Los bitonos del amor

Capítulo 3

 

Aida estaba toda manos y lengua con su ardiente chica. La ropa resultaba incómoda en esos momentos. Era ajena a todo lo que las rodeaba, solo quería sentirla, probarla. 
Después de unos minutos se dio cuenta que estaban dando un espectáculo ante los demás, eso no era propio de ella.
¿Cómo no disfrutar del placer que le había entregado su amiga y hermana en bandeja de plata?
Se separó de su futura amante y con la respiración agitada la miro a los ojos.
—¿Quieres bailar un poco?
La chica del cabello rubio solo movió su cabeza, al igual que ella se le veía a kilómetros que quería ir a un lugar solitario y comérsela por completo. 
Con una sonrisa cómplice y sin importar lo que pensaran los demás, tomó su cara. Iba a besarla, pero su teléfono vibró.
—¡Me lleva la mierda!
Paralizó todo su cuerpo cuando abrió el cierre de su bolso, algo dentro de ella le decía que ignorara el vibrar del aparato, más no lo hizo.
Para su amiga no pasó desapercibida la reacción de Aida.
—¿Qué pasa? —preguntó Ashley cuando miro que sus gestos se torcían.
—La peste me está marcando.
—Pues no contestes, que se vaya a la mierda ella y su empresa, esta noche tienes libre y no te puede hacer nada.
—Sabes que debo hacerlo, ya regreso, espero que sea alguna estupidez.
Dejó su bolsa y caminó con el teléfono en mano, cuando llegó a mitad del bar la llamada se había cortado. Decidió seguir y marcarle al salir del ruido. A los pocos segundos su teléfono nuevamente vibró, apresuró el paso y empujó más personas de lo que habría querido.
Si la diabla marca más de dos veces seguidas es porque tiene una emergencia y el infierno no le da paz
Pensó Aida con mucha rabia.
El silencio la envolvió, faltando un segundo para que la segunda llamada se cortara, apretó el botón verde, cerró los ojos y exhaló, antes de que pudiera decir algo el infierno estalló.
—¿Se puede saber qué demonios haces que no me contestas a la primera?
Como siempre, su jefa la trataba con la punta de los pies, ella una vez más prefirió morderse su labio antes de decir una de las suyas.
En ese momento la voz de su amiga invadió su cabeza.
El miedo que sientes por esa mujer es tan grande que te cagas cada vez que la tienes encima, no fuera yo que de idiota no me bajas.
Y era cierto, con su jefa era con la única persona que era dócil, la verdad no podía ser de otra forma, era quien pagaba sus facturas mensuales, aunque no por eso la dejaba de odiar.
—¿Te has quedado sorda o qué? La verdad no me importa, necesito que traigas los estados financieros de este mes, tengo un problema que no puede esperar para el lunes. Te veo en media hora y ya perdiste diez minutos.
Su cuello se movió involuntariamente, el tic de nervio se activó cuando la voz de la mujer enojada traspasó sus oídos, era inevitable, con ella no era la mujer segura que veía el resto del mundo, con ella relucía su problema nervioso. 
Movía su cuello sin poder controlarlo, los psicólogos le habían dicho que era un problema mental y nervioso, no se podía hacer nada más que estar tranquila, con ella ¿cómo iba a estarlo?
—Sí señora, sal-algo para allá. 
Corto la llamada y regreso al bar. 
Dentro todo se desarrollaba normal, nadie pasaba por lo que ella. Ingresó incluso todavía con el tic, cuando su amiga la vio se alarmó.
—Cariño ¿estás bien? ¿Qué ha pasado?
—Debo irme, regreso en una hora o algo así. Es-spera aquí, vale —le dijo a su compañera de cuarto, aun quedaban restos de su efecto traumático—. Olivia, te juro que ya regreso.
Depositando un beso en la frente de su cita, tomó su cartera, su chaqueta y se dispuso a salir.
—Aida, espera, yo te llevo.
—No, como crees, eres mi cita no te voy a poner en aprietos, disfruta que cuando regrese seguimos ¿vale?
—Son las doce de la noche, no te dejaré ir sola con un taxista que se pueda comer lo que he metido al horno, olvídalo.
Y así, con esa picardía, las dos mujeres salieron tomadas de la mano,  se dirigieron sin soltarse a la casa donde vivían las amigas. 
Cuando Aida encontró lo que requería salieron sin perder más tiempo para la casa de su jefa. Al llegar a la zona residencial se quitó el cinturón de seguridad y disfrutó de los labios de su acompañante.
—Espérame aquí, solo entrego y regreso.
Con el celular en la mano y los papeles solicitados bajó del coche. Por la ventanilla devoró la boca de su cita una vez más. Aunque aquellos labios eran algo salados, Aida disfrutaba de ellos.
La castaña levantó la cara y miró a lo más alto del majestuoso edificio con grandes ventanas de cristal. La luz del departamento de su jefa estaba activa. 
Solo debes subir, entregar y bajar, nada más, pensó.
