Lo que un otoño puede hacer

Capítulo 4 – Lo más hermoso del mundo

El Bridge Park, uno de los lugares más hermosos de Brooklyn. Un pequeño pero hermoso parque justo al lado del East River, con una vista privilegiada del puente que cruzaba por encima del río. La idea de Bridgeth era simple en realidad: Un pequeño picnic a las orillas del East River junto a la chica que ocupaba sus pensamientos.

Ese día en el instituto le había contado a Aubrey sobre su padre, de lo atemorizada que estaba de contarle la verdad sobre las cosas pero de lo segura que estaba sobre el amor que sentía por ella, por su parte, Aubrey le aseguró que no tenía por qué apresurarse a hacer algo de lo que sentía tanto miedo, pero ella siempre estaría a su lado para ayudarle a afrontar sus miedos.

12 de octubre, Bridgeth llevaba una canasta con algunos postres y mantas en ella mientras en su mano izquierda sostenía la correa de Max que luchaba por soltarse para perseguir palomas.

–Max, se supone que serías mi ayudante –Le dijo la chica al perro que seguía forcejeando–. Ten, lleva esto y deja de luchar por perseguir palomas –La chica llamó la atención del canino con una ramita de juguete que también llevaba en la canasta –solo en caso de emergencia– para que su perro jugara en el parque en lo que ella organizaba las cosas.

Eran las 5 de la tarde cuando llegó a parque, lo que le dejaba exactamente una hora antes de que su compañera pelirroja llegara a su encuentro. Buscó una zona alejada de los demás y la encontró justo a la orilla del río; al parecer a las personas no les gustaba estar tan cerca del agua, pero a ella y a su chica les encantaba. Extendió una de las mantas detrás de los árboles y arbustos que les darían privacidad, sacó de su canasta los postres de fresa y mango que estuvo preparando toda la tarde, sus favoritos eran los de fresa pero a Aubrey le encantaban ambos, especialmente el de mango.

Justo cuando Bridgeth terminaba de organizar las cosas, su peludo amigo apareció corriendo para lanzarse sobre ella y empezar a lamer su rostro.

–Max, basta. El plan era que esperaras a Aubrey y la guiaras a donde estaba –La voz de Bridgeth sonaba amortiguada bajo los kilos de pelo y baba que la cubrían.

–Entonces me parece que Max ha hecho un excelente trabajo –Max se apartò de su dueña dando un ladrido antes de sentarse y mover su cola, mostrando orgulloso su logro: Guiar a la dueña de la voz hasta la chica que antes había estado atacando con su lengua.

–A-Aubrey, ¿hace cuánto llegaste? –Cuestionó la de ojos azules.

–No mucho en realidad –Aubrey tendió la mano en dirección de la rubia, quien la tomó para apoyarse en ella y levantarse–. Max me encontró en cuanto llegué y me trajo hacia ti –Se miraban fijamente, sus manos aun juntas y fue Aubrey quien decidió romper la distancia con un suave beso en los labios rosados que la enloquecían–. Esto es hermoso Brid, ¿lo preparaste todo tú?

–Sip –Dijo de manera distraída, un tono rojizo se había esparcido por sus mejillas y los nervios estaban por traicionarla–. Siéntate conmigo, linda. Max y yo nos esforzamos mucho por esto.

Fue el turno de Aubrey para estar sonrojada, le encantaba lo que Bridgeth era capaz de provocar en ella, todas las reacciones que tenían la una en la otra y las que aún faltaban por descubrir. La pelirroja obedeció, sentándose al lado de la dueña de sus pensamientos que le ofrecía la hermosa vista de un… Espera, ¿eso era un postre de mango?

–Es tu favorito, ¿verdad? –La duda y el nerviosismo eran palpables en la voz de Bridgeth, casi rogando por tener razón y no haberse equivocado en algo como eso. Aubrey pensaba que no había otro ser en el mundo que lograra enternecerla tanto como la chica de ojos zafiro frente a ella y no podía soportarlo, así que hizo la única cosa lógica que se cruzaba por su mente: Se abalanzó sobre ella y unió sus labios en un beso suave, tierno y cargado de sentimentalismo, el cual fue correspondido.

–Sí, lo es. Aunque ahora es mi segundo postre favorito –Comentó Aubrey al separarse del beso, lo que la hizo hablar sobre los labios de la chica sonrojada que la sostenía.

–Oh, lo siento. No tenía idea –Contestó de forma rápida, su tono había cambiado a otro un poco triste–, ¿Cuál es tu postre favorito ahora, Brey?

–Tú.

Los ojos de Bridgeth se abrieron de par en par ante la sorpresa y su rostro se volvió completamente rojo, casi como si se hubiese lavado la cara en agua hirviendo. Aubrey guardó esa expresión en su memoria antes de estallar en carcajadas y abrazar con fuerza a la chica entre sus brazos, generando que cayeran completamente sobre la manta que cubría el césped. Bridgeth se encontraba boca arriba, sentía cómo el cuerpo de Aubrey se apoyaba en ella y supo que era el momento.

–Brey… –La llamó, levantándola suavemente por los hombros, lo que hizo que Aubrey la mirara desde arriba, con la cabellera rojiza cayendo a ambos lados de su rostro, brindando privacidad a sus gestos y palabras, algo que solo ellas dos podrían contemplar–. Hay algo que quiero decirte.

–Dime, Brid. Te escucho –Contestó la pelirroja, ella podía sentir como el corazón de la chica debajo de ella se aceleraba al mismo tiempo en que su rostro tomaba un tono aun más rojo si es que eso era posible.

El atardecer se hacía presente, pintando el cielo de diferentes tonos de anaranjado y rojo. A la perspectiva de Bridgeth, todo se reducía a Aubrey, todo el mundo parecía estar basado en ella o ella estaba basada en todas las cosas bellas del mundo.




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