Los deseos de la luna

24

ILENA. 

Las sombras de los árboles pasaban a gran velocidad haciendo que me mareé, mi frente apoyada contra el frío material de la ventana del auto ayudaba a que el fuerte dolor de cabeza se mantuviera a raya, deje salir un lastimero suspiro.
El sol había llegado a su máximo punto durante nuestro trayecto, sentía de vez en cuando las miradas de  preocupación de   Syrma.

El haber abierto la conexión entre belsabed y yo me había dejado en un estado deplorable,
el sudor recorría mi columna, la fiebre había vuelto y una enferma palidez tiñó mi piel.
-ahí- dije -tienes que parar ahí- lesath aparcó el auto al borde del camino, bajó apresurado del auto para ayudarme a bajar, syrma lo siguió de cerca.
-donde, Lena?- preguntó el castaño.
-hay que cruzar los árboles, así ella sabrá que estamos aquí.
Siguiendo mis instrucciones caminaron prácticamente arrastrándome. Al cruzar la línea de árboles fue como si el tiempo hubiese pasado en un pestañeo, el día se oscureció y luego volvió a iluminarse.
Frente a nosotros había una solitaria cabaña, de donde salía una línea de humo que ascendía y se perdía en el cielo, la puerta se abrió profiriendo un chirrido, la silueta de una mujer se distinguió a través de  esta.

la mujer era alta,  de  cuerpo  atlético, su rostro moreno de facciones  refinadas exhibía  una  sonrisa blanca de colmillos  prominentes  que cualquiera  podía pasar por vampíricos, sus  ojos color mostaza  brillaban  cual carbón encendido, ella extendió los brazos  envolviéndome en ellos  como una bienvenida, los arreglos metálicos en su melena  negra tintinearon  al acercarse  a  mi.

-han pasado muchos años, roja -dijo cerca de mí oído -es bueno volver a verte incluso en este estado.  llevémosla  adentro,  caballeros  -los chicos me miraron, yo asentí para que la siguieran; ella lideró la fila hasta el interior de su cabaña -déjenla aquí -mi  cuerpo tocó una  superficie  blanda, sentía como poco a poco volvía  a  perder la conciencia, estaba tan  pero tan cansada -no dejen  que se  duerma - ordenó la  voz  de belsabed.

-Lena - la voz suave  de syrma  me llamaba, pero yo estaba  muy cansada  para responder, cerré  los ojos -Lena -  dijo zarandeándome suavemente,  mis ojos se encontraron  con los  suyos,  los de el se veían  tristes y sumamente  preocupados, mientras  que lesath, quien estaba  parado a lado de su mate  se esforzaba  por no  llorar, y  hacia una mueca con los labios que pretendía ser una sonrisa.    

  -alguno de los dos es su mate? - preguntó  la morena,  los  chicos negaron - hubiera  sido maravilloso que el viniera  -dijo la  mujer  para si misma.

-puedo traerlo si es  necesario pero ella aun  no le a dicho..

-lo se -dijo la mujer interrumpiéndolo -solo estaba deseando que este mundo  fuera perfecto. ustedes tendrán que sostenerla entonces pero deberán aguantar los gritos.

-los gritos? -preguntó el  menor.

-si, que?-preguntó al ver sus caras de  disgusto- no pensaras que recomponer un vinculo es un  masaje relajante? porque no lo es , será como coserle una extremidad sin anestesia o incluso peor, por  eso quería a su mate, el iba poder hacer que el dolor fuera mas llevadero.

-lo traeré -dijo lesath decidido.

-no, no tenemos tiempo que perder, mientas mas  pase con esa ruptura  mas difícil será  arreglarla y necesito tu fuerza, la de ambos.


LESATH.


-bien, comencemos -dijo la mujer luego de un rato, ella había traído todo tipo de cosas desde pequeñas piedras, hierbas secas y flores de aspecto extraño -tienes que ser fuerte, roja -dijo poniendo una mano sobre la frente de lena.

la mujer suspiro y caminó hasta un cristalero en un rincón de la habitación, de el con sumo cuidado quito una pequeña caja de madera tosca y vieja, la abrió y de ella sacó anillos: uno de plata, uno de madera y otro de un material que no conocía, se acercó a lena.

-la plata le hará daño -dije evitando que se lo pusiera.

-ella es mestiza, la plata no le afecta -dijo y me apartó con un ligero toque -la plata el mal de su especie, la madera por su espíritu salvaje, la roca de luna por la protección de su madre en el cielo.
Abre tu boca, roja , déjalo debajo de tu lengua, no lo tragués

-que es? -pregunto syrma.

-un cirio, la flor de un cactus que solo florece un día del año entre junio y julio. Esto es aceite de onagra, esta es una flor de luna, que solo abre sus pétalos de noche y está flor es llamada dondiego de noche que por la noche florece hasta la última luz de la mañana.

Moliendo las flores con el aceite formó un líquido marrón espeso y con un pincel dibujó runas y formas inentendibles partiendo desde los dedos de Ilena hasta el cuello, luego a la mezcla le agregó las hierbas y el ungüento se volvió verdoso, con este pinto la frente, el pecho y mojó las puntas del cabello de Ilena. Un susurro salió de la garganta de la morena, palabras extrañas en un idioma que nunca había escuchado, la voz de la morena se volvió profunda y ronca muy diferente a lo que había escuchado antes.

Lena comenzó a temblar, sus garras crecieron al igual que sus dientes, de la garganta de la pelirroja brotó un grito desgarrador, sus ojos se llenaron de lágrimas y trató de atacar a belsabed pero syrma y yo la detuvimos.

-pará -gritó syrma -pará, la estas lastimando -ilena gritaba tan fuerte que temía que su garganta se desgarraría. Las marcas en el brazo de Ilena se volvieron heridas sangrantes y los gritos se volvieron más lastimeros -¡belsabed!, ¡pará! -syrma envolvió a lena con sus brazos y la mujer se aferro a él mientras gritaba y gimoteaba.

-por favor, por favor has que pare, syrma por favor, me duele, por favor -decía ella mientras se aferraba a la camiseta de syrma. Caminé hasta la mujer.




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