Los cuentos de Emno - Vol. I

Tik el duendecillo

Ahora me gustaría contarles la historia de otro amigo que conocí alguna vez, en esta ocasión mi amigo no es un espíritu como yo, sino más bien se trata de un duendecillo que vivía dentro de un viejo tronco de roble en un antiguo bosque encantado. Él era un carismático pero algo gruñón duende ermitaño. Te preguntarás ¿por qué era ermitaño? Pues por la sencilla razón que el odiaba a los de su raza, no es que fuera quisquilloso o mucho menos, simplemente no estaba conforme con haber nacido duende. Nuestro héroe tenía sueños, sueños donde podía volar, hacer música y hechizos; demostrar su valentía viviendo peligrosas aventuras y por supuesto combatiendo temibles monstruos como gigantes, trasgos o dragones. Él quería hacer algo más grande que lo que su raza pudiera hacer. Todas las mañanas se levantaba temprano para ver cómo las hadas hacían su labor, las hadas florales volaban de aquí para allá, de árbol en árbol, abriendo  todos los capullos matinales haciéndolos florecer; cómo las encargadas del roció dispersaban un baño de pequeñas gotas de agua de  muchos colores por todas partes, llenando la vista de un hermoso arcoíris; cómo los elfos altos y majestuosos se encargaban de llenar el bosque de alegría y música con sus cantos mágicos despertando a las criaturas del bosque y  anunciaban la primavera por donde quiera que fueran.

Una mañana su amiga de toda la vida, Aeri decidió visitarlo para ver cómo se encontraba. Si sé lo que vas a decirme, empecé el cuento diciendo que era un duende ermitaño, pero ellos se conocieron desde muy pequeños y aunque Tik quería romper todo  rastro con su raza ella de verdad lo apreciaba mucho como para dejarlo. Por eso procuraba visitarlo al menos cada mes para asegurarse que no se fuera a matar con sus ``grandes´´ ideas que se le ocurrían de repente; y vaya que había acertado esta vez, porque en cuanto Tik abrió la puerta Aeri no pudo contener una risa burlona, pues frente a ella apareció su buen amigo con un vestido de retazos de tela mal cosidos y con unas pequeñas alas de hojas de árbol

- ja ja ja cielos Tik el carnaval llegó muy temprano para tí este año, pero dime ¿De qué se supone que te disfrazaste?

- ¡Aeri! debí imaginar que eras tú de nuevo, vienes solo a burlarte de mí o algo más te trae a mi hogar.

- Lo siento de verdad que lo siento, pero es que no lo entiendo ¿Qué estás tratando de hacer esta vez?

- Claro que no lo entiendes, si lo único que haces es la misma labor de siempre, lo que todos los duendes hacían hace mucho, aún no lo dejan de hacer y jamás  dejarán de hacerlo.

Era cierto que ser un duende del bosque no era nada fácil, éstos como buenos duendecillos nobles se encargaban del mantenimiento y  construcción de lo que en el bosque se necesitara, desde los grandes caminos y puentes que los hombres habían construido para transitar fácilmente y no molestar a las demás criaturas; hasta la madriguera de la más pequeña criatura. Y Tik ya se había cansado de todo eso, fue por ello que escapó de casa. Esto Aeri lo sabía muy bien, incluso ella se había preguntado muchas veces si no existiría algo más, pero como siempre su sabia abuela le decía: “un duende es lo que un duende es y algún día entenderás porque estamos aquí”

- Bueno si no tienes nada que agregar, con tu permiso, me retiro no puedo perder más el tiempo contigo - dijo Tik

- Está bien si quieres ir como la reina del bosque por ahí, yo no tengo problemas, pero al menos permíteme acompañarte para que no te vayas a lastimar de nuevo - le dijo Aeri con una voz más de regaño que de preocupación

- Haz lo que gustes solo no me molestes mientras voy a ver a la reina de las hadas -

- ¡Válgame Tik! ¿Con qué motivo? -

- Eso ya lo sabrás cuando lleguemos -

Ambos emprendieron el viaje hacia el castillo de la reina de las hadas quien los recibió con complacencia como a toda buena criatura que en el bosque habitaba, aunque no pudo evitar soltar una risita pícara en cuanto Tik se presentó delante de ella.

- Mi estimadísima reina, vengo ante usted para poner mis servicios a su disposición, por favor permítame una tarea que pueda cumplir.

Tik no perdió momento en mostrar sus intenciones, creía que con su disfraz podría engañar a la reina y recibir un encargo por más pequeño que fuera. Pero la reina era sabia y no caería en un disfraz como ese, sin embargo no quiso desilusionar al pequeño duende así que le siguió el juego

- Pequeña dime ¿Cómo te llamas? ¿De dónde eres? si no me equivoco no eres de por este bosque, o al menos nunca te había visto.

- Perdone mis modales su majestad mi nombre es ti.....

- Tika su señoría - contestó Aeri para ayudar a su pobre amigo - ella es un hada de la hierba, es amiga mía y proviene de un lejano bosque. Vino a visitarme y le gustó tanto nuestro hermoso bosque que quiso quedarse unos meses aquí, sin embargo se siente mal por no ser de ayuda, eso la motivó a presentarse ante usted y poder ayudar a su hermoso reino con su servicio, aunque fuera solo una tarea sencilla -

La reina conocía ya a Aeri que se encargaba de varias cosas en el castillo cuando las hadas tenían problemas. Era una trabajadora duendecilla y sabía que no mentía por gusto, por lo que decidió ayudarla con su pequeño truquillo.

- Está bien Aeri, su ayuda nos vendría muy bien en estas fechas ajetreadas ya que el otoño se acerca y necesitamos más hadas como Tika que puedan cambiar el color de las hojas de los árboles. Puedes regresar en dos semanas que empieza el otoño y ayudarnos con el cambio de estación en el bosque -




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