Así como había muchas cosas que el padre de Bridgeth no sabía sobre ella, habían varios secretos del hombre que se mantenían así: En las sombras, en la seguridad de la ignorancia. Lo cierto es que el señor Abbott tenía más de un secreto ante su hija, ante su familia y ante muchas de las personas que le rodeaban; todos los días debía utilizar una máscara ante la sociedad.
Abbott Scott era un hombre misterioso, pocas personas llegaban a descifrar lo que realmente pasaba por su mente y fue justamente de esta forma en que el apuesto y simpático Henry Crawford se adentró poco a poco no sólo en su mente sino también en lo más profundo de su corazón. Sin embargo, eso era algo que sólo sabían ellos pues si alguien más se enterase de esto, el gran empresario y jefe de personal Abbott Scott quedaría en la ruina. Esa era una de las principales razones por las que tenía tanto miedo de admitirlo frente a los demás, especialmente frente a su hija, su mundo al que quería proteger de cualquier maldad que la humanidad pudiese cometer.
Esa noche al llegar a casa, notó que Max no estaba por lo que su pequeña tampoco estaría, pero eso no era realmente lo preocupante aunque sentía que cada vez se alejaba más de ella; casi como si una gran pared de secretos los separara el uno del otro. Henry iba con él esa noche, por lo que no tuvieron problema en ingresar libremente a la casa desolada y acomodar el cabello del otro luego de cerrar la puerta.
–Scott, no podemos seguir escondiéndonos así de tu hija. Debemos decirle en algún momento –Dijo el joven mientras acariciaba un mechón rubio entre sus dedos y dejaba un casto beso en los labios de su compañero.
–Lo sé Henry, de verdad quiero decírselo pero aun no encuentro la manera de hacerlo –La voz del rubio sonaba temerosa y quebradiza, tanto que Henry lo abrazó con fuerza y permitió que apoyase la cabeza en su hombro– ¿Qué voy a hacer si ella me rechaza?
–No lo hará, cariño. Tu hija es comprensiva y va a seguir queriéndote sin importar qué. Y estaré contigo para decírselo si eso te hace sentir más seguro.
–Buscaré el momento, Henry. Lo prometo –Levantó un poco su cabeza para besar con ternura al hombre que lo sostenía entre sus brazos–, ¿qué te parece si vamos al cuarto para descansar? Ha sido un día pesado en la oficina.
Un pequeño beso en la frente fue la única respuesta que obtuvo antes de ser tomado de la mano para caminar juntos a su cuarto. Una vez allí, ya no había necesidad de contenerse a aquello que ambos deseaban antes de terminar abrazados, cubiertos de sudor y completamente agotados en los brazos del otro; Scott acariciaba la cabeza castaña de Henry con cuidado mientras este descansaba pacíficamente en su pecho, completamente dormido.
Pero la verdad de todo esto era una sola: Abbott Scott no amaba realmente a Henry, tenía un trauma de hace muchos años que le impedía amar realmente a alguien. La única persona a la que llegó a amar de verdad ya había muerto y le había dejado a una pequeña a la que quería con todo su ser. Sin embargo, buscaba distracciones cada tanto, pues era un hombre joven y prefería esto a cometer alguna locura. Le dolía tener que fingir cariño con el hombre que dormía justo ahora en su pecho, pero era la única manera de satisfacer sus impulsos pues no se sentía bien haciendo ese tipo de cosas con una mujer diferente a la que había amado.
Scott movió con cuidado al hombre que descansaba en sus brazos para dejarlo en la cama y así poder dirigirse al baño. Se sentía asqueado de sí mismo, quería dejar de sentirse así pero por más que se bañara y el jabón limpiara su piel, no dejaba de sentirse así. Una media hora después, se dio por vencido y terminó lavándose de nuevo la cara frente al espejo, fue entonces cuando escucho algo que lo dejó atónito: Risas. Su hija había regresado a casa acompañada de otra chica. Al principio, le pareció algo completamente normal, pues es común que las chicas de 16 años se queden a dormir en casa de sus amigas. Se dispuso a ir a saludarlas y a avisarle a su hija que estaba en casa para que no hicieran mucho ruido en su pijamada, pero no fue capaz de pronunciar palabra luego de asomarse un poco en la puerta y ver la escena que ocurría en el cuarto: Su hija estaba besándose con esa otra chica, estaban abrazadas en la cama mientras se besaban. Scott jamás se imaginó esto, siempre pensó que en caso de descubrir a su pequeña besándose con alguien sería con un chico, no con otra chica; no era capaz de aceptar que ella fuese igual a él, no quería que sufriera de la misma manera en que él había estado sufriendo durante tantos años: en la sombras.
Luego de ver eso, regresó casi corriendo a su habitación. Su hija se veía feliz y él quería que ella fuese feliz pero ¿realmente conseguiría ser feliz con otra chica en una sociedad que tomaba lo diferente como lo peor del mundo, como el peor pecado? Él mismo tenía miedo de admitir lo que sea que sintiese, ¿Cómo podía esperar a que su hija fuese más valiente que él como para enfrentarse al mundo y hacer lo que la hiciese feliz, sin ataduras, sin miedo? Su propio padre lo había echado de casa cuando tenía 16 años y lo descubrió besándose con un chico a la salida de la escuela, él no haría lo mismo con su pequeña. La apoyaría sin importar lo que sucediese o lo que pensaran los demás, pues él no contó con un padre que lo apoyara tuvo que enfrentarse sólo a las críticas de la sociedad hasta que conoció a la madre de Bridgeth y ella supo cómo llenar cada espacio de su vacío corazón. Pero Bridgeth no tenía por qué sufrir las mismas cosas que él, pues ella contaría con un padre que la apoyaría en todo… solo esperaba que ella no lo odiase cuando le confesara su extraña relación con Henry.