Lo siento, pero te amo

Capitulo 2

Desde hace varios años el domingo en la familia Alcázar es un día predilecto para reunirse, especialmente desde que los retoños volaron fuera del nido formando sus propias familias. Hoy es ese día, y no podía ser la excepción a la regla; cada uno de los Alcázar va a su anhelado día familiar, el más emocionado por la reunión es Damián, quien en los últimos domingos no pudo asistir por estar visitando a sus abuelos maternos. Disfrutó el tiempo que pasó con ellos, cada una de las historias que le contaban sobre su madre lo llenaba de gozo permitiéndole sentirse un poco más cerca de ella.

Sin embargo, ya quería volver al lugar que pertenece junto a su papá, tanto que al verlo en el aeropuerto corrió a su encuentro, y ahora que esta de vuelta por nada del mundo quiere perder la oportunidad de ver a su familia, con quienes sueña compartir sus experiencias adquiridas en el viaje.

 

   Rodrigo escucha muy atento cada una de las cosas que le cuenta su hijo, quien no para de hablar desde que se montaron en el carro. 

   —¿Sabias que mamá de niña practicaba nado? —inspira hondo y prosigue —, pero no solamente nadaba, sino que bailaba con sus amigas en el agua. Mi abuela me dijo que eran muy buenas y mamá siempre fue la mejor, tanto que participó en competencias y ganó medallas. 

   »Mamá era una campeona. ¿Te imaginas que hasta hay vídeos? son fabulosos, tanto que me provocaba nadar con ella. ¡¿Seguro yo sería tan bueno nadando como mamá?!

Escucharlo hablar de Beatríz con ese brío le cala en lo más profundo de su alma, removiendo la culpa que pensaba superada; para Damián la imagen de su madre sigue tan viva como el resplandor del sol, y eso es algo que Rodrigo tiene que aceptar ahora más que nunca que hay una nueva mujer en su vida.

   —Seguro que sí. —contesta con una genuina sonrisa tras la cual se esconde una historia que ningún padre le podría contar a su hijo.

 

El carro se detenie al llegar a su destino y Damián lo abandona con paso presto, recorriendo el camino de ladrillo que bordea el jardín delantero, porta una sonrisa triunfante producto del júbilo que hay en su corazón, no sabe cuánto extraña la casa de sus abuelos hasta que observo la fachada de piedra caliza blanco de aspecto áspero y ruguso, con ventanales de madera distribuidos por las dos plantas que permiten la entrada de la luz natural. Ese es el hogar al que pertenece y con impaciencia toca varias veces la puerta de roble.

   —¿Quíen eres? —inquiere una niña que al tiempo sonríe.

   Gesto que le cala friamente los huesos a Damián.

   «¿Quien es ella? »

   —¡Mily, no abras la puerta sin permiso!

Escucha la voz de su primo Luciano que no tarda en aparecer, esta vez bañando en sudor, con la ropa desaliñada y sucia, siendo normalmente ordenado y tranquilo. Damián se vuelve a Mily, ahí es cuando aprecia que también el sudor le escurre del vestido sucio.

***

Luego de varios abrazos a su familia Damián se mantiene apacible cavilando en Mily, algo inusual en sí. Quiere dejar de hacerlo, pero los estímulos que le producen aquella niña de risa jocosa no se lo permiten; que al reparar a Cristina no puede evitar comparar sus aspectos y darse cuenta que discrepan entré sí. Cristina posee el cabello castaño y lacio a la altura de los hombros, de tez clara y ojos grises; y Mily posee una cascada de rizos de chocolate que armoniza con su piel arequipe y a la vez desentona con sus ojos grises.

   En el transcurso del tiempo que ha dedicado a estudiarla, descubre algunas cosas sobre su persona. Su nombre es Emily Andrea Carmona, pero prefiere que la llamen «Mily». Es hija de Cristina, la novia de su papá. Todos se encuentran encantados con Mily, sobretodo Luciano quien la sigue a todos lados. Damián intenta conocerla un poco más de cerca y se une a sus juegos pasando a tenerla de su lado.

  Ahora ambos suben a toda marcha por las escaleras, Damián lleva la delantera guiándola a un nuevo escondite.

   —¡Ven Mily, vamos más rápido!

  Jugar al escondite nunca habia sido tan divertido como hasta ahora.

Entran al ático, lugar que Damián conoce perfectamente y que Luciano nunca se atrevería a descubrir.

   —Viste que es un buen escondite —le susurra Damián, buscando su aprobación.

   —Sí —pasea la vista por la habitación la cual esta llena de adornos, muebles y cajas con objetos envueltos en una tela de polvo —, aunque me da un poco de miedo.

   —No tienes que temer Mily —Damián saca pecho y se lo palmea con la mano derecha —. Yo te voy a proteger.

Habla sin titubeo, haciendo una promesa inocente con la suficiente determinación para hacer sentir a Mily segura. 

   —¡Gracias! ─murmura ella antes de abalanzarse sobre él.

 

   Rodrigo se levanta de su asiento dirigiéndose al otro extremo de la mesa, donde su hijo se mantiene absorto, cuando cada expresión surca su rostro se vuelve una copia exacta a las suyas. Se le puede ver la desesperación de no tener a Mily a su lado, las continuas visitas de Cristina y su hija los domingos se han vuelto habituales, pero este fin de semana le tocó quedarse con su papá.




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