Era el día siguiente a la pesadilla. Grace se encontraba sentada delante del jefe de policías. El día anterior las dejaron ir a casa, pero en ese momento tocaba narrar todo.
Aun se sentía en un limbo, revivia la película una y otra vez, mientras escuchaba todo lo que ese maldito había tenido que hacer para arruinar su día.
—Aun no entiendo que tenemos que hacer aquí si él ya está muerto —dijo al policía. Quería regresar a casa, era lo único que importaba.
Al otro lado de la sala veía como el cuello de Aida subía y bajaba, las manos las tenía hecha nudos y ni qué decir del labio.
Recordar lo que habían tardado en irse a dormir, le dolía, sabía que ese y muchos días más iban a vivir con el trauma de casi perder la vida en manos de un malnacido.
—Le recuerdo señora Slora —escuchar su apellido le dolió, no tenía el de casada porque no estaba casada— que es parte del protocolo, le aseguro que después de este día usted regresará a su vida normal.
Las palabras del hombre fueron frías, era estupido creer que existiría una normalidad después de aquello.
—Haga su trabajo lo más pronto, quiero irme a casa.
Media hora después salía al lado de una Aida muy diferente a la guerrera del día anterior.
Aún no creía en lo fuerte que había sido engañando al desgraciado de Hunter, la manera en que jugó con él para salir sana y salva de las manos de ese maldito.
Llegaron al departamento de ella y depositó a la morena en la cama, no sin antes darle un tranquilizante y dejarla reposar.
Se aseguró de que durmiera. Depositó un beso en su frente para decirle.
—Descansa mi guerrera, tienes merecido respirar, yo me encargo de todo.
Se sentó en el sofá de su casa y se sirvió una copa de vino.
Sonrió, recordó todo lo que había vivido para llegar a ese añorado día que ahora era una historia de terror.
Sintió que era necesario parar, que no debía seguir, al final el destino le daba otra muestra del porqué no debían estar juntas.
Primero fueron sus inseguridades, después su negación al amor, el dinero, para luego rematar con el hijo de puta que casi le quita a su chica.
En ese momento esa frase le refrescó el alma.
Abrió lentamente la puerta del cuarto donde dormía Aida. Dormía con los labios entreabiertos, acarició la mejilla de la morena cuando se sentó a un lado de la cama.
Era tan bella y angelical.
Se había sacado la lotería al encontrarla y no iba a perderla.
Se paró y marcó un número de teléfono, estaba decidida a aprovechar la nueva oportunidad que se le presentaba.
—Que tal madre. Necesito hablar con usted, llego en veinte minutos —colgó la llamada y suspiró, de lo malo vendría algo bueno, pensó antes de marcar otro número—. Sí, Perfecto, te veo en veinte minutos. No olvides decirle a tu novia que venga en cinco a mi departamento, —hubo un silencio en lo que hablaban al otro lado de la línea— sí, te juro que iremos a cenar esta noche —escuchó atentamente lo que él decía— sí, ahí estaremos ¿cuando te he quedado mal? Oye dile a tu mujer que le di cinco minutos y ya lleva uno.
Escuchó la puerta y salió para abrirle a la chica.
—Hola Ashley.
—Cuñada, eso de contarme los minutos déjalo para tu novia, no seas la jefa conmigo.
Las palabras de la mejor amiga de Aida le hicieron sonreír.
No podía negar lo que su novia decía, esa chica era aire fresco ese día tan caluroso. Habló con ella y le explicó su plan a lo que la otra le respondió con alegría y entusiasmo.
Tomó la vía más rápida para llegar al orfanato. Los pies le picaban para lo que debía hacer.
La fortuna de ser una ejecutiva le permitía hacer reuniones en un segundo y esta vez lo había logrado.
A pesar de lo vivido tenía la esperanza de lograr el sí, sabía que si exponía su caso y el problema que Brisa le había contado a Aida. La oportunidad sería latente.
Entró a la oficina de la madre superiora a como habían quedado. Veinte minutos después, se encontraba dentro con la trabajadora social, una psicóloga, dos madres más y los que querían ser los padres de su niña.
Era una suerte que ese día tuvieran cita y que la madre le permitiera entrar y volverla una reunión por el bien de Brisa.
Tocaban la puerta, se hizo a un lado para dejar pasar a la madre para abrir. Jacob entró todo traje y galanura, sonriendo y saludando.
—Gracias —le dijo a su amigo cuando se puso a su lado.
Por fuera los demás veían a una mujer con porte y elegancia, segura de sí misma, por dentro, era un flan que estaba a punto de derretirse, sentía que todo le temblaba.
Diez minutos después de pláticas entró su chica como torbellino, corriendo directo a ella.
—¡Mamá! —gritó la pequeña— ¿Dónde está mi mami Aida? ¿Por qué no vino contigo?
—Brisa —dijo la madre cuando se dejaron de saludar— ven con Renata, queremos platicar contigo.
