Los bitonos del amor

Capítulo 13


El día menos pensado, ya en casa, una llamada inesperada cambió toda la felicidad de Grace.
Habían llamado del orfanato para decirle que una pareja estaba en proceso de adoptar a su chica. 
Eso la puso histérica. Quería saber qué clase de gente se llevaría a la niña. Se sorprendió cuando le dijeron que el matrimonio era perfecto. Jóvenes, de buena posición, dispuestos a dar amor. 
Pesaba muy dentro de ella, aunque entendió que eran lo mejor para su niña. Por dentro pedía a gritos que algo malo tuvieran y así la pequeña pudiera esperar un poco más. Era una esperanza que vivía dentro de ella. Se sentía su madre desde mucho antes, cuando la miró a los ojos por primera vez.
Para la rubia las malas noticias no habían terminado, apenas daban comienzo.
Esa mañana sería una de las más largas de su vida.
Se encontraba sentada en su escritorio cuando su teléfono comenzó a vibrar, de nuevo una llamada movía su mundo, vio la cara de Hunter y decidió poner la pantalla para abajo, aún procesaba lo de su pequeña, no quería ver a nadie por los próximos mil años, menos a ese monstruo. 
Pasó más de media hora donde el aparato vibró sin parar. Cuando por fin dejó de hacerlo entró un mensaje de WhatsApp, la curiosidad de Grace pudo más que todo, puso el teléfono boca arriba, quitó el bloqueo y en la pestaña apareció el nombre que antes había visto.
Se le hizo raro porque aquel hombre no acostumbraba escribir cosas de ese tipo, con miedo deslizó la pestaña emergente y se dio cuenta que había adjuntado un pdf y un texto debajo la acompañaba donde ponía. 
Antes de ignorarme debes mirar el documento.
Quitó sus datos e intentó seguir trabajando. A los cinco minutos la duda pudo, abrió el chat y descargó el pdf. 
Conforme leía sus ojos se iban sorprendiendo.
Leyó una y tres veces más, siempre eran las mismas palabras, su corazón se quebró por primera vez, había perdió una parte de ella y su adoración por su padre. 
Aunque él fuera rudo y no aceptara mucho su amor, no dejaba de serlo. 
Miró las palabras al inicio del documento más de diez veces para poder comprender el oficio de confidencialidad que llevaba el nombre de su padre y de su empresa. 
La transacción era en toda la extensión de la palabra un fraude corporativo.
Su padre había maquillado unas ventas para darle el beneficio a un hombre reconocido por hacer esa clase de trabajos, el documento era de diez años atrás, ella aún era una estudiante en ese tiempo, no sabía lo que hacía, además confiaba en su padre, jamás imaginó que le hiciera daño.
Sin duda alguna ese papel podría traer problemas graves para toda la empresa que con tanto sacrificio había fundado.
Si eso llegaba a las manos de la prensa el buen prestigio se iría al traste, los socios no verían quién lo hizo, sino a quien le cargaban el problema. Por primera vez sintió miedo, pensó en hablar con Jacob, pero el hecho de enterrarlo le dio mucha pena y vergüenza. 
Ella que siempre iba con el estandarte de filantropía y de rectitud, era ahora cómplice de dos hombres que con la intención de ganar más habían quebrantado muchas reglas.
En ese momento marcó al número del remitente.
—¿Qué quieres?
Las palabras fueron simples, daban a entender su disponibilidad ante cualquier petición económica que aquel tipo tuviera. No iba a tirar al pozo toda una vida de esfuerzo.
—Vamos a almorzar juntos, ahí te diré mis condiciones.
Durante todo el día estuvo nerviosa, solo daba vueltas, el dinero no era un problema, podía entregar el que fuera necesario. En cambio, el prestigio era una consecuencia que no podía tapar si algo salía mal. 
Faltaba una hora para salir a comer cuando su preciosa mujer entró a la oficina con una sonrisa que inmediatamente iluminó el día que estaba viviendo.
Grace se sentía embrujada por la personalidad de la mujer, su mujer.
—Cielo ¿que se te antoja comer?
La pregunta la hizo dudar, no podía decirle a su chica que no comería con ella porque iría con Hunter. 
No sabía que le iba a decir, tenía miedo de que se enterara y que los días maravillosos que habían tenido se fueran.
Se acercó a ella y la besó en los labios, luego la abrazó con todas sus fuerzas hasta que la mujer presentó un poco de queja.
—Lo siento ¿te lastimé?
—No te preocupes estoy bien, me ha fascinado esa muestra de amor. Anda dime ¿que quieres comer?
—Acabó de hablar con Jacob —mintió vilmente—. Quiere contarme algo, seguro relacionado con Ashley, si no te molesta iré a comer con él.
—Está bien —dijo la mujer no tan animada—. Veré si la petarda me quiere contar su historia. Es una pena que deba pedirle a mi mejor amiga que me diga sus secretos, deberé hablar con ella, la vida no es así. 
Jalo a Aida para tenerla entre sus brazos, de inmediato depositó su mejilla sobre el hombro de la chica. Sentía el contacto tan familiar y sanador que no quiso romperlo cuando la chica ofreció darle besos.
—Quiero que nos quedemos así, un rato. Te necesito tanto, mi amor.
Esas tiernas palabras sirvieron para que Aida se pegara más a su chica, Grace sabía que podía confiar en ella, solo que, tenía miedo de que la historia fuera peor, por eso prefirió guardar silencio y disfrutar de la única persona que le daba paz tan solo con su aroma natural.
Salió con diez minutos de anticipación, no quería llegar temprano para ver a ese hombre, el restaurante era el mismo de siempre. Aquel que, desde que eran novios, no tenía ni un recuerdo importante.
Cuando entró por la puerta lo vio a lo lejos, el mismo peinado, la misma ropa. Hunter era tan predecible y aburrido que en ese momento no entendía cómo había estado tantos años con alguien tan gris.
Ahora todo era tan diferente y solo llevaba unos días con ella. Estaba segura que era su universo.
—Buenas tardes —el hombre se paró para mover la silla, ella fue más rápida e ignoró el acto caballeroso.
—Debes dejar que le arregle la silla a mi futura mujer, no es bien visto que ella no me reciba con un beso y la alegría que dos enamorados tienen, te exijo que después de este día lo hagas cada vez que me veas.
Los ojos de la mujer se pusieron blancos, ese hombre nunca entendería que no existía nada entre ellos, pero prefiero no pronunciar palabra alguna.
—Al grano y déjate de niñerías ¿cuánto dinero quieres por tu silencio?
—Como imaginas, quiero todo tu dinero.
Eran las palabras que Grace esperaba, por eso llevaba con ella un cheque con una gratificante suma economía. Depositó el cheque en la mesa y lo deslizó ante los ojos del hombre para que él lo tomara.
—¡Uy! La poderosa Grace trae una suma bastante limpia para mí, no te negaré que espere menos, en verdad quieres dejar esto en el pasado, pero yo quiero todo, la única forma es casándome contigo.
—¿¡Qué!? Estás loco, acepta el cheque, dame el documento y firma un contrato donde no hablaras de nada, en cuanto tenga lo que pido le pondré fondos a la cuenta y tú podrás cobrar sin problema, sabes que soy una mujer de palabra, no tienes que temer.
Él la ignoró por completo.
—Siguiendo con nuestro plan de hace unos meses, nos casaremos en la finca de mis padres en noventa días. Lo haremos por bienes mancomunados, firmarás un documento, si te separas de mí todo lo tuyo me pertenecerá. Quiero que estés atada de por vida, no quiero ser el estupido que se queda solo a los pocos meses. Lo de los hijos y todo lo demás también será aclarado, pero tranquila cariño, nos quedan tres meses para afinar cada detalle. La boda y los gastos corren por tu cuenta. Sonríe y pide algo, vamos a celebrar. Cuando te vayas no olvides darme mi beso. Tengo un periodista tomando fotos, así que sonríe y demuestra cuánto me adoras.
Grace se congeló cuando sintió que le tomaba las manos, miró buscando al hombre y era verdad, un pequeño botón de luz se vio cuando lo encontró. Eso le hizo entender que todo era verdad. Aun así hizo un último intento por negociar.
—Te puedo hacer socio, darte un porcentaje considerable, el cinco por ciento de acciones te permitirá vivir alejado del trabajo y bien, no necesitarás venir solo para algunas cosas, incluso podrás quedarte con el cheque, así tienes tu futuro garantizado. No tienes porque hacer las cosas diferente. 
—Los camarones arcoíris se me antojan, pediré unos —se hizo el loco un rato, Grace solo observaba— Respecto de lo que pides, no es lo que quiero, tus miserias no están en mis planes. Tu decides, pierdes todo o intentas ser feliz, a mi lado, dudo que lo logres, pero seguirás siendo rica, tu padre no irá a la cárcel y tendrás un súper hombre a tu lado ¿qué más necesitas? El mundo nunca sabrá que eres una machorra, tendrás una familia así que no te traumes, todo será perfecto. Solo una cosa, y mira que lo hago porque te quiero con todo el corazón, podrás echarte tus canas al aire, vamos que yo también lo haré, más no deberás hacerlo con ella. Si me entero que la tocas, la mato.
—Con Aida no te metas, si me entero que la tocas te aniquilo en todos los sentidos, no me busques porque sabes que puedo ser muy mala. Esto es algo entre nosotros. Yo puedo estar con ella…
Tomó su mano fuertemente apretando la muñeca dolorosamente.
—No estás en calidad de negociar, más te vale tener cuidado. Ahora come, tengo otras cosas que hacer.
Grace pensó en todo, en esa ruleta rusa que era su vida, se dio cuenta que no había mucho que hacer si quería ver a su familia feliz, así que obedeció e intentó llevar alimentos a su boca, para comenzar a darle normalidad a una vida de dolor. No podía. Era imposible pensar y dejar a un lado su verdadera felicidad con tal de ver bien a su padre. 
—Tienes que permitirme verla, por favor, Hunter.
—Está bien, déjala trabajar contigo, no la corras, quiero que mire como te casas conmigo, como me eliges, después de la boda la corres como perra. Puedes estar con ella mientras nos casamos, además, sería súper bueno que ella creyera que la amas. Come, nos vemos en la noche.
Salió del restaurante con el corazón roto, por más que se había negado sabía que debía obedecer cada palabra de aquel maldito ser, no podía perder a su padre, no podía permitir que pasara por el infierno de la cárcel.
Pensó en Aida, en su sonrisa, su belleza, sus encantadores ojos, su corazón tan grande, en lo feliz que era y en lo infeliz que sería cuando de nuevo le rompería el corazón.
Sentía que no podía, no quería decirle nada. Sabía que las fotos saldrían al día siguiente y ella las vería, necesitaba hablar y explicarle porque lo hacía. Pero efectuar tal acción implicaría decirle todo, le daba mucha pena admitir que toda la fortuna que poseía se había cimentado a base de mentiras.
Creyó que Aida no querría estar con ella después de enterarse de tan deshonrosa familia a la que pertenecía. Así que hizo lo que consideró mejor para ellas.




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