Loca Orquesta

Parte II Capítulo III


Marina puso los ojos bizcos mientras Marcos seguía tocando, Marina se levantó y se dirigió a la cocina tal y como narraban los pensamientos de Marcos, cogió una sartén y un cuchillo, mientras con una mano se golpeaba con la sartén, con la otra se cortaba las venas, Marina no tardó en desplomarse en el suelo.

―Te lo mereces―y escupiéndole en la cara recogió su maletín y su violín y se marchó de la casa sonriente.

No tenía miedo de las autoridades si descubrían el cadáver, al fin y al cabo ninguna de las armas homicida tienen sus huellas y todo parece ser un suicidio, ¿verdad?

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―Sé que no pasaron las veinticuatro horas desde que desapareció pero deben entender mi preocupación, el niño que trató de matarla hace diez años anda suelto y ha preguntado por ella―contó Luisa por teléfono desesperada luego de que la policía dijera que era demasiado temprano para buscarla.

―No se preocupe. ¿Acaso en los últimos diez años Marcos hizo algo?―preguntó el policía a lo que Luisa se quedó en silencio―la respuesta es no. Tuvo un magnífico comportamiento tras la pelea con su compañero.

―Seguro que para no levantar ahora sospechas―aseguró Luisa a lo que el policía cansado de las insistencias de la señora se despidió y colgó.

Luisa se quedó viendo el teléfono y lo apretó entre sus manos, estaba muy segura de que no volvería a verla nunca más con vida.

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Marcos caminó por las calles con la cabeza alta y muy sereno, tras acabar su pequeña venganza con Marina se sentía de maravilla. Una sensación de alivio, felicidad y un peso quitado de encima era lo que sentía en ese momento.

Hace años pensar en lo que acababa de ocurrir le hubiera hecho gracia o le hubiera asustado, ahora simplemente tiene la sensación de que no es suficiente, le toca Jordi.

Caminó por las calles en dirección al barrio más pobre de París, donde estaban algunas bandas y camellos, con la esperanza de encontrar algún conocido de Jordi.

Su alegría fue mayor al identificar a Micaela haciendo un grafiti en una de las paredes de una panadería.

―¿Micaela?―ella se giró y entrecerró los ojos dudando.

―¿De parte de quién?

―Marcos, el que era novio de Olivia Fount―Micaela abrió los ojos sorprendida y asintió poniéndole la tapa al spray, le dijo que efectivamente era Micaela―no quiero molestarte pero...¿sabes dónde podría encontrar a Jordi?―Micaela sonrió con picardía y asintió lentamente.

―¿Quieres vengarte?―él asintió y ella sonrió ampliamente quitándose el gorro―trabaja en la fábrica de bollería industrial de las afueras, se ha teñido el pelo de azul y tiene una cicatriz que cruza su cara de izquierda a derecha―explicó Micaela pasando su dedo índice por el lugar donde estaría la cicatriz de Jordi, Marcos asintió y se marchó sin más, directo a por su nuevo objetivo.

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―Hijo―llamó Bárbara a Tomás, que se giró para ver a su madre―¿no piensas ir a por mi nieto? Acaba de salir del centro de menores―Tomás negó y cogió el periódico, se tensó al leerlo, Bárbara se acercó a él y se sentó al lado para ver qué era lo que leía―¡madre mía!―exclamó Bárbara tapándose con la mano la boca.

―Encuentran a la joven Marina Marsell fallecida en su domicilio, todo parece apuntar a un suicidio pero sus seres queridos desmienten esta afirmación, la policía está investigando dada la casualidad que se suicide justo el día de salida de Marcos Larneu, quien intentó matarla diez años atrás...―leyó Tomás un tanto sorprendido.

―No ha sido Marcos―aseguró Bárbara de brazos cruzados, Tomás se calló y Bárbara le agarró del mentón obligándole a mirarla a los ojos―no ha sido Marcos―dijo más alto con tono serio, soltó a su hijo y negó con la cabeza―me parece miserable que pienses que tu hijo pueda ser capaz de hacer tal fechoría―salió de la cocina y se dirigió a su habitación, Tomás suspiró, tenía razón.

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Jordi empaquetó la caja de bollos, todavía le quedaban más y estaba cansado, odiaba trabajar de noche.

Era la hora de descanso cuando decidió salir fuera a fumar.

Intentó prender el cigarro pero el mechero no funcionaba.

―¿Quieres fuego?―preguntó alguien a su derecha y él asintió, giró su rostro y abrió los ojos como platos al sentir calor en su pecho―vas a morir en el infierno―afirmó Marcos, le había prendido fuego a la camiseta de Jordi, quien intentaba apagarla sin éxito―agradezco que seas tan estúpido de no saber cómo salvarte de esta situación.

Cogió el violín y comenzó a tocar su melodía, Jordi puso los ojos en blanco se metió en la sala de máquinas aprovechando que durante el descanso no había nadie, puso en marcha la máquina de embasar al vacío y se sentó en la cinta.

Marcos sonrió mientras tocaba al ver como su mayor enemigo acabaría muerto, no solo por las quemaduras si no también por la falta de oxígeno.

Tras Jordi ser envasado, miró al reloj, tan solo quedaban cinco minutos de descanso, rápidamente cogió el cuerpo y lo tiró entre las cajas de mercancía.

Los trabajadores comenzaban a entrar así que él salió con cuidado para no ser descubierto.

Cogió un metro y tras bajarse caminó hasta el cementerio, iba a celebrar con Olivia que por fin había cumplido su cometido y experimentaba la mejor sensación que había vivido antes.

Realmente se sentía vivo y feliz, sin remordimientos.

Y no iba a permitir que esa sensación de infelicidad, culpa y trsiteza se apoderara de él. Él ya no era el mismo, y era consciente de ello, había cambiado sin marcha atrás.

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