Lo que tú no pudiste cumplir

Capítulo 4

Alex

Son las 7:30 de la mañana y me muero de sueño. Si no fuera por mamá, hubiera despertado a las dos de la tarde o incluso más, pero no fue así. Casi tuvo que despertarme gritando, ya que no despertaba y ya íbamos tarde. Y eso que puse como diez alarmas seguidas, pero el sueño siempre me gana.

Ojalá ser un koala o un perezoso y estar todo el día haciendo nada, solo dormir.

Además, nos tuvimos que ir un poco más temprano porque tuvimos que buscar a Ellie, ya que su padre tenía que ir a la clínica muy temprano. Creo que ella también se quedó un poco dormida porque ya son más de las siete y media y todavía no aparece.

—¿Por qué todavía no baja? Seguro se quedó dormida —dijo Logan un poco impaciente.

—Ya vendrá —dije.

—Si llego tarde, va a ser su culpa —repuso Logan.

Creo que hoy mi hermanito no amaneció con buen ánimo, aunque él siempre ha sido así, siempre con esa aura tan oscura y tan seria. Es muy parecido a mi padre, pero Logan es mucho peor, y de hecho, físicamente son casi iguales: su pelo es oscuro, ojos negros, cejas negras, nariz afilada y una mandíbula marcada. Aunque en esos aspectos nos parecíamos todos, menos en el pelo y en los ojos, y nuestra altura era bastante parecida. Todos estábamos arriba de un metro ochenta y cinco, gracias a mi padre y mi madre.

Ya eran las 07:45 cuando de repente llegó Ellie.

—Por fin —dijo Logan—, ya creía que íbamos a llegar tarde.

—Hola, Ellie —dijo mi padre con la mejor sonrisa—, súbete.

—Hola —dijo ella tímidamente—, perdón por el retraso.

—Creo que no fuiste la única que se retrasó —le susurré para que nadie más nos escuchara. Ella hizo una breve sonrisa.

—Ellie, ¿estás nerviosa? —preguntó Adrián.

—Un poco, pero creo que es normal —respondió.

—Todo va a estar bien —dijo mi hermano.

Luego cada uno estaba en su mundo: Logan en su teléfono viendo Instagram, Adrián viendo una serie, y Ellie mirando por la ventana. Parece que hoy el día está un poco nublado y no va a salir mucho el sol. También observo que ella no para de mover su pierna; debe ser porque está nerviosa por el primer día. Aunque igual yo lo estaría, es muy difícil empezar el año, sobre todo cuando ya cada persona del curso tiene su grupo de amigos.

—Oye, Ellie —dije—. Ellie, ¿me escuchas? —Veo que no me responde y le hago un toque en el hombro.

—Perdón, no estaba atenta —dijo—. ¿Qué me decías?

—Que todo va a estar bien, no tienes por qué estar nerviosa —dije.

—Gracias, Alex —y se volvió a mirar por la ventana.

Por fin habíamos llegado al instituto, y de ahí todos nos bajamos. Veo que Logan y Adrián ya se van cada uno a dónde están sus amigos, pero veo que ella no se mueve y solo se queda observando los alrededores. La verdad es que al inicio sí parece algo en lo que te perderás fácilmente, pero luego ya te acostumbras.

—Vamos —dije—. ¿Quieres que te acompañe a tu sala? —propuse.

—Tengo que ir a la secretaría para ver mis clases que tengo que seleccionar por mi cuenta —dijo.

—Pues entonces te acompaño —propuse nuevamente.

—Bueno, si tanto insistes —dijo ella con una pequeña sonrisa—. ¿Por dónde es?

—Sígueme.

Ellie

Dios, no me lo puedo creer, este lugar sí es enorme. Solo ver el exterior parece que te vas a perder, y por dentro se ve todavía más grande. Literalmente se ve que aquí sí hay gente que tiene dinero. Al entrar, hay sillones que se ven súper cómodos. Ya me quiero ir a sentar ahí, pero primero tengo que ir a donde está la secretaría. Mientras sigo a Alex, cada vez veo muchas más cosas: un comedor súper grande, máquinas expendedoras de dulces, de bebidas y de cosas saladas. Dios, aquí sí que no voy a pasar hambre. Después de un tiempo de estar caminando, veo que Alex me señala con la mirada el letrero de la secretaría.

—Llegamos —dice—. Te dejo, espero que tengas un buen día.

—Gracias, Alex, por traerme hasta aquí —digo—. Que tengas un buen día igual.

—Oye —dice antes de irse.

—¿Qué pasó?

—No me mires tanto cuando me vaya —dice eso y se va sonriendo.

Estúpido.

Luego entro en la secretaría.

—Hola —saludo—, tengo que hablar con el director.

—Espéreme un minuto —dice eso y va directo a la oficina del director. Veo que se abre la puerta y la misma secretaria me señala con la cabeza para que pase. Luego de que entro a la oficina, cierra la puerta.

—Señorita Elizabeth Miller Jones —dice con un tono autoritario—, bienvenida —me dedica una breve sonrisa.

—Buenos días, director Smith.

—Aquí está su horario. Ahora le toca matemáticas —dice—. Señorita Miller, tiene que escoger tres ramos de su gusto y también un deporte. Entre esos deportes están el fútbol, vóleibol y atletismo. ¿Cuál prefiere?

—Atletismo —digo—, aunque nunca lo he practicado —le informo.

—No se preocupe —dice—. ¿Y cuáles ramos va a tomar? Cabe aclarar que esos tres ramos lo van a tener tres veces a la semana cada uno.

—Literatura y escritura, anatomía y artes —digo.

—Perfecto, puede ir a sus clases. Recuerde que los lunes salen a las 16:30, igual que los miércoles. Los martes y jueves a las 15:00, y, por último, los viernes a las 13:00.

—Muchas gracias, director Smith. Que tenga un buen día —me despido y salgo de su oficina.

Luego veo que la secretaria me ayuda a buscar la sala que me toca, y cuando llegamos, toca la puerta y dice:

—Profesor Adam, disculpe las molestias, le traigo a la nueva alumna —dice la secretaria.

Veo que se acerca a la puerta y me dice:

—Hola, ¿cómo está, señorita...?

—Elizabeth Miller —termino por él.

—¿Quieres presentarte o te presento yo? —dice él.

—Presénteme usted, por favor —digo con una sonrisa nerviosa.

Ojalá más profesores como él.

—Bueno, chicos y chicas, el día de hoy tenemos una nueva alumna —me da una indicación para que pase—. Ella es Elizabeth Miller. Espero que sean muy cordiales con ella. Tienes la libertad de sentarte en cualquier lugar —me dice.




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