La niña acudió con la psicóloga.
La mujer de saco ancho y lentes gruesos se sentó a un lado de Grace con su chica. La niña se encontraba sobre las piernas de la mujer.
—Dime, bonita. ¿Mami te maltrata?
La niña sólo movió su cabecita tímidamente negando la acusación, sin dejar de verla a ella.
—¿Te gusta estar con mami?
—Síp, solo que… —ahora miraba al matrimonio— La madre no me deja estar con ella, no sé si cree que es mala, pero no lo es, yo la amo.
La niña saltó de las piernas de la mujer para llegar a los brazos de Grace.
—Hola, mi amor.
—Mami, tú no me pegas, ¿por qué no me puedo quedar contigo y mami Aida?
Grace la cargó, le dio un beso y levantó la mirada, directo a los ojos de los padres adoptivos de la niña.
—No sé qué clase de centro son, no sé porqué no dejan que me lleve a la niña, tengo todo, dinero, una pareja, las ganas ¿qué más necesitan?
La tal Renata asentía. La madre solo guardaba silencio, sin una gota que denotara de qué lado estaba.
—La señora Slora tiene todo, el único impedimento son ustedes —dijo su amigo sacando unos papeles para dárselos a la persona que tenía en sus manos el poder de consumar la felicidad total en Grace.
—¿Y qué me dice de los acontecimientos de esta semana? ¿Debo olvidarlos?
La rubia iba a hablar, Jacob la detuvo.
—¿Tendré que exponer ante la junta un caso fortuito? Ahora ese será su escudo de negación. ¿Sin importa que una niña pase aquí toda su vida?
Jacob no hablaba como abogado, más bien era un tío sobreprotector, a la rubia eso le enterneció.
—No señor, el motivo por el cual los llame a todos es justo para eso, para que me expliquen que eso jamás volverá a pasar. A pesar del trauma, la niña aún quiere al matrimonio —Grace agacho la mirada, creía que le darían a su niña a esos dos seres que la maltrataban—, Slora Villalba.
Grace abrió los ojos como nunca antes lo hizo, miró a la mujer y esta solo movió la cabeza.
El corazón de la rubia bombeaba a una velocidad acelerada cuál sonido de trueno. Miró a su amigo y de nuevo a la mujer.
—Gracias —fue lo único que pudo decir antes de que las lágrimas se hicieran notar.
—Señores Cruz del Monte —la mujer siguió hablando— con ustedes, deben saber que nunca podrán adoptar a ninguno de nuestros niños. Señora Renada, explíquese, por favor.
—Claro. De acuerdo a los exámenes psicológicos a los cuales fue sometida la niña. Brisa sufre maltrato verbal de parte de los señores antes mencionados, así como físico.
Grace reaccionó, quería matar a esos dos malditos, el brazo de su amigo la detuvo, con la mirada le dijo que no. Ella guardó la compostura cuando la madre la miró directamente.
—Cálmate, no es tiempo.
—Ya sé, tranquilo.
—Por todo lo señalado con anterioridad —dijo la madre— tenemos motivos suficientes y comprobables para que ustedes nunca accedan a alguno de nuestros niños. Agradezcan que no podemos hacer acción legal, sin embargo les adelanto, no intenten buscar la adopción porque perderán el tiempo. El sistema los ha sacado de ser padres idóneos. Pueden retirarse. Señora Slora, usted no, tenemos que hablar.
Vio como los otros salían peleando y tirando patadas a tal grado de violencia que unos policías tuvieron que ir por ellos.
Cuando se quedaron Jacob, la madre, la psicóloga, Brisa y ella, al fin se pudo relajar.
—Tiene que saber que la niña se irá con ustedes el día que legalmente esté consumado su matrimonio, cuando usted me traiga un acta del mismo podremos iniciar con el papeleo. Yo le aseguro que voy a mover todo para que todo esté listo para que se lleve a su hija.
La niña corrió hacia ella para abrazarla mientras la mujer seguía hablando.
—Tiene quince días para que se termine el plazo, no pudimos hacer más, la edad de Brisa nos lo imposibilita, en caso de que usted no se apresure será removida a otro centro y quedará lejos de mi poder ayudarles.
—Gracias por todo lo que hace por nosotras.
—Nuestra beneficiaria estrella tiene que tener algún trato especial —la madre le guiño un ojo— no lo tire a la basura.
—Le aseguro que no —la rubia tomó las mejillas de su hija y la miró directo a los ojos— dentro de unos días, mami y yo vendremos por ti, arregla tus cosas que la próxima vez que nos veamos nos iremos a casa para siempre.
—¡Sííííííí!
Dijo la niña saltando de alegría, corriendo por toda la sala. La madre y la psicóloga se miraron y asintieron, ellas sabían que habían tomado una muy buena decisión, esa pequeña no iba a estar en mejores manos que con esas mujeres.