Los bitonos del amor

Capítulo 10

 

Los días pasaban y la relación entre Aida y Grace iba de mal en peor. Los celos de la asistente cada vez que veía a Hunter en la oficina eran insostenibles, más cuando el rubio besaba los labios que le pertenecían y la miraba y sin expresar palabras le decía.

Jamás será tuya.

Aida solo se daba la vuelta con una dolorosa estaca en el pecho que cada día se incrustaba más a su alma. 

Al contrario de lo que sucedía con su jefa las cosas con Jennifer eran cada vez mejor. 

Se convirtió en su confidente y llegó un punto donde Olivia salió del mapa.

Una noche, recostada en su cama pensaba que era momento de tomar un suspiro, la idea se hizo más fuerte cuando Jennifer le propuso hacer un viaje de recuerdos a España. 

Hacía mucho tiempo que no iba, creía que visitar viejos amigos sería buena idea, además las cosas entre ellas eran más fuertes y la confianza de antes estaba volviendo de a poco.

No eran pareja, pero sí algo más que amigas porque aquellos besos no eran normales, las salidas al cine, a bailar, a comer, a correr. Incluso había dejado de observar a la hermosa mujer por la que siempre se despertaba temprano, no había necesidad de nada de eso. De una forma u otra nada valía la pena, nadie era Grace.

Miró al techo y con un gran suspiro tomó su decisión.

A la mañana siguiente salió a correr con la pelirroja y regresó a casa para salir a la oficina. Saludó a la recepcionista de las donas y fue a mostrarle el dedo medio a la mujer de recursos humanos con la diferencia de que esta vez se quedó un poco más de tiempo para buscar un sí.

—Vale, se supone que no he pedido vacaciones, quiero tomarme una semana. Te digo para que por favor mires cuando me pueda irme, entre más pronto mejor. Al rato te envío el documento para hacerlo oficial.

Salió y subió a su lugar, saludo a su compañero e inició con la rutina de todos los días. 

Eran las tres de la tarde cuando a su bandeja llegó un correo, Aida brincó de gusto a tal grado que Benito le tuvo que preguntar el motivo.

—La semana que viene saldré de vacaciones —se tiró sobre la silla giratoria y comenzó a dar vueltas de alegría—. Me quiero ir un rato, la verdad estoy cansada de este lugar. Quiero dedicarle tiempo a mi blog, cada día crece más.

—Estoy seguro que si te vas de vacaciones es por ella. No sé qué pasa o pasó entre ustedes —la intuición del anciano era acertada, siempre la sorprendía la facilidad con la que descubría sus sentimientos.

—Ya me arruinó mi futuro como para dejarla hacerlo más, no te conté, perdí una gran oportunidad, era mi sueño y se vio truncado por sus caprichos. Nunca la voy a perdonar.

—¿Qué oportunidad?

—Iba a trabajar en la empresa de mis sueños, metí solicitud y…

La puerta del despacho principal se abrió y la rubia interrumpió la explicación, se veía ligeramente molesta, aunque muy educada se dirigió a la morena.

—Necesito bajar, cuando suba entras a mi despacho.

—Claro, señora.

El trato hostil seguía presente, el anciano solo movió la cabeza, seguramente imaginando que las dos mujeres eran unas tontas. Al menos eso fue lo que Aida pensó mientras lo miraba a los ojos.

—¿Ustedes no volverán a hablar, verdad?

—Nunca más, Benito. La odio con todas mis fuerzas.

Diez minutos después las dos mujeres entraban al despacho, la actitud de la morena era la misma, aunque la rubia no se quedaba atrás.

—Me llegó el correo de Valeria, te vas de vacaciones el lunes.

—Así es, este año no he pedido y necesito salir y olvidarme un poco de esto —señaló toda la oficina y de forma muy sutil a su jefa.

La sonrisa en ella molesto a Aida, la alegría en Grace nunca significaba algo bueno.

—Necesito dos cosas, debes llevar estos documentos al banco y de ahí pasas a ver a Brisa, hace más de una semana que no vas, ya pregunta por ti.

Los ojos de Aida se iluminaron, si no había ido a ver la niña era porque creía que a su jefa le molestaba, que le pidiera el favor era bueno para ella.

Salió del despacho y a como le ordenaron efectuó las tareas, primero los pagos correspondientes a un depósito mensual que su jefa hacía a un remitente desconocido, para después pasar a una tienda de postres. 

Llegó al hospital con una pequeña tarta en la mano. 

La hora que pasó con la pequeña fue la mejor, ese ángel era un ser de luz. Lamentaba no haber ido antes para disfrutar de ese amor natural entre ellas. 

Para cuando se percató de su reloj creyó que se había descompuesto, según el objeto ya eran las siete de la noche, algo que resultaba irreal. 

Se sorprendió cuando un pequeño toque en la puerta le informó que era tiempo de dejar descansar a la pequeña.

—Gracias enfermera, ahora me despido.

Abrazó a la niña y prometió visitarla antes de salir de viaje.

Caminaba por el pasillo y miró su teléfono. Tenía más de díez mensajes de Grace diciendo mil y un cosas, todas de manera insultante, recordaron lo puta que era. 




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