Lo que un otoño puede hacer

Capítulo 1 – Conocidos

El otoño, una de las estaciones más bonitas del año. Donde el frio se hace presente sin llegar al extremo y la calidez de los colores hace contraste con las gotas que caen en medio de la lluvia. A Bridgeth siempre le gustó el otoño, su cálida pero fría existencia, el equilibrio exacto entre la vida y la muerte cuando las hojas de los árboles y las plantas mueren pintando el paisaje, marcando un antes y un después en la vida de todos los seres que les rodean, incluyendo la suya, porque sería justo en ese otoño del 2019 en que su vida daría un giro que no podría haber anticipado.

Bridgeth caminaba apresurada por las calles de Brooklyn rumbo a su instituto, eran finales de septiembre y el otoño empezaba a hacerse presente con su frio característico y el rojo empezando a pintar las hojas de los árboles. El ciclo escolar de su instituto había comenzado el 9 de este mismo mes, por lo que además de ir tarde a su primer día, iba atrasada en las clases. La vida de Bridgeth había sido algo complicada hasta ahora, creció en Manhattan junto a sus padres hasta hace un mes cuando su madre volaba rumbo a España para hacer su maestría y el vuelo cayó en un campo sin dejar sobrevivientes, por lo que luego del funeral se había mudado a Brooklyn con su padre. Al cruzar las puertas de su instituto se dirigió a su salón, donde todas las miradas se voltearon en su dirección y la voz de la maestra se detuvo al observarla.

–Buenos días, soy Bridgeth Abbott –Su nerviosismo era palpable en su voz, así como en el sudor que comenzaba a deslizarse por su frente–. Lamento la tardanza, aun me es difícil ubicarme por aquí.

–No se preocupe señorita Abbott, solo espero que sus notas no sean equitativas a esta… característica puntualidad suya. En fin, tome asiento y continuaremos con la clase.

La primera impresión que tuvo Bridgeth de su nueva maestra es que sin duda era una de esas que le harían la vida imposible, pero con el tiempo se daría cuenta de lo equivocada que estaba en eso, simplemente había sido un mal día para su maestra. Uno como el que muchos de nosotros solemos tener. La chica ubicó un asiento vacío al lado de la ventana y se dirigió a allí en silencio, con miedo de provocar un regaño peor hacia ella por parte de su maestra.

–No le hagas caso a la señora James, tengo la teoría de que tuvo una pelea con su pareja anoche. Usualmente no es tan cascarrabias como lo fue hace un momento –La voz de la chica golpeó directo en su oído, sorprendiéndola y generando que volteara en dirección al origen de la misma, quedando cara a cara con unos hermosos ojos verdes que la miraban con picardía y sorpresa antes de alejarse.

– ¿Y tú eres…?

–Oh, lo siento. Siempre olvido presentarme –Habló la de ojos verdes, extendiendo su mano derecha en dirección a una confundida Bridgeth. Nunca nadie se había dirigido a ella de esa forma sin antes conocerla–, mi nombre es Aubrey, Aubrey Mitchell.

–Señorita Mitchell, ¿tendré que cambiarla de puesto nuevamente o asumo que está adelantando a la señorita Abbott sobre los temas vistos en clase? –Dijo la señora James desde su lugar al lado del escritorio, generando que toda la clase clavara su mirada en las dos chicas, cuyos rostros adquirían un todo rojizo por la repentina atención que recibían.

–Lo siento señora James, me presentaba con Bridgeth y me ofrecía a prestarle mis apuntes para que se ponga al día con las clases –Aubrey rascaba la parte trasera de su cabeza mientras sonreía a su profesora y Bridgeth tuvo la impresión de que las orejas de la chica también habían cambiado de color, pero descartó la idea al percatarse del rojo que cubría la cabellera de la chica, contrastando con la piel blanca y brillante con leves rastros de pecas cubriéndola.

Luego de eso, no pasó nada interesante en su jornada. Aubrey cumplió su palabra y le prestó sus apuntes a Bridgeth, por lo que pasaron casi toda la mañana hablando entre ellas en voz baja tanto en el salón como en la biblioteca del instituto, donde pasaron su descanso. Una semana después, las dos caminaban juntas por los pasillos del instituto y aunque a Bridgeth le costaba un poco el abrir sus sentimientos, aceptaba que la chica comenzaba a agradarle, pero seguían siendo nada más que conocidas.

Aunque eso somos todos en realidad, nada más que meros conocidos que se cruzan una y otra vez en el mismo camino, caminando juntos durante un tiempo o tomando rumbos diferentes cada tanto y con algo de suerte, esos caminos se cruzaran de nuevo en un futuro. Sin embargo, existen personas que logran ser más que simples conocidos para nosotros y obtienen ese título de “amigos” o “acompañantes” a los que esperamos tener a nuestro lado el resto de la vida; y son ellos los que dejan una huella en nosotros cuando nos enseñan de una u otra forma a que nada es para siempre o los grandes sacrificios que somos capaces de hacer por aquellos a los que amamos.

Y Aubrey sería una de esas personas en la vida de Bridgeth, quien dos semanas después de iniciar sus clases en el instituto, tuvo que tomar una decisión:

–Brid, ¿tienes algo que hacer el sábado? –Cuestionó Aubrey sentándose a un lado de la mencionada en el comedor.

–A menos de que ver por décima vez mi serie favorita sea una respuesta válida para ti entonces no, no tengo nada que hacer el sábado –Contestó antes de darle una mordida a la jugosa manzana verde que sostenía en su mano.

– ¡Genial! Porque estuve pensando en que podría invitarte a tomar algo en uno de los mejores cafés de la zona, ¿qué te parece? –Una reluciente sonrisa aparecía en su rostro y Bridgeth podía notar como sus ojos se achinaban un poco y le daban cierto aire de ternura. Lo cual contrastaba con el tono burlón con el que le preguntó–: ¿Me concederías el honor de tomar un café conmigo, señorita Abbott?




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