Los demonios de Pangea

Capítulo 9

Después de unas horas Mateo despertó me miró Con los ojos aguados totalmente llenos de dolor, podía notar que estaba sufriendo no solo físicamente y eso me asustaba a mi también.

-- hola-- me dijo

—hola, ¿cómo te sientes?— le respondí.

—como si me hubiese mordido un susurrador, oh!! Fue justo lo que paso— intento hacerme reír y funcionó.

Solté una pequeña risita soplada mientras enseñaba mis dientes,¿ como es que aún estando herido y habiendo perdido tanta sangre aún se preocupaba por hacerme reír?, definitivamente Mateo era un gran enigma.

—hey!! Tortolitos, tomen la daga y larguen se de aqui— grito el padre de Mateo desde la entrada de la casa.

Ayude a Mateo a levantarse del sofá, apenas si podía moverse y estaba más pálido que de costumbre, pesaba horrores pero me las arreglé para subirlo a la camioneta que vi estaba llena de sangre en el asiento del conductor.

— el susurrador está muerto, pero dijo que el asunto no se quedaría así, que tomara otro huésped y vendrá por ti— advirtió Mateo a su padre mientras lo ayudaba a subir al asiento del copiloto.

—no podrá volver en un largo tiempo, de seguro estaré muerto para cuando regrese— se burlo el vejete.

Me subí al asiento del piloto y el padre de Mateo cerró mi puerta y me extendió la daga.

—no quiero que te Cortes niñita, mucho cuidado, donde la daga caiga en manos del carnicero tu, tu familia y mi hijo moriran— me previno.

Solo pude asentir ante la advertencia, llevaba horas pensando en cómo se encontraría Ulas y mi familia después de tanto tiempo solos, solo espero que no les haya pasado nada malo, arranque el motor y conduje fuera del camino hacia la carretera, Mateo iba a mi lado intentando no quedarse dormido.

—¿que es un susurrador? — cuestione, en verdad cada palabra nueva me daba una curiosidad increíble.

— un demonio, uno pequeño, solo puedo susurrar a tu oído, darte ideas, poco a poco volverse la voz en tu cabeza que te dice que hacer, y al apoderarse de tu mente ya no hay nada que hacer, consume el alma del portador y se hace con su cuerpo cuerpo— comenzo explicando— no son fáciles de encontrar, suelen confundirlos con enfermedades mentales como la esquizofrenia, al hacerse el cuerpo del huésped les brota un enorme aguijón o cola como la de los escorpiones de la parte baja de su espalda, este susurrador me alcanzo en el costado antes que pudiera matarlo— dijo con rabia esto último.

—¿ como lo mataste sin la daga? Dijiste que solo la Pangenita podía matarlos— continúe con mis preguntas.

— al hacerse del cuerpo de humano se vuelve mortal, consume el alma del huésped y se queda en su cuerpo, al matar el cuerpo su alma o esencia vuelve a Pangea— me explicó 

— ¿el carnicero dentro de Ulas va a hacerse de su cuerpo?— pregunté 
Aterrada.

—aún no, aún podemos sacarlo, e intentar matarlo— respondió mientras volteaba su vista hacia la ventana.

No quise seguir cuestionando, dentro de mi intente recordar todas las oraciones que me sabía y las que no también, pedía por mi hermano, aunque ahora todo el asunto de la religión se deformaba un poco en mi cabeza, si el infierno no existía ¿a que se supone debíamos tenerle miedo? . 

— estas muy débil, ¿ crees que podrás sacar al carnicero? — hable preocupada, estaba pálido, y su mueca de dolor cada ciertos minutos no ayudaba.

— lo haré — declaro decidido.

Permanecimos en silencio el resto del camino y pronto Mateo logro dormirse a pesar del dolor que tenía, mi mente seguía divagando en la cantidad de cosas que podían salir mal, y en lo que el viejo padre de Mateo me había dicho, poco antes de llegar a la bodega, mi hombro empezó a quejarse, extrañamente no había sentido dolor en las últimas horas pero creo que ya estaba resentido conmigo después de haberle dado tanto trabajo aún cuando estaba lastimado.

Al llegar a la bodega estaba en completo silencio, eso internamente me alertó y supongo que a Mateo también ya que se bajó del auto y fue directo al maletero por unas armas, tomó la mía y le colocó un cartucho nuevo, y observó la daga en mi cinturón, solo disimuló como si no la hubiese visto y colocó un par de cuchillos en sus botas.

