Las fiestas académicas en la preparatoria siempre vienen acompañadas de diversión y experiencias. Algunas más gratas que otras. Los típicos grupos de juego con botellas, castigos, retos o cualquier actividad que haga perfecta la velada.
Cuando la perfección es encontrada de la mano del reto más común del mundo, se vuelve lo más sensual que una puede experimentar.
Cuando salí de casa nunca pasó por mi mente que no regresaría con la misma mentalidad y mucho menos segura de mis nuevos sentimientos.
El tiempo es una locura, puedes estar segura de algo y a los pocos segundos tu chip es otro y como en mi caso, uno mejor.
Aquel día me puse tacones altos, una minifalda acompañada de una blusa que dejaba a la vista el arete de mariposa que llevaba en mi ombligo. Tomé mi bolso y miré por última vez mi reflejo en el espejo.
—¡Estás fantástica!
Ese día mi tutorial de ojos ahumados había sido una total revolución. Los comentarios y los likes me dieron la seguridad que necesitaba para sentirme más bella. Sabía que tendría todo lo que quisiera.
Estaba irresistible.
Baje a la sala y me senté un momento con papá para escuchar el sermón que tenía que darme referente al cuidado que debía tener en cada una de las fiestas a las que quería acudir.
Afortunadamente a los pocos minutos sonó el claxon de mi amiga Jennifer. Esa era la señal para salir a la libertad, el momento de sentir la adrenalina correr por tu cuerpo al saber que bailarás sin parar y que nada ni nadie te hará desear lo contrario.
Al llegar a la fiesta todo me pareció normal. Algunos chicos bailando con las luces de neón cegando sus ojos cada vez que eran iluminados, otros platicando, otros más devorando sus bocas sin parar. Siempre con una sonrisa en los labios.
Jennifer y yo llegamos a la mesa de nuestros amigos.
Los temas fueron variados, platicamos de todo un poco, incluso nos burlamos de algunos de los invitados. Aquellos pobres desgraciados que nunca en su vida conocerían el gusto del buen vestir.
Cuando llegó el momento de los juegos, fue todo más íntimo, solo nuestro grupo de ocho personas tuvo acceso a la habitación de Arturo.
Nosotros y una botella de etiqueta negra como protagonista.
Nos sentamos en círculo, no hubo necesidad de explicar las reglas, todos sabíamos a que subíamos.
La primera ronda fue para mi amiga y Julio. Les tocó un reto de lo más simple. Tomar una copa de tequila de los pechos inexistentes de mi amiga, lo cual no generó más que risas por parte de todos y un tono rojo en la cara de ella.
Antes de la segunda ronda la botella negra había bajado unos milímetros gracias a los vasos que fueron llenados.
Los fines del líquido era dejarnos más idiotas de lo que ya estábamos. Y así fue.
Lo interesante vino en la ronda tres, cuando nos movimos de lugar y quedamos Jennifer y yo frente a frente.
Recuerdo que en ese momento me tiró un beso y yo le guiñé un ojo, estaba feliz porque el alcohol ya hacía que comenzara a perder el control.
En esa ocasión, cuando la botella giró como tornado y paró con la boquilla enfrente de mí, temí por mi bienestar.
Sabía que mi amiga tenía unas ideas macabras, más no se me pasó por la cabeza aquella que le rondaba desde quién sabe cuánto tiempo atrás.
Me crucé de piernas para tener más valentía, debía aceptar mi reto con dignidad.
Levanté la vista y la mire a los ojos suplicando sin palabras su clemencia, ella contestó con la misma sonrisa pícara y aquel guiño que yo le hice al iniciar la ronda.
—Te vamos a vendar los ojos y te dejaremos en el cuarto con “alguien”. Se besarán y, cuando todos entremos tendrás que adivinar quién fue, solo tendrás dos intentos, así que besa bien y profundo la boca de esta persona porque de lo contrario tendremos que darte un castigo peor. Mucha suerte amiga.
La odié.
En ese momento odie que lo hiciera, ella sabía que de ese grupo estaba obsesionada con Esteban, sus ojos azules, su cuerpo de basquetbolista me tenían prendada y yo, sabía que ella me haría probar sus labios.
La odie por eso.
Soy bella, de eso nunca dudé, solo que en ese momento Esteban era la estrella y yo una bloguera que estaba ganando fama. Muy en el fondo sabía que mi amiga era un amor y la odie por eso.
—Venga, sabes que adivinaré a la primera, además, tengo ganas de besar a alguien con locura —intenté sonar valiente.
—Que bueno que lo dices —pude mirar el brillo en sus ojos—. Ambas sabemos que no lo olvidarás.
Y ahí estaba mi señal.
De pronto todos salieron y el cuarto se volvió oscuro, el olor a alcohol y cigarros se quedaron conmigo, del grupo solo Esteban y Julio fumaban.
Aquel reto sería fácil, pensé.
La puerta rechinó, fue abierta ligeramente y un sonido débil la acompañó. Los pasos apenas eran audibles.