Los besos robados de Bridget

Prólogo

3 de febrero de 1998

La odio. Aunque mami diga que odiar está mal y que es un feo sentimiento al que no debo “someterme”, odio a la sosa niña de cabello naranja.

Ella tiene toda la atención. Todos parecen sorprendidos de su cabello y sus ojos. Ella quiere que todos la miren, ella siempre sonríe.

Ella ahora siempre está aquí.

Ella es bonita. Muy bonita.

Yo era la más bonita, ahora por su culpa no lo soy.

Me cruzo de brazos y le saco la lengua; ella abre muy grande la boca, me doy la vuelta y camino hacia mi árbol favorito.

Es mío, mi árbol.

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6 de febrero de 1998

No puedo creerlo, la niña de cabello naranja está en mi árbol y ella me está enseñando la lengua en señal de victoria. Está siendo odiosa.

Ella está en mi árbol. ¡Esto es tan injusto!

Pisando fuerte camino hacia ella y cuando estoy cerca tiro de su cabellera. Ella grita y me pellizca con sus dedos las mejillas, haciéndome llorar. Ted, el niño soso moreno, está llorando porque peleamos y solo quiero que él se calle.

La niña nueva jala[1] de mis trenzas y yo la empujo, lo hago tan fuerte que ambas caemos en un charco de lodo. Entonces, permanecemos en silencio viéndonos con fijeza.

Ella está llena de lodo, yo también. Y sigue siendo bonita… Espero que yo también.

Se ve graciosa, parece una muñeca sucia. Ella aprieta con fuerza los labios y comienza a temblar. Creo que va a llorar y eso me hace reír. Para mi sorpresa, luego de unos instantes de silencio ella comienza a reír junto a mí.

La señorita Lucy llega dando esos odiosos gritos que me molestan y pregunta qué sucedió.

Oh, oh. Yo lo comencé todo, por lo que bajo la cabeza; la niña nueva suspira.

—Estábamos jugando y caímos, señorita Lucy —dice la niña nueva, haciéndome abrir la boca con sorpresa.

—Pero señorita Lucy… —comienza Ted, y la niña nueva se le acerca.

—Si dices algo no te presto mis creyones[2] . —Ted asiente y sé que la niña nueva ahora es mi amiga.

Ya no la odio.

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18 de abril de 1998

Me encanta La Cenicienta: amo verla todo el tiempo, y aunque Kae la odia, ella también la ve, porque ella es mi amiga. Mi mejor amiga, solo mía. La cenicienta es una bonita princesa, es linda y tiene un hada madrina. Me gusta, yo quiero un hada madrina.

—Ella es tan tonta —dice Kae, y yo la empujo. Ella ríe.

—No es cierto.

Kae se encoge de hombros y juega con mi cabello, devuelvo mi atención a la televisión, pero siento a la hermana de tres años de Kae intentando trepar por mi pierna. Ella siempre quiere subir a mi pierna, y es tan molesto.

Miro a Katherine, la pequeña, y niego con la cabeza, sacudiendo mi pierna sin que su mamá se dé cuenta. No quiero que la señora Kancy sepa que no quiero que su pulga suba a mi pierna, esa niña muerde.

La puerta se abre, me sobresalto, y lo que parece ser un niño corre muy rápido por toda la sala con un balón rebotando en sus manos.

—¡Atrápala, cabeza de zanahoria! —grita, arrojando el balón a Kae pero golpeándome a mí.

Siento el ardor en la frente, eso ha dolido.

—¡Auch! —grito, sobando mi frente. El niño me mira.

Él no es un niño, él es grande y alto. Sus ojos, que parecen azules, me están viendo fijamente mientras mi amiga le grita y frota demasiado fuerte mi frente. Yo solo puedo verlo a él.

—¡Eres tonto, Keith! —grita Kae, pataleando y llorando por mí, pero eso no alivia el daño, me sigue doliendo.

Siento a la pulga de la señora Kancy intentando subir una vez más por mi pierna, pero yo solo veo al niño que ahora me ve con una sonrisa. Él se encoge de hombros y ladea su cabeza.

—Lo siento, niña linda —murmura antes de subir corriendo las escaleras.

Yo solo me quedo ahí, viendo el lugar por el que se fue, sintiéndome extraña y curiosa. Ese niño me hizo sentir diferente.

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22 de abril de 2001

Kaethennis ríe de mi expresión de sorpresa. Estaba haciendo una bomba de chicle y ella lo ha explotado, ahora tengo todo el chicle alrededor de mi boca. Es incómodo.

—Será mejor que corras, porque voy a matarte —advierto. Abre los ojos con sorpresa antes de tomar en cuenta mi declaración y comenzar a alejarse a la carrera y riendo.

Bajo de su cama y la sigo saliendo de su habitación. Ella grita que no voy a atraparla, me ahorro la respuesta porque mi energía está concentrada en mi objetivo. Escucho a Keith quejarse mientras, sin ver realmente, bajo con rapidez las escaleras, y tarde me doy cuenta de que viene subiendo.

Intentando esquivarlo, me enredo con mis propios pies y mi instinto me hace tomar su camisa en un intento de mantener el equilibrio. Error. Absoluto error.

Siento dolor en mi espalda baja cuando golpeo contra uno de los escalones, pero luego todo se siente extraño porque Keith está sobre mí. Ha caído por mi culpa. Parpadea continuamente con total desconcierto y yo siento mis mejillas sonrojarse.

¿Por qué estas cosas me pasan a mí?

—¿Cuál es la emergencia que las tiene corriendo de tal forma? —pregunta, pero esa sonrisa me envía a mi mundo de Keithland—. ¿Brid?

—¿Sí?

—¿Quieres que me levante?

—Eh… Sí, eso quiero. —Y para ser más firme me muevo—. ¡Pesas!

Ríe y rueda hacia un lado, cuando me voy a levantar toma mi brazo y me lo impide, haciendo que me quede recostada de una manera muy incómoda en las escaleras, a su lado. Volteo a verlo y está sonriéndome. Últimamente quiero suspirar tanto cuando lo veo… Más de lo que quería hacerlo antes.

—¿Es eso chicle? —Señala mi boca y entonces lo recuerdo, la cubro de inmediato con mi mano y su sonrisa crece—. ¿Lo tomo como un sí?

—Kae explotó mi bomba de chicle —digo aún con la mano cubriéndome la boca. Estira su mano y quita la mía, sus dedos frotando el chicle. Oh, Dios mío.

—¿Por eso correteaban?




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