El timbre sonó y Grace abrió la computadora, encendió la pantalla de su ordenador, abotonó su pijama y sin pensar en lo que la otra pensara abrió la puerta y ordenó.
—Pasa.
—Perdone aquí estoy bien, traigo lo que me pidió. Si no le importa abajo me esperan.
—¿Acaso pregunté?
La piel de Aida se encrespó, respiro profundamente y obedeció sin dudar. Un ligero temblor en el cuello la alertó así que prefirió contar hasta diez.
—Siéntate, me dictas cada renglón y sus cantidades. Todo debe quedar registrado para enviar mañana a contabilidad y poder mandar al concurso de oposición.
Aida sabía que Grace quería participar en un programa de reforestación del gobierno, más no creía que estuviera tan obsesionada como para pasar toda la noche trabajando. No la conocía tan bien, pero seguramente era solo un pretexto para hacerle la vida un nudo. 
—¿Necesita que me quede mucho tiempo? 
Preguntó con un poco de pavor, la verdad ya imaginaba la respuesta.
—¿Necesitas que responda? Será mejor que le digas a quien te espera que se duerma y luego la despiertas.
Respiró profundamente, estaba tan enojada que no se percató del hecho de que su jefa sabía que la esperaba una mujer, tampoco miro la vena saltada que Grace tenía en el cuello.
—Solo deme cinco minutos por favor.
—Adelante. 
Cuando Aida se giró para hablar por teléfono no miró la sonrisa de triunfo de su jefa. 
Solo pensaba en que aquel demonio le había quitado una perfecta noche al lado de una encantadora mujer.
Las manos de Aida temblaban, no podía creer que le iba a pedir a su acompañante que se marchara. Lo único bueno era que tenía que convencerla de verla una vez más.
—¿Necesitas algo?
La disposición de Olivia enterneció a Aida a tal grado que sonrió sin pensarlo. 
Ese gesto logró que Grace moviera su hombro de un lado al otro de manera lenta.
—Mi jefa necesita que me quede unos minutos, será mejor que regreses con los chicos.
Antes que su interlocutora contestara Grace la interrumpió.
—No serán sólo unos minutos, necesito que esto quede. Dile la verdad, serán unas horas.
Me lleva el demonio.
Afortunadamente Aida solo expresó su odio en su mente.
—Por favor Olí, regresa con los chicos, cuando termine los veré allá.
—Nada de eso, puedo venir por ti —Aida tuvo que rechazar su propuesta, con su jefa no sabía cuando se terminaba algo, afortunadamente Olivia entendí—. Espero llegues pronto, si no te veo ya tengo tu número, me encantaría conocerte un poco más, es una lástima...
Antes que Olivia pudiera terminar de hablar a Aida le fue arrebatado el teléfono, colgaron con muchos toques en la pantalla.
—¡Coño, no estamos jugando! ¡Esto es primordial para la empresa, será mejor que te enfoques, deja tus conquistas por un momento sino quieres que te corra!
En esta ocasión la ira de Grace fue palpable y sin que Aida pudiera hacer algo decidió seguir con el juego de esa mujer. 
Su párpado ya pesaba y sin querer y poder hacer algo, su tic la atacó de nuevo.
Aida sintió que estaba con ese maldito problema y se enojó más, no había querido estar nerviosa, solo quería que dejara de ser tan marica delante de esa mujer..
—¿Quieres tomar algo? —preguntó su jefa.
La pregunta de la jefa sorprendió a la asistente. Esta vez Aida no pudo reprimir su odio.
—Lo que quiero es terminar con esto de una maldita vez, no me venga con cortesías.
Aquel traspaso de información llegó a su fin a las once de la mañana, los ojos de Grace y Aida casi sangraban de tanto esfuerzo por mantenerse abiertos. No solo habían hecho eso, también se habían encargado de leer el manuscrito que iban a enviar.
—Podemos dejarlo aquí, el lunes te quiero una hora más temprano para terminar, el martes debemos mandar todo para poder ingresar a tiempo y hacer correcciones de ser necesario. Ten, vete en taxi.
La jefa sacó de la billetera el dinero exacto para que Aida se fuera cómoda a casa. El orgullo de la asistente fue mayor.
—No se preocupe, se puede meter ese dinero... en la bolsa. Esto fue parte de mi trabajo y usted no paga transporte, me puedo regresar sin su dinero. 
Tomó su bolso y sin más salió dando un sonoro golpe a la puerta, sin lugar a dudas el alma de Aida era llevada por el diablo. Tenía ganas de gritar, pero prefirió apurar las piernas y llegar a su casa. Después de todo, solo quería dormir.
Llegó a casa y para su suerte su amiga no estaba, no quería escuchar las palabras de odio que seguro Ashley tenía para expresar sobre la diabla de cabellos rubios. 
Se acostó y solo despertó para comer y dormir de nuevo, ni siquiera se acordó de Olivia, no tuvo cabeza para nada más que no fuera la almohada.




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