"Los Belmont: Escándalos del Siglo 21"

Capítulo 1 – La Temporada Social Inicia

"Querida sociedad…
Con la llegada de la primavera, los cerezos florecen en Central Park y con ellos, los secretos que se creían enterrados. Los Belmont, la familia más deslumbrante —y vigilada— del Upper East Side, abren la temporada con una gala destinada a la filantropía… pero que seguro regalará mucho más que discursos y donaciones.
Atentamente,
Lady Manhattan."

La mañana comenzaba con una vista despejada de Manhattan desde el piso 51 del edificio Belmont Tower. El penthouse, con su mezcla de mármol italiano, ventanales inmensos y obras de arte contemporáneo, parecía un escenario cuidadosamente diseñado para una película sobre el poder. Y en cierto modo, lo era.

Verónica Belmont observaba el ajetreo desde su terraza privada, con una copa de mimosa en una mano y un catálogo floral en la otra. El evento de esa noche no solo abriría la temporada social, sino que marcaría el regreso formal de su familia al foco tras un año de discreto silencio.

—¿Cuántas veces tengo que decir que no quiero hortensias azules? Son fúnebres —dijo con un tono tan calmado como mortal. Su asistente, Lila, asintió sin respirar.

Desde el fondo del pasillo, el sonido de puertas que se abrían y cerraban se mezclaba con los ecos de tacones y conversaciones cruzadas. Los Belmont se preparaban. Y aunque ninguno lo admitiría, todos sentían lo mismo: presión.

Alexander Belmont, el primogénito, ajustaba el nudo de su corbata frente al espejo con la precisión de un cirujano. Su imagen proyectaba éxito: traje Tom Ford, barba bien cuidada, mirada impenetrable. Pero detrás de ese rostro perfecto, latía un corazón agotado por años de especulación mediática.

Desde el escándalo de la fusión con MorganTech, donde se lo acusó —injustamente— de fraude, Alexander había mantenido un perfil tan bajo como le era posible. Ahora su madre esperaba que resurgiera no solo como empresario, sino como el “partido” del año.

En el ala este del penthouse, Elena Belmont cerraba la pantalla de su laptop con fuerza contenida. Un nuevo artículo anónimo había insinuado una cena secreta con Lucas Walker. Lo peor: era cierto. Y peor aún, alguien lo sabía.

El vestido rojo de silueta clásica colgaba de su armario, pero en su mente solo revoloteaba una palabra: traición. Sabía que estar con Lucas era peligroso, no por él, sino por el apellido que cargaba. Walker y Belmont no se mezclaban. Nunca.

Gabriel, por su parte, reía mientras su estilista le ayudaba con el peinado. Su cabello, perfectamente alborotado, debía parecer casualmente glamuroso. Era el rostro de una marca de perfumes y embajador de estilo de más de diez revistas, pero esa noche no era solo una figura pública.

Su novio, Marcus —un periodista serio y comprometido con causas sociales— lo había advertido: “No quiero fotos. No quiero salir en tus redes. Aún no.” Gabriel lo aceptaba… hasta cierto punto. Había llegado a un límite.

Isabella, la más reservada, revisaba su celular bajo la mesa de maquillaje. Cada mensaje que recibía de Daniel era como una chispa que incendiaba su interior. Lo había conocido en una protesta universitaria y desde entonces, no había vuelta atrás.

Sabía que Verónica lo desaprobaría. Daniel era hijo de la fiscal general, una mujer que años atrás había investigado a Charles Belmont. La tensión entre ambas familias era tan densa como las cortinas de terciopelo que decoraban el salón principal.

Nicolás estaba tirado en su cama, con los auriculares puestos y una lista de reproducción de indie rock envolviéndolo. Miraba fijamente una foto en su celular: él y un chico desconocido saliendo del club "Vox". Alguien la había filtrado. Lady Manhattan la tenía.

Era su primera temporada en casa desde que se mudó a vivir al campus de Yale. La idea de volver al centro de atención lo angustiaba, pero Verónica había sido clara: "Los Belmont no desaparecen. Resurgen."

Esa tarde, la residencia era un desfile de estilistas, asesores, decoradores, camareros y floristas. El salón principal se transformaba en una obra de arte viva, con tonos dorados, candelabros suspendidos y una pasarela sutil sobre la cual desfilarían los dioses modernos del Upper East Side.

La música clásica comenzaba a flotar por los altavoces integrados. Los Belmont descendían uno a uno como piezas de ajedrez colocándose en el tablero.

Verónica los reunió antes de que llegaran los primeros invitados. Su discurso fue breve, como una advertencia disfrazada de motivación.

—Esta noche, no hay espacio para errores. Son los Belmont. Son el centro. Y nadie, escúchenme bien, nadie debe verlos titubear.

La puerta principal se abrió con la precisión cronometrada de un espectáculo. Una ola de cámaras capturó a Alexander primero, imponente y magnético. Le siguieron Elena, misteriosa y elegante; Gabriel, brillante y seguro; Isabella, discreta pero con aura de intriga; y Nicolás, más nervioso que nunca.

Verónica cerró la marcha, vestida de negro con un escote discreto, joyas heredadas y mirada de emperatriz. El evento comenzaba.

La gala reunía a las figuras más influyentes de Nueva York. Empresarios, políticos, celebridades, influencers, todos allí, como orbitando alrededor de un solo sol: los Belmont.

El discurso de apertura fue breve. Alexander agradeció la asistencia, habló de la importancia de la educación, y evitó mencionar cualquier asunto personal. Elena saludaba a embajadores y jueces con la sonrisa automática que dominaba desde la infancia.

Gabriel aprovechaba para posar estratégicamente. Isabella se escabullía entre columnas buscando un momento de respiro. Y Nicolás, incapaz de mantener la calma, se dirigía al bar por su segunda copa de whisky.

La noche parecía avanzar según lo planeado… hasta que una vibración simultánea alertó a los asistentes. Todos sacaron sus teléfonos. Una notificación de Lady Manhattan había llegado.

Una nueva publicación. Un nuevo escándalo.




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