el final de la frase y luego suspiró para continuar—. Yo no supe eso hasta hace unos días, por eso te llamé. Yo estaba segura de que eso no podía ser cierto, pero él insistió y me hizo dudar… yo… lo siento…
—No lo entiendo. ¿Cuándo escuchó él algo que pudiera entender así? —Carolina se había levantado de la cama intranquila, confundida y ansiosa. Caminaba de un lado al otro preguntándose qué era lo mejor de hacer en ese momento y buscando en su mente aquella conversación que Rafael malinterpretó.
—No lo sé bien. Lo que sé es que a raíz de eso, y por despecho, se metió con Lina. Era algo así como una venganza hacia ti. Y luego, cuando no funcionó, empezó a convertirse en eso que es ahora y que en verdad odio. Es otra persona, deprimido, irascible… y lo peor de todo es que ni se cuida, el alcohol es malo para él, su doctor ya me ha llamado porque está preocupado.
—Esto no es ningún juego, Taís. Debiste haberme avisado —zanjó Carolina, ahora preocupada.
—Es que no sé qué puedes hacer desde la distancia más que preocuparte. Si te llamé ahora es porque estoy desesperada. Ayer, luego de hablar contigo, lo llamé a él y no logré dar comunicarme. Después salí y, cuando volví en la madrugada, no estaba… Pensé que andaría por la calle como siempre, pero no volvió en la mañana ni tampoco fue a trabajar… y… tengo miedo, Caro… no sé qué más hacer. —Taís se quebró en llanto y Rodrigo la abrazó.
—¡Dios mío! No puedo creer que se esté comportando de esa manera, si no fueras tú la que me lo cuenta no lo creería. —Carolina la escuchó llorar y pensó en alguna solución para ayudarla. En realidad odiaba la distancia en ese momento, quería poder ir junto a ella y abrazarla, prometerle que todo estaría bien.
Taís le preocupaba, Rafael le preocupaba y, por un momento, se preguntó qué eran ellos en su vida. ¿Acaso tenía sentido que dejara todo en Alemania y volara a consolar a esa jovencita que se sentía sola y desamparada?
—No sé qué hacer… Dime qué hago —sollozó Taís.
Carolina volvió en sí. Tenía que hacer algo, la necesitaban allá.
—Espérame, iré junto a ti lo más rápido que pueda —prometió.
—No, pero… no quiero que tú…
—No te preocupes, Taís. Estaré allí porque tú me necesitas —afirmó y, luego de intentar calmarla un poco más prometiéndole que todo estaría bien, cortaron la llamada.