―¿Por qué lo tiras? Sería bonito que lo vieras cuando estuvieses sobrevolando la Tierra―Liv desvió la vista de las rejas para mirar de nuevo a Marcos y soltó una carcajada amarga, frunció el ceño sin comprender.
―¿En serio crees que podría llegar a astronauta? Por muy inteligente y por muy bien que se me dieran las cosas nunca contratarían a una asesina para ir al espacio―explicó sentándose en el escritorio―tú ni siquiera podrás ser músico...
―¿Qué?―Olivia asintió―puta Marina―murmuró sentándose.
―Joder...para tener ocho años tienes un vocabulario...―Marcos le echó una mala mirada y Olivia sonrió.
―Mi hermana tiene 15 años...
Estuvieron el resto de la mañana hablando sobre sus vidas cuando estaban libres, hasta que llegó la hora de la comida, abrieron su puerta y Marcos salió detrás de Olivia, ya que no conocía las instalaciones. Cruzaban pasillos y bajaban escaleras y Marcos se dio cuenta de que había muchos niños y adolescentes encerrados, algunos injustamente y sin malas intenciones...y otros con las peores intenciones.
Entraron en el comedor, cogieron una bandeja y circularon por una cola mientras que los camareros les servían la comida de hoy: revuelto de espinacas y compota de manzana.
―Odio las espinacas―murmuró Marcos recogiendo el botellín de agua, desvió la mirada de la bandeja para localizar a Olivia, estaba sentada en la mesa número ocho, allí estaba el niño que se había burlado de él y otros tres adolescentes.
Miró el resto de las mesas, parecían estar catalogadas de los más débiles a los más fuertes, él no sabía donde sentarse y Liv pareció darse cuenta porque se levantó y se acercó a donde él, se cruzó de brazos.
―¿No sabes dónde sentarte?―preguntó y él negó, agarró el brazo de Marcos y se lo llevó a una esquina―verás...el recreo es a las cinco, tendrás que hacer un par de cosillas que desvelarán tu nivel...el nivel más alto es el diez y el más bajo el uno, ahora mismo sin pasar las pruebas tienes que comer en la uno―Marcos desvió la mirada a la mesa uno―sí, son bastante más pequeños que tú...pero es lo que hay―Marcos suspiró y se sentó en la mesa uno, Liv lo miraba preocupada y él se limitó a comer rápido y en silencio, se sentía un poco traicionado por Olivia.
Olivia se sentó de nuevo sonriente en la mesa, empezó a comer el revuelto y levantó la mirada al darse cuenta de que todos la miraban.
―¿Tengo granos en la cara?―preguntó molesta y todos negaron.
―¿Qué rollo te traes con el Llorica?―le preguntó Iván y Liv rodó los ojos.
―¿Me lo preguntas en serio?―él asintió―es mi compañero de cuarto, es la primera vez que lo meten y no se entera de cual es su lugar, es patético―explicó dando un trago largo de agua, todos en la mesa respiraron aliviados―¿qué os pensábais?
―Pensábamos que te habías enamorado o algo de un niño de mamá―contó Leire riéndose.
―¡Cómo se va a enamorar de un niño pijo!―exclamó Jordi―¿viste la corbata?―comentó riéndose y todos le siguieron la broma, Liv bebió un poco de la botella y desvió la mirada a Marcos, se cruzaron sus miradas y él la saludó, Liv desvió la mirada y se volvió a centrar en los de su mesa.
―¿Tú quién eres?―preguntó un niño de seis años cuando Marcos se sentó frente a él, el resto de niños y niñas de la mesa redonda lo miraban fijamente.
―Yo...―se aclaró la garganta―soy Marcos y soy nuevo, esta tarde pasaré la prueba―todos ríen―¿qué?―preguntó confundido y una niña de su edad decidió tomar la palabra.
―Pues que todos pasan la prueba...si no la pasaras quedarías como el niño al que pegarle una paliza para desahogarse, y te aseguro que no es recomendable...
―Entonces...¿cómo paso a una mesa de más nivel?―preguntó confundido.
―Todos los meses llega el bus con nuevos integrantes o se lleva algunos...entonces se hace una prueba en la que dependiendo del número de puntos o vas a un lugar o a otro―contestó otra niña con tranquilidad y Marcos asintió―soy Vanesa, ellos son: Luis―indicó al que le habó primero―Gia―señaló a la chica de su lado―Mario y Lorena―Marcos asintió.
―Como comprenderás cada área compite por separado, nosotros somos el área norte―indicó Mario y Marcos sonrió.
―Vale...¿de qué van las pruebas?―preguntó intrigado.
Tomás baja las escaleras del metro hasta llegar donde él, abre las puertas y se sube a la cabina. Está muy afectado todavía por lo de su hijo.
―Hola―saluda Tobías, su jefe.
―Hola, siento mucho lo de Marina...
―Oh, no te preocupes, toma―le entregó un sobre, Tomás frunció el ceño―es tu finiquito―informó―estás despedido―Tomás metió de nuevo todo en el sobre y lo miró sin entender―quiero la tarjeta y las llaves, el uniforme puedes quedártelo de recuerdo...―Tomás asintió y se marchó de la estación, estaba muy apenado, desde aquella vez que montó en el metro cuando era pequeño, su sueño siempre fue ser maquinista y ahora por culpa de Marcos...no volvería a conducir un metro, por lo menos no en la capital francesa.
Se sentó en un banco fuera de la estación y marcó el número de su mujer.
―Hola, cuando oigas este mensaje, llámame. Me han echado del metro―colgó y no pudo reprimir más las lágrimas que llevaban amenazando con salir desde aquel sábado por la noche.
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