Capítulo 6
“De vuelta al pasado”
Me sobresalté y me desperté. Me di cuenta que todavía no había amanecido y que faltaba bastante tiempo para hacerlo.
Miré el reloj de mi mesita de luz y marcaba las doce de la noche.
Se sentían gritos en la cocina.
Mamá y papá.
Me senté en la cama y prendí la luz.
¿Por qué estarían discutiendo a esta hora? Era muy curioso la verdad, así que me salí lentamente de la cama para acercarme a la puerta y averiguar su tema de discusión.
El suelo estaba helado y sentí la puerta en mis manos.
— ¡Cómo vas a decirle lo de las clases de guitarra! —Sonó la voz de mi padre.
— Era de la única forma que iba a aceptar ir nuevamente a la psicóloga —La voz de mi madre parecía estresada.
—Me hubieras dicho a mí, si no quería ir. A mí me iba a obedecer.
¿Qué tenía de malo ir a clases de guitarra? Pareciera que quisiera que estuviera todo el día encerrado pensando en que la vida es patética y sin sentido.
—No es tan malo.
—Sí, lo es con guitarra no va a aprender nada bueno. Al menos si fueran clases de otra cosa —Hubo un momento de silencio— ¿De qué le sirve aprender guitarra?
Tenía ganas de salir de mi habitación y decirle que si me servía mucho. Cada vez que tocaba la guitarra mi mente cambiaba un montón… se relajaba. Era lo más lindo que podía pasarme y me anulaba todos esos pensamientos que me alteraban demasiado. También la guitarra cumplía una de mis funciones. Poder componer canciones porque siempre soñé con la música.
Mi padre no sabía nada de eso y mi madre tampoco. Suponían que solo quería tocar la guitarra para usarlo como un pasatiempo más, pero esa no era la verdad. Había algo muy grande en eso. Claramente eso era lo que nunca entendía de mí. El ser tan aislado, el ser tan solitario, y ni siquiera podía contarles a mis propios padres que mi sueño era cantar.
Mi padre quería que estudiara en una universidad y eligiera una de esas carreras que tienen de duración unos cinco años, y mamá supongo que también. Nunca me dijo nada, pero presiento que, si le diría que mi sueño era ser un cantante mundialmente famoso, se reiría en mi cara.
—Yo con mi trabajo le pagaré las clases de guitarra y ya.
Interrumpió todos mis pensamientos, la voz de mi madre.
—Claro, eso seguro. Recuerda que yo no estoy del tanto de acuerdo en muchas cosas de Yannick, además es tu responsabilidad pagarle sus cosas.
Lo único que podía destacar de mi familia era que estábamos bien económicamente. Nada más.
Lo que decía mi papá me dejaba en un tremendo “shock” porque a pesar de no entender a qué se refería me ponía mal que hable con tanto desprecio hacia mi persona.
Me alejé de la puerta… Porque había decidido que no quería escuchar más conversaciones que no me tenían que importar, aunque fueran sobre mí. Estaba claro, que madre me iba a pagar las clases y al fin iba a poder hacer lo único que me interesaba en estos días.
Me acosté en mi cama y cerré los ojos, hasta que el sueño me venciera. Siempre decía, que las noches eran una verdadera tortura y eso era por tres razones:
1)- Nunca tengo sueño.
2)- Tardo más o menos cinco horas en dormirme.
3)- Cuando lo hago tengo pesadillas.
Mientras trataba de dormirme, recordaba una y otra vez las imágenes en la cabeza cuando me encontré con Jazmín.
Cuando alguien te despreciaba así, te daba ganas de desaparecer. Ese momento cuando te están diciendo poco a poco, lo que piensan de ti, ese momento cuando las palabras llegan de a poco a tu cabeza y te dañan por dentro.
Duele.
Eso que me hizo mi compañera de clase, duele. Antes la veía con otros ojos, la veía como una niña muy bonita a la que quería darle un beso pequeño en sus labios, pero ahora todos esos pensamientos se fueron quedando en el olvido. Porque era como ellos, se burlaba, y pensaba cosas malas de mí solo porque era callado y raro.
Definitivamente no era la persona que merecía a Jazmín. Y quizás no merecía a ninguna persona.
Estaba tomando un té que me había preparado mamá, después del almuerzo. Ella estaba tan callada como siempre, y mirando la televisión.
¿Cómo te fue en la escuela, hijo?
¿Te hicieron sentir mal otra vez “ellos”… tus compañeros?
Eso nunca lo preguntaba. No pretendía que pregunte la segunda pregunta porque esa era mi tarea, no decirle nada lo que pasaba con mis compañeros. Pero ni siquiera obtenía la primera pregunta. Todos sus hijos quieren mentirles a sus madres alguna vez.
Ella no preguntaba nada, seguía viendo la TV como una pequeña niña concentrada en un juego muy divertido.
— ¿Has discutido con papa ayer anoche? —Pregunté nervioso y le di un sorbo a mi té que estaba caliente y sin querer me quemé la garganta.