Bridget
21 de marzo de 2002
Siento algo picar mi nariz… No otra vez.
Sé que es Kaethennis haciendo una de sus estúpidas bromas, por lo que gimo por lo bajo y cierro más fuerte los ojos. Los abro con rapidez al sentir algo húmedo entre mis piernas. Se siente extraño, algo diferente, y eso es muy alarmante.
—¡¿Qué hiciste?! —grito, histérica, a una Kaethennis muy sorprendida que se cae de la cama—. ¿Qué me hiciste?
—¡Nada, nada!
Alzo la sábana y veo manchas carmesíes. Sangre. Lo identifico rápidamente como sangre bajo el lugar en el que dormí y de manera vergonzosa también en la entrepierna del pantaloncillo de mi short de pijama.
—¡Oh, Dios mío! ¡Oh, Dios mío! —digo, comenzando a derramar lágrimas de manera histérica.
—¿Qué rayos te sucede, Brid? —cuestiona Kaethennis mirándome con confusión.
—¡Me estoy desangrando! ¡Voy a morir!
—¿Dónde? ¿Dónde? —pregunta espantada, pero yo solo lucho contra las sábanas y salgo de la cama de mi mejor amiga.
Veo con absoluto terror las telas manchadas y lloro mucho más. ¿Qué está mal conmigo? ¿Por qué me está sucediendo esto? Tiene que ser una especie de castigo por algo que, quizá, hice sin siquiera darme cuenta. Y tuvo que haber sido malo, algo muy malo.
—¡Voy a morir! ¡Estoy muriendo! —grito histérica, y Kaethennis me mira con los ojos muy abiertos, mira su cama y luego a mí, y para mi sorpresa comienza a reír—. ¡No rías! ¡Estoy muriendo como mi madre! ¡Oh, Dios, moriré a los trece años!
—¡Bridget, cálmate! —pide mi amiga riendo, y yo solo grito más fuerte.
Puedo escuchar que habla, como si comenzara a darme alguna explicación, pero en mi mente solo puedo verme llevando el vestido negro que usé en el funeral de mi madre, puedo ver la urna. Ella murió y ahora yo estoy muriendo también.
—¡Estoy muriendo! —interrumpo a Kaethennis, llorando sin parar. Sé que digo que la extraño mucho, que me gustaría verla, pero aún no quiero morir para encontrarme con mamá. Todavía no.
Escucho pasos apresurados dirigirse a la habitación, un minuto después la señora Kancy está jadeando en la puerta seguida por Keith, quien trae un bate entre sus manos y luce maniático. Genial, más personas vinieron a verme morir.
—¡Señora Kancy, estoy muriendo! —grito, Keith mira a su alrededor y luego me ve a mí, evaluándome. Y, aunque siento mi corazón latir muy rápido, estoy muy ocupada sufriendo mi prematura muerte.
Keith baja la vista hacia mis pantalones, levanta la cabeza con rapidez y se sonroja como nunca lo he visto en mi vida. Murmura algo y sale de la habitación. La señora Kancy se aclara la garganta y se acerca con lentitud a mí, casi como si temiera mi reacción.
—Brid, cariño, ven. Hablemos.
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Miro horrorizada a la señora Kancy mientras ella habla de lo que me pasa. Bueno, de lo que le pasa a mi cuerpo.
—Entonces, cariño, esa es la menstruación. No estás muriendo, es un paso de la niñez a la pubertad.
Sorbo mi nariz y los ojos se dirigen a Kaethennis, que me da una pequeña sonrisa.
—Ya pasé por eso hace unos meses, Brid, te prometo que, aunque a veces duele el vientre, puedes lidiar con ello —asegura mi amiga—. Es algo normal.
—No-no sé cómo usar todo lo que dice, señora Kancy.
—No te preocupes, cariño, yo voy a enseñarte y ayudarte. No llores. Estoy muy segura de que tu mami estaría sonriendo mucho al saber que su nenita ha llegado a esta etapa.
—Estoy avergonzada —susurro.
—No tienes de qué avergonzarte, nunca te avergüences de algo que es tan natural para tu cuerpo. —Me aconseja, dejando un beso en mi frente.
Mamá se fue, pero la señora Kancy siempre está aquí para mí. Ella sale de la habitación y mientras tanto Kaethennis se sienta a mi lado y me extiende lo que me explica que ahora deberé usar para estos días. Momentáneamente caigo en cuenta de algo.
Keith me ha visto. Keith lo ha visto todo.
¿Conoces esa sensación de odiar al mundo? La estoy sintiendo ahora al darme cuenta de que he pasado el momento más vergonzoso que una preadolescente puede pasar frente al niño que le gusta.
Odio al mundo por tener a mi mamá muerta. Si ella estuviera viva me hubiese hablado de que esto pasaría. Por supuesto que papá no lo hizo, después de todo él aún no ha comprendido lo que es criar a una niña solo. El hecho de que mamá muriera cuando cumplí los diez solo hace que llore más ante la vergüenza por la que acabo de pasar con mi segunda familia.
¡Por Dios! Keith me vio. Me cubro el rostro con las manos.
—Soy tonta —murmuro.
—No lo eres, eres maravillosa, Bri —asegura Kae, y aunque no la veo, al cubrirme el rostro con las manos siento su abrazo.
Después de ese día, durante dos semanas, Keith no parece ser capaz de verme a los ojos. Es algo que ninguno de los dos nunca olvidará.
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4 de noviembre de 2003
—¿Realmente te dejaste besar por Dany baboso? —pregunto frunciendo el ceño, cepillando mi cabello. Estoy lista para irme a casa luego de dormir en casa de Kae.
—¡No me lo recuerdes! —grita, haciéndome reír—. Fue asqueroso… ¡Él robó mi primer beso!
—No te lo robó, creo que tú también tuviste algo que ver. ¡Iugh Kae! Es Dany baboso, es decir, B-A-B-O-S-O.
—¡Lo capto, Brid! ¡Lo capto!
Río una vez más ante la expresión que tiene el rostro de Kaethennis. Ayer, durante la fiesta número dieciocho de su hermano, recibió su primer beso del chico que ninguna chica quiere besar.
—Nunca dejes que tu primer beso sea de lengua —dice, haciendo arcadas—. Pensé que vomitaría.
—Qué asquerosa eres. Estás llena de los gérmenes de Dany baboso.
Kaethennis, como era de esperarse, me muestra su lengua y luego se cubre el rostro con las manos mientras gime dolorosamente. Si me lo preguntan, no entiendo cómo dejó que Danny baboso la besara. El chico no es feo, es atractivo, pero… ¡Oye!, por algo lo llaman Dany baboso.