Los deseos de la luna

《Lesath》

Su manada no era numerosa, sin contar a su familia el número de lobos a duras penas rozaba los 50 y si, lo normal es pensar que al ser tan pocos los haría unidos pero esa es una idea muy alejada de la realidad. 
La familia de el era muy distante de la manada tanto así que lo único que les unía era el vínculo de gobernantes por lo que no eran muy bien vistos en esa pequeña comunidad, nadie ignoraba el poco afecto que los lobos le tenían a sus padres y hermanos mayores pero sin embargo nadie había echo nada para derrocarlos

En cuanto a su familia, el sabía que en los términos básicos no eran ejemplares pero desde su punto de vista no era la peor, pero el hablaba desde el privilegio de ser el último hijo del alpha puesto a que eso siempre le dio sus libertades.

Ser el último de 5 hijos le restaba gran importancia no solo para la pequeña manada, sino también ante los ojos de sus padres quienes se encontraban muy atareados criando a sus dos primeros hijos. Al primero porque el tomaría el lugar de su padre y al segundo en caso de eventos inesperados, osea si el mayor moría antes de tiempo, que no sería gran sorpresa (o al menos no lo sería para mi) si el mayor muriera al poco tiempo después de asumir su rango como alpha, ya que el susodicho era un ególatra e impulsivo de poco cerebro, si no lo mataba su hermano menor quien ambicionaba con el alma el puesto de su padre lo haría otra manada.

Por otro lado estaban los últimos hijos quienes eran por así decirlo normales si no tomamos en cuenta su naturaleza, los tres ultimos hijos eran en su infancia como quien dice uña y mugre, entrenaban juntos, comían juntos, pasaban sus tiempos libres juntos, habían sido muy unidos y explorar los territorios de su padre y un poco más haya era su actividad favorita, les encantaba la idea de descubrir olores nuevos, sensaciones nuevas y experiencias divertidas y estimulantes.
La tercera hija, Irina, fue la primera de los cinco en encontrar su alma gemela pocas semanas después de su transformación, un lobo 5 años mayor que ella, bastante atractivo, divertido y de ojos pícaros, era todo un personaje como a mí me gustaba referirme a él y no dudo un segundo en marcharse de la manada junto a su compañero, aun recordaba perfectamente el último día en la manada, los tres salieron a explorar una última vez juntos.

Irina iba unos metros delante de nosotros, Nattan y yo de vez en cuando nos dirigíamos miradas de preocupación, mi hermano  negó con la cabeza y suspiró.

-rini, espera nos- ella paró de golpe pero sin voltearse.

-es raro no creen, siempre hablamos de que si teníamos la oportunidad nos  largariamos de aquí, ahora que esta pasando conmigo tengo miedo, no se si mi vida será lo mismo sin ustedes en ella.

-rini, solo vas a mudarte, no es necesario que perdamos el contacto, además no creo que Alan te impida vernos tampoco.

-oh no, el no lo hará- dijo volteandose, su rostro estaba cubierto de lágrimas -ay chicos enserió voy a extrañar pasar todo el día con ustedes, voy a extrañarlos tanto -dijo lanzándose sobre nosotros para abrazarnos -los voy a extrañar con la fuerza de mi alma.

-nosotros también te vamos a extrañar.

Luego de ese día no volvieron a saber nada de su hermana mayor, era como si la tierra se la hubiera tragado.

Nattan era bastante inquieto y al igual que Irina no dudo un segundo en largarse de la manada después de su transformación solo que este optó por volverse nómada y no requirió de mucha insistencia para que su padre le concediera el rango, Nattan no era muy fanático de las despedidas, así que solo desperté un día para encontrarme que estaba solo.

 desde entonces paso sus días en solitario, vagando en el bosque, en el suelo musgoso del bosque o sobre una rama alta de los robustos árboles. Tres años después de su transformación un aroma particular llegó a su nariz, un aroma que hizo que sus instintos se dispararan por los cielos, el definitivamente nunca olvidaría ese día, el día en el que vio por primera vez a su mate

Sus piernas se mecian en el aire, su cuerpo en perfecto balance reposaba en un tronco grueso, mientas dormitaba, era un día bastante común y aburrido como los anteriores pero algo en su interior se sentía inquieto, abrió los ojos. Si ese era un día normal realmente tendría que estar durmiendo pero esas sensaciones le impedían serenarse.

De un salto bajó del árbol y caminó por el bosque frondoso más haya de los límites, el viento agitaba las copas de los frondosos árboles trayendo con sigo el olor del musgo y la humedad.

Iba pateando todas las pequeñas piedras que encontraba, no entendía exactamente lo que le sucedía, en su interior su lobo, Heze, tenía los nervios de punta, era como si su instinto le dijera que un evento importante llegaba.

Vagó por el bosque durante horas hasta que el sol ya había dejado el horizonte, en su trayecto de vuelta a la manada, se sentía nervioso y un sudor frío le recorría la espalda, hasta que  escucho gritos y gruñidos, mezclados con un olor metálico y dulce. En un abrir y cerrar de ojos su cuerpo se había convertido en una bestia enorme, sus patas avanzaron con gran agilidad entre las ramas y raíces de los árboles.

A la distancia divisó a los guerreros de la manada, que tenían acorralado a un lobo, la sangre le hirvio en el interior y de su garganta salió un rugido que resonó en el bosque, era una señal clara, se apartaban o morían y los lobos la entendieron de inmediato. Abrieron paso para la bestia furiosa, pero esta pareció petrificarse ante el lobo castaño cobrizo frente a el.

En su interior Heze se revolvía, ambos sabían quien era, los ojos del lobo se encontraron con los de el, un tono grisáceo brillante fue lo que bastó para que su alma entera quisiera postrarse ante sus pies, el lobo castaño enseñaba los caninos y el pelaje en su lomo seguía erizado, estaba claro que se había relajado más pero su mirada inquieta recorría al grupo de lobos que lo estaba atacando minutos antes, con un gruñido lesath les ordeno que se retiraran y ellos muy a su pesar obedecieron.




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