Lo metieron en el coche patrulla, cosa que le sorprendió bastante a Marcos, aunque no se atrevió a decir nada. Seguía esposado y Marinette y Jean estaban delante hablando sobre la hora del descanso.
―Jean―llamó y ambos agentes se callaron―no hace falta que me digas lo de que mis palabras se volverán en mi contra y bla, bla bla. Solo quiero decir que me encantaría que me permitieran utilizar mi preciado violín―pidió y Marinette y Jean cruzaron miradas aprovechando que habían parado en un semáforo en rojo.
―¿Para qué quieres el violín?―interrogó Marinette y Marcos sonrió.
―Es como una clase de terapia, me ayuda a estar tranquilo. Parte principal por lo que estuve años sin formar ningún escándalo en la cárcel de niños, como me gusta llamarle.
―Comprendo...―murmuró Marinette―tendrás que decírselo a los policías internos―Marcos asintió mientras formaba un plan en su mente.
No tardaron en llegar, la cárcel estaba un poco más cerca que el centro de menores, al llegar le cachearon y le obligaron a usar un traje naranja que le recordó al primer día en el centro de menores.
Soltó un largo suspiro antes de despedirse con la mano de Jean que ya se iba junto su compañera y se dirigió al que parecía el "jefe".
―Soy músico y me encantaría seguir tocando mi violín―dijo señalando su instrumento que estaba sobre la mesa. El hombre asintió y revisó que no hubiera nada además del violín y el arco, sacó el dibujo de Olivia―no toques ese dibujo―advirtió y el hombre asintió entregándole el violín junto el dibujo.
Entonces le dio una patada en el pecho a él y a la otra policía que estaban en la sala y comenzó a tocar la melodía. Estaba nervioso, era la primera vez que lo hacía con dos personas a la vez y tenía miedo de que no surgiera efecto.
Los policías comenzaron a pegarse entre sí. La mujer agarró la mesa y estaba dispuesta a tirarla al igual que el varón iba a lanzarle una espada que guardaba entre los objetos de los presos.
Pero eso nunca llegó a ocurrir. Unos policías llegaron justo a tiempo.
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―Tienes un nuevo paciente―anunció Roi tendiéndole a Carlota un informe de salud―ese es su diagnóstico, aunque debes vigilar que no esté nada erróneo―Carlota asintió y entró en la habitación cerrando la puerta a sus espaldas.
Un chico estaba sentado mirando hacia la ventana. Estaba de espaldas por lo que no podía ver su rostro, pudo identificar que no era muy alto, su cabello era castaño y con ondas, no le llegaba por debajo de la barbilla y era joven.
―Hola...Marcos―leyó Carlota su nombre y él se giró―soy Carlota y seré tu psiquiatra a partir de este momento―anunció sentándose en una silla cerca de la puerta y sonriéndole ―acercáte y habla un poco conmigo, no muerdo―dijo sonriente y Marcos cogió la silla para colocarse frente a ella―¿sabes porqué estás aquí?
―Parece ser que tengo una enfermedad psiquiátrica―murmuró Marcos echándose hacia atrás y cruzándose de piernas, Carlota asintió apuntando en su libreta.
―¿Cuál?―se atrevió a preguntar a lo que Marcos simplemente se encogió de hombros―es un transtorno de la personalidad. Suelen ser ocasionados por experiencias de la niñez―informó y Marcos asintió sin darle demasiada importancia―¿por qué estuviste en el centro de menores?―preguntó recordando lo que leyó en los periódicos antes de ir a trabajar.
―Me acusaron de abuso y agresión a una niña de diez años cuando yo tenía ocho―Carlota asintió sin quitar su sonrisa, abrió la boca para hablar pero Marcos le interrumpió―antes de que me lo preguntes yo no hice tal cosa.
―¿Fuiste acusado injustamente?―Marcos asintió―sin embargo, confesaste...
―Lo hice porque no me quedaba otra alternativa. Nadie me creía, todos pensaban que esa niña "muda" era la víctima cuando era obvio que ella había empezado esa pelea y que yo...no le hice nada―contó mientras lágrimas se resbalaban por su rostro, Carlota frunció el ceño.
―¿Por qué las comillas en "muda"?―inquirió y Marcos soltó una corta carcajada y apoyó sus codos en las rodillas acercándose a Carlota.
―Carlota, sé que eres la hermanastra de Marina―confesó y Carlota alzó una ceja sorprendida―y también sé que piensas que era muda―la sonrisa de Carlota se esfumó al escuchar esas palabras. ¿Qué quería decir con eso?
―Me sorprende que hayas tenido conocimiento sobre mí antes de saber que sería tu psiquiatra―admitió tomando nota de lo que decía Marcos y volvió a levantar la vista para mirarle directamente a los ojos―pero lo que más me sorprende es que digas que Marina no era muda, lo era. Así lo probaban los doctores y ella misma―Marcos se reincorporó y negó con la cabeza chascando la lengua.
―En ese caso...¿maté a la Marina que no era? Porque la que yo maté hablaba bastante bien nuestro idioma, incluso su último grito se entendía con claridad. Vaya, parece que me culparon por el delito equivocado...
―Vamos a pasar a otra cosa...―dijo Carlota pasando la página de sus notas―¿qué te dice el nombre de Olivia?―Marcos tragó en seco y se levantó para mirar por la ventana.
―Amiga, novia, heroína...el motivo por el que soy así. A ella le mataron injustamente―se giró―a mí me encerraron injustamente...ella me enseñó que el mundo era injusto, pero que podríamos impartir justicia. Por eso estoy aquí, por matar a Marina, por matar a Jordi...el karma quizás no existe, quizás no se hubiera cumplido justicia en el futuro...yo solo quería asegurarme de que eso ocurriera.
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Chan, chan, chan!!!
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