Lorna y el grillete de hierro

Capítulo 2


   Lorna iba con la cabeza agachada, ya se estaba resignando a pasar el resto de su vida con esa forma, sirviendo a la que de seguro sería una chiquilla insolente. El hombre caminaba delante de ella, tenía algún mal en la pierna izquierda que le impedía apoyar el pie por completo. Lorna deseó que se tropezara y se rompiera la cabeza contra una roca, luego se reprendió por haber pensado algo así, él no tenía la culpa de que un hechicero la hubiese capturado. Ni siquiera sabía que era humana, bueno…casi humana.
   Corél se dirigía a las afueras del pueblo, las viviendas se hacían cada vez más escasas mientras la vegetación aumentaba. Lorna se preguntó por qué el hombre no había traído un caballo si vivía tan lejos. Se detuvieron frente  a un arco de piedra que el follaje de los árboles cercanos disimulaba. Ella ni siquiera se había dado cuenta de que estaba allí cuando había pasado por ese lugar con Mádrigus. El arco marcaba la entrad a un camino bordeado de bosque, incluso parecía un túnel hecho de troncos, ramas y hojas. A Lorna le pareció hermoso, tanto que se decidió a alzar más la cabeza para admirar mejor el paisaje. Al menos estaría cerca de la naturaleza.
   – ¿Te gusta? –Le preguntó Corél a la loba–. Este lugar me lo dio el rey por mis servicios como Guardia Real.
   «Entonces era militar»
   –Sé que estás aquí en contra de tu voluntad, pero te iban a vender a otra persona de todas formas si yo no te compraba, y pagué mucho dinero por ti, no te puedo dejar libre. También imagino que lo más probable es que no entiendas lo que te estoy diciendo, eres un animal después de todo, pero no pierdo nada con intentarlo –se volteó hacia ella–. He conocido a perros que incluso participaron en la guerra, sé que algunos animales son muy inteligentes y pueden comprendernos. No estoy seguro de que tú seas uno de ellos, eres algo desconocido, un ser proveniente de un lugar lleno de magia. Te pido entonces que me des alguna señal si me comprendes.
   Lorna se sentó en el suelo y lo miró con cara de que no sabía de lo que estaba hablando. No tenía forma de decir lo que era. Si supiera escribir en el idioma de Corél podría haber hecho un mensaje en la tierra, por eso iba a hacerse pasar por tonta para que el hombre quedara como un loco que intentaba hablar con los animales.
  El hombre suspiró –Soy un tonto –sacó el pañuelo negro que había usado para vendar los ojos de la loba y se secó la frente con él–. Al menos servirás de mascota. Maya se sentirá muy feliz. Lleva tiempo pidiéndome un animal de compañía. No tiene muchos amigos que digamos.
   La loba vio la expresión medio afligida del hombre antes de que este se girara. Parecía buen padre, y aunque no poseía la belleza de los elfos algo en él era muy atrayente. Quizá fuera la seguridad con la que caminaba a pesar de su cojera, o la fuerza que emanaba de su ser. Tenía la piel bronceada, las facciones de su rostro eran duras, mandíbula fuerte, cejas gruesas. Sus ojos eran negros, y el pelo del mismo color tenía algunos destellos plateados ¡Pero qué estaba pensando! ¡Aquel hombre la tenía cautiva!
   Llegaron a una enorme casa de dos pisos totalmente pintada de amarillo. Lorna vio como una niña asomaba la cabecita por una de las puertas. Parecía asustada, y a la vez ansiosa por salir al encuentro de su padre.
   – ¡Maya, puedes venir! No te morderá –le grito Corél a su hija desde la entrada.
   La niña se decidió a salir. Caminó con precaución hacia su padre y hacia el gigantesco animal que había junto a él.
   –Se llama Lorna ¿No me habías pedido una mascota?
   Maya abrió mucho los ojos – ¡Es muy grande!
   –No creo que sea una buena guardiana, pero dos todas formas la gente se lo pensará dos veces antes de meterse contigo.
   La loba lo miró y alzó una ceja lobuna ¡Ella podría ser muy buena guardiana! Claro, si le interesara serlo. La magia no podía obligarla a defender a nadie como tampoco  podía obligarla a atacar a una persona. Solo servía para impedir que atacara y para indicarle el lugar en que tenía que estar, podía sentirlo.
   Maya se acercó un poco más al animal. Lorna sentada le llevaba  una cabeza a Corél que era un hombre bastante alto. La niña, que debía tener unos ocho años, era una miniatura comparada con la loba. La pequeña se lanzó hacia ella y la abrazó hundiéndose en el pelaje de su pecho. Lorna sintió algo extraño con ese abrazo: tubo ganas de devolverlo. Antes de darse cuenta estaba inclinando el cuello para acariciar a la niña con la cabeza.
   –Bueno, veo que se llevarán bien –Corél  sonrió. Era la primera vez que Lorna lo veía cambiar a una expresión que no fuera de seriedad o tristeza–. Vamos adentro, la cena ya debe estar haciéndose y podríamos robarle algo a la señora Roth –le guiñó un ojo a su hija.
   Maya rió –Creo que darle de comer a Lorna va a ser un problema.
   – ¿Sabes que no había pensado en eso? Voy a tener que comprar más reces, o dejarla cazar en el bosque.
   A pesar de lo que cualquiera pensaría por su tamaño, Lorna en su forma de loba podía subsistir con la misma cantidad de alimento  (preferiblemente carne cruda) que comería siendo humana, pero eso no podía decírselo a ellos. Ya se darían cuenta.
      
 




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