Cuentan las leyendas que cuando un objeto es muy querido por un humano este comienza a tomar un poco de esos sentimientos y se forma su propia esencia, dándole vida propia a dicho objeto y convirtiéndolo en un ``espíritu de objeto´´. Sin embargo, si este objeto es abandonado o los sentimientos con los que es llenado son negativos se convierte en un objeto maldito, trayendo desgracias a quien lo posea.
Hoy quiero contarles la historia de un espíritu de muñeca que conocí gracias a mis viajes en el lejano oriente llamado Eleya.
Esta muñeca cobro vida desde el momento en que fue creada. Un artesano la hizo con el cariño que todos los artesanos ponen a sus obras, tallo con gran delicadeza en porcelana su cabeza finamente detallada, su delgada y puntiaguda nariz, pinto dos hermosos ojos de un hermoso color azul celeste, su boca la pinto de un atrevido pero puro tono rojizo, sus manos las tallo de forma delgadas y suaves como manos de artista y en sus pies pinto unos hermosos zapatitos de bailarina; su cuerpo lo hizo con tela de gamuza blanca y la relleno del algodón más suave que pudo encontrar; su ropa estaba hecha con finas telas brillantes de color amarillo y morado haciendo juego entre ellas, el pantalón morado y la camisa de color amarillo con un gorro que combinaba ambos colores; finalmente coloco dos cascabeles en las puntas de su gorro para que tintinearan alegremente cada que se moviera. Eleya se había convertido en una hermosa muñeca de una bufona alegre y sincera.
Dijo orgullosamente el artesano satisfecho con su trabajo, Eleya en un principio no comprendía estas palabras pues el artesano la había hecho con tanto amor y cariño que no entendía como un hogar podía ser mejor que aquel en el que ya se encontraba. Pero su creador se dedicaba a crear muñecas para después venderlas a las personas que se asomaran en su tienda y cumpliendo su promesa la puso en un lugar especial del aparador donde todos los que pasaran pudieran apreciar lo hermosa que era.
Muchas personas pasaban enfrente de aquella tienda, todos se quedaban maravillados cuando veían la belleza de Eleya. Algunos incluso entraban en la tienda para preguntar cuanto costaba aquella muñeca solo para quedar muy decepcionados cuando el artesano siempre contestaba lo mismo.
Los días pasaron sin que la persona que Eleya, o mejor dicho la persona que el artesano decía que estaba esperando se presentara. Eleya comenzaba a preguntarse si algún día de verdad llegaría, pero no le importaba mucho realmente, ella era feliz viviendo en aquella tienda. Le encantaba como muchos niños se quedaban mirándola a través del aparador, para ella era como sentirse muy querida. En la tienda llego a hacerse amiga de otros espíritus de muñeca, que igual que ella, habían cobrado vida, ella los conocía cuando eran creados y se despedía cada que uno era comprado por algún padre como regalo para su hijo. Un día una pequeña niña entro a la tienda, llevaba una pequeña muñeca de trapo que quizá su mama le habría hecho, aquella muñeca no se acercaba ni un poco a la belleza del trabajo que el artesano hacía, pero extrañamente brillaba tan intensamente como solo pocas muñecas aparte de Eleya lo hicieran. La niña como muchos otros que entraban a la tienda, se quedó maravillada con la belleza de Eleya.
Después de escuchar las palabras de la pequeña Eleya comprendió por que aquella muñeca tenía ese brillo misterioso dentro suyo, su brillo no fue dado por la persona que la hizo sino por aquella pequeña niña que la quería tanto hasta el punto de darle un poco de si para que pudiera vivir. Esto le hizo preguntarse si no estaría mejor con una niña que la quisiera tanto como aquella y por un momento deseo que pudiera comprarla en su cumpleaños. Aunque sabía que eso era imposible, el artesano nunca la había vendido antes por más dinero que le ofrecieran ¿Cómo una niña pobre podría ofrecer algo que valiera más de lo que ya le habían ofrecido antes?