Los deseos de la luna

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ILENA

 

—¿Qué representa realmente la marca? ¿Es como una especie de título de propiedad o algo así? —Una risa escapó de mi garganta al escuchar su pregunta.

—Lo haces sonar terrible.

—Es que de por sí suena mal. Cuando hablas de marcar a alguien, solo puedo imaginar a un perro orinando en un árbol. —Otra risa resonó.

—Lo planteas como si fuera algo arcaico. —Negué al ver su expresión. —No es tan simple. Aunque tiene esa connotación territorial, marcar a alguien implica unirte a esa persona, tener acceso completo a sus pensamientos, emociones y sensaciones. —Vi que la idea le resultaba intrigante.

—¿Y cómo se lleva a cabo esta marca?

—Consta de dos fases. La primera es la unión física, que admito que es un tanto primitiva: morder a tu pareja. Por lo general, la mordida la realiza la parte "dominante".

—¿A qué te refieres con "dominante"?

—La más fuerte de los dos, la que puede someter a la otra. Aunque es principalmente instinto, no tiene que ser así necesariamente. La mordida impregna a la pareja con la esencia y las feromonas del otro, señalando que esa persona ya está tomada. Pero la marca física puede desaparecer si no se sigue con la segunda fase, la unión espiritual. Esta es más abstracta; puede ocurrir con una simple conversación como esta. Lo esencial es sentir que perteneces en alma a la otra persona.

—Así que podría llevar tu marca ahora.

—No, la marca espiritual no deja huella. Es más como una propuesta de compromiso. Esta fase implica que ambas partes acepten compartir un momento en el que conecten sentimentalmente, generalmente a través de relaciones íntimas. Por eso muchos de nosotros elegimos esperar a nuestra alma gemela. —Se acomodó, aparentemente ansioso.

—¿Y ya está? ¿Eso es todo?

—Sí, es un proceso bastante simple.

—Una última pregunta, ¿solo se puede marcar a la pareja destinada?

—No, puedes marcar a cualquiera, pero es probable que la marca desaparezca si encuentras a tu pareja destinada después de marcar a alguien.  los casos que conozco suelen estar relacionados con el celo; los lobos pierden la razón en ese momento. Solo los alfa, beta y omega experimentan el celo.

—Entiendo. Tengo otra pregunta.

—Adelante.

—¿Has marcado a alguien?

—No. —Vi un destello de alivio en su rostro.

—¿Alguna vez has considerado marcar a alguien?

—Sí.

—¿A quién?

—¿A quién crees?

—Oh, me refería a alguien aparte de mí.

—Nunca.

—Bien —dijo cubriéndose la sonrisa con una mano—. Bueno —añadió carraspeando—, me gustaría pedirte algo.

—Lo que quieras —respondí sin dudar.

—Quisiera volver a conocer a Luna —mi corazón se detuvo por un momento.

—¿Estás seguro? No quisiera apresurarme de nuevo.

—Lo estoy.

—De acuerdo —dije con inseguridad.

Me acerqué al borde de la cama para levantarme; él se apresuró a ayudarme tomando mis brazos. Levantarme de la cama se sintió como una nueva experiencia. Levanté la mirada para encontrarme con sus ojos.

Uno de sus brazos se enredó en mi espalda baja, y otro se aferró a mi nuca para besarme con ferocidad; sus dedos se cerraron alrededor de mi pelo, provocándome un cosquilleo en el vientre.

—Quita esa cara de pena, no voy a echarme para atrás —dijo rozando sus labios con los míos.

—Perdón —dije completamente paralizada por las sensaciones de tenerlo tan cerca.

Mantuve mi mirada en su rostro, guardándolo en mi memoria. Con las yemas de mis dedos acaricié la piel de sus labios. Soltó un pequeño gruñido y volvió a besarme.

Sostuvo mi cuerpo mientras me besaba, con los brazos firmemente enroscados a mi alrededor. Soltó mis labios cuando necesitamos aire, pero no se alejó ni un centímetro, simplemente jadeó sobre mis labios tratando de recuperar el aliento. Mantuve los ojos cerrados, disfrutando del aroma de su aliento. Cuando hubo recuperado el aliento, volvió a besarme de la misma manera desesperada, como si nunca fuera suficiente. Su mano sostuvo mi nuca solo dándome espacio para seguirle el paso a su beso.

—Creí que querías conocer a Luna —dijo cuando soltó mis labios por un momento.

—Permíteme unos minutos más —dijo mientras la mano que me sostenía de la cintura subía a mi rostro. El beso bajó de intensidad y ahora solo dejaba pequeños besos sobre mis labios. —Jamas lograré acostumbrarme a tu sabor.

—¿Tengo un