Los bitonos del amor

Capítulo 5


Recostada en la cama, Aida recordaba lo vivido hacía unas horas, la sonrisa en sus labios aun no se había removido. Cambió de posición para sonreír nuevamente, tocó sus labios y aun pudo sentir el dulce sabor a durazno, esa mujer era un néctar prohibido en un mundo lleno de sabores amargos, era una lástima no volver a probar.
No sabía que la había impulsado a cruzar ese límite. Cuando sintió el cuerpo de Grace debajo del suyo, un impulso completamente animal la guió para explorar aquel mundo que, aunque en un momento le fue negado, después fue abierto para ella.
Cerró los ojos y las dulces piernas de su jefa inundaron su mente, movió instintivamente sus caderas arriba y abajo al recordar como temblaba debajo de su boca. 
Los gritos ahogados cada vez que era penetrada con su lengua, lo húmeda que estaba, las manos en su cabeza pidiendo más. 
Era toda una diosa, su diosa.
Fui una estúpida.
Fue lo que pensó Aida al recordar que había salido del lugar sin preguntarle cómo estaba. La había hecho suya y ni siquiera tuvo el valor de ayudarla para que estuviera presentable. 
La euforia de haber marcado a Grace Slora con sus labios fue brutal. 
Le habría encantado levantarla del escritorio, peinar su cabello y mirar la profundidad de su ojos después de haber pasado ese momento tan íntimo en ellas, ayudarla a limpiar su cuerpo y de ser posible tomarla una vez más.
En cambio, salió triunfante como típica bestia salvaje, pavoneándose por su logro y lo peor, ahora ella se sentía orgullosa de eso. 
Todos la vieron sonriente, aunque nadie se imaginaba el motivo de su alegría. Esa mujer la había hecho sentir como nunca antes. Siempre encontraba placer viendo a sus amantes alcanzar el orgasmo. Esa flor ante todo pronóstico le había hecho tocar el cielo. 
Ella sabía que había sido su primera vez y eso la llenó de placer.
¿Cómo se sentiría ser recorrida por sus labios? ese pensamiento fue acompañado por una ligera tristeza, nunca sabría eso. 
Si su jefa había sido suya era por un arranque de placer y no la vería nunca más.
Esa mañana Aida no salió a correr, no necesitaba despejar su mente porque no estaba en su cuerpo, más bien en el mueble de su jefa, su piel, sus pensamientos, solo revivian lo vivido. 
Se levantó de la cama dispuesta a no decirle nada a su mejor amiga.
—Buenos días, Petarda —la española saludó a su amiga en el idioma del país donde vivían, la chica de Chicago solo miró a su amiga de pies a cabeza.
—Tú andas muy misteriosa ¡eh! —señaló a la morena, la miró de pies a cabeza—. Anoche llegaste tarde y no me contaste en qué terminaste con la diabla. 
Aunque el apodo de su jefa era despectivo, con solo escuchar que la mencionara sonrió y un largo suspiro acompañó a esa sonrisa.
—Alto ahí cariño. Tu cara me da miedo, te conozco perfectamente. ¿Qué ha pasado, te fuiste a acostar con mi amiga del domingo? O algo por el estilo, tú tienes cara de sexo.
En ese momento Aida recordó a Olivia. La realidad la atrapó y se sintió un poco culpable. 
Necesitaba luz, debía hablar con su hermana de lo sucedido, después de todo no podía guardarle ningún secreto.
—Siéntate, debo contarte algo, estoy segura que si no te sientas te caerás de culo y te dejaré más plana de lo que ya estás.
—La tipa amaneció con un payaso dentro. Habla de una vez —la desesperación era palpable. Ella sabía que Ashley no era tonta, seguro ya intuía algo.
Mientras se iba a la cocina su amiga se sentaba en las sillas altas para observar mejor a la morena. Las manos de Aida temblaban ligeramente y eso no pasó desapercibido para ninguna de las dos.
—Aida me estás asustando. ¿Qué demonios hiciste ayer?
—La hice mía Ash, no me pude controlar y la tomé. En un inicio fue sin su consentimiento, te puedo asegurar que no la violé ni nada, al final ella fue mía por voluntad propia, yo…
—Alto, de quién hablamos. ¿Olivia? Porque te aseguro que ella lo hizo con total gusto, no sientas culpa, cariño.
—No, habló de Grace.
El cuchillo para cortar pan con el  que la chica del cabello negro está untando la matequila se cayó al suelo de la impresión, casi cortaba su pie si no fuera por su pantufla.
—¿Qué diablos hiciste?
—Ey, tranquila te voy a contar paso a paso. No necesito un alboroto, además no dañamos a nadie y nosotras no…
—¿Te estás escuchando? ¿Cómo no vas a dañar a nadie? Aida, esa mujer tiene novio y es hetero, ¿qué pasó por tu mente? 
—¿Te calmas?
—Está bien, cuéntame.
El tic en el cuello de la española se activó, su amiga pudo ver cómo apagaba el ojo de una forma más rápida.
—Tranquilízate cariño, no te juzgo cuéntame ¿qué fue lo que pasó?
—Gra-acias por dejarme explicar, no-oo es nada malo —tomó una gran bocanada de aire, sacudió sus manos y volvió a hablar—, como te comenté, fui a presentar mi renuncia y cuando llegue con Grace un poco más tarde de mi “jornada” se puso como histérica, en ese momento todo era serenidad para mí, incluso me reí de lo que vivía, por primera vez en mucho tiempo estuve frente a ella sin tener miedo, pero cuando me dejó hablar fue cuando le dije cuánto la odiaba, le dije tanto que me pase de la raya, sinceramente estaba eufórica y le grité todo, llegó un punto donde ella no resistió y me dio una bofetada.
Los ojos de la otra chica brillaron por el asombro. Aida un poco más calmada sonrió, por fin su amiga entendía porque había reaccionado así, ya no veía chantaje en los ojos de Ashley, ahora parecía comprenderla.
—Sinceramente su golpe en lugar de enojarme me hizo querer demostrar que conmigo no se juega y bueno, sin pensarlo me fui contra ella y… la hice mi mujer. Sentir su piel, sus manos tocándome fue un placer que no podría explicar. Sentir su calor, sus caderas moviéndose por mí me envolvió en un espiral de seducción. Cuando reaccione mire sus movimientos, sus ojos estaban cerrados, Ashley ella también estaba disfrutando y eso me dio la seguridad para abrirla más, para mi deleite y sin dudarlo le entregue el mejor orgasmo de su vida, toqué su cuerpo de forma rápida. Te aseguro que tengo guardado cada lunar que mancha su pulcra anatomía.
La silla de Ashley se hizo hacía atrás y de un solo minuto llegó a donde estaba su compañera y la tomó de los hombros para moverla.
—¿Cómo se te ocurre tirarte el último día a tu jefa? Esa mujer podría hacerte mierda en un soplido.
—No lo hará Ash, incluso me dejó salir sin decir nada. Hoy debo regresar para que me de mi finiquito y la verdad es que no pienso ir a su oficina, sólo entraré y de ahí me iré a la revista. Ayer salí directo a un bar, necesitaba sentarme y pensar en ella. Hoy soy la misma de siempre, he salido de ese embrujo. Amiga hoy inicio mi nueva vida, se que nada arruinará mi sueño.
Con esa felicidad Aida preparó el desayuno, le explicó a su amiga los detalles más íntimos que tuvo con Grace. Eso le encantaba de Ashley, con ella podía ser transparente y su amiga no se asustaba.
Antes de salir de casa nuevamente vino a su mente la mujer que más ha amado en la vida. Si ella aún viviera seguro le habría contado su nueva etapa. Si su madre aún estuviera con ella estaría orgullosa de su habilidad para la escritura, solo que, no estaba, ya no tenía a nadie en el mundo.




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