Con una mirada de confirmación abrió la puerta mientras apuntaba su arma, la bodega estaba desolada, destrozada, los muebles estaban volteados y el piso era un desastre de agua, sangre y un extraño líquido negro, temí por mis padres y quise gritar por Amel pero Mateo notó mis intenciones y puso un dedo en sus labios, haciendo señas de que guardara silencio, apunte mi arma frente a mi mientras las gotas de sudor frío recorrían mi espalda y el miedo me invadía, no podía perderlos a todos, no podía.

Caminamos hacia arriba a las habitaciones, la que tenía la camilla donde había despertado estaba patas arriba, como si una gran pelea se hubiera librado en ella, pero aún nadie a la vista, seguimos hacia la segunda donde se suponía debian estar mis padres, pero nada, estaba intacta pero vacía, entre en ella y me fije que tenía su baño personal, intentar abrirlo pero estaba con seguro.

Aplique un poco más de fuerza pero aún así no pude hacerlo, le hice señas a Mateo para que me ayudara, y este vino, sacó unas llaves de su bolsillo y me las entregó, probé algunas hasta que una logro abrir la puerta, estaba oscuro , solo era un pequeño sanitario pero pude divisar una sombre justo al lado del sanitario, encendí la luz y encontré a un Amel aterrado con los ojos hinchados de tanto llorar, su ropa hecha gironés y grandes aruños por su pecho y brazos, uno grande se destacaba en su mejilla que iba desde su oreja hasta la comisura de su boca, estaba sangrando.

Me acerqué rápidamente para comprobar que no tuviera alguna herida más grave pero el se hecho a mis brazos a llorar, traté de calmarlo meciendolo un poco pero seguía desconsolado.

— Ulas.., Ulas mató a mamá y a papá carmen — sollozaba en mis brazos quedito.

— shhh... todo estará bien, ¿dónde está Ulas? — el nudo en mi garganta me impedía hablar aun así debe de lado el asunto de mis padres por un segundo, era posible que estuvieran heridos pero con vida igual que Amel.

—abajo, logre cerrar la puerta de acero antes de venir aquí, pero deje a mamá y a papá dentro con Ulas, Carmen — hablaba pausadamente y con hipo por el llanto que lo invadía.

— tranquilo Amel, estarán bien, necesito que te quedes aquí, pon el seguro cuando salga tanto de la habitación como del baño, yo tengo las llaves, no le abras a nadie— intente soltarme pero se aferraba a mi en el piso de aquel baño.

Tome sus manos y lo mire a los ojos, di un asentimiento con una sonrisa forzada mientras una lágrima corría por mi mejilla, besé su mejilla contraria al aruño y salí del baño y luego de la habitación, Mateo estaba afuera del cuarto con su arma apuntando a todos lados.

— esta en el sótano, Amel dice que cerró la puerta con mis padres dentro antes de venir aqui— hable con unas ganas casi incontenibles de llorar.

Mateo no respondió, solo levantó su arma y se encaminó al sótano con una Carmen asustada a muerte detrás de el, era increíble que todo permanecía en un silencio sepulcral y que la temperatura haya bajado tanto era aún más escalofriante.

Al llegar al sótano Mateo se puso a un lado de la puerta mientras me hacía señas de que abriera con las llaves que me había dado, mis manos temblaban incontroladamente, pero después de varios intentos logre encontrar la que abría la puerta y la gire con cuidado.

Nada de lo que había vivido antes podía prepararme para una imagen como la que vi al abrir la puerta, mis padres, tirados en el puso con el torso completamente abierto y dentro de ellos solo podía verse un agujero enorme donde debían estar sus órganos, ambos tirados en un charco de su propia sangre mientras mi pequeño Ulas estaba de cuclillas de espaldas a la puerta alimentándose de ellos.

Al escuchar un pequeño quejido que salió sin darme cuenta de mi garganta se volteó rápidamente, su cabello era casi nulo, sus ojos estaban negros y alrededor de ellos su piel se había oscurecido considerablemente y enormes líneas como raíces salían de ellos, su piel estaba gris y sus dientes eran aún más grandes y amarillos de los que recordaba, sus uñas estaban gigantes y negras, como pequeñas dagas al final de cada uno de sus dedos, estaba muy delgado, y la sangre chorreaba de su boca, mi pequeño Ulas seguía de su tamaño, pero ya nada en el era mi hermanito, solo pude caer de rodillas por la impresión y un grito de dolor quemó mi garganta abandonando todo el aire que había contenido al abrir la puerta.

Mateo solo lo apunto con su arma, y Ulas dio una sonrisa terrorífica con enormes dientes.

— llegaron a tiempo para el postre— sus voces eran oscuras, roncas y me helaron la sangre.



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En el texto hay: demonios, muerte, terror

Editado: 14.04.2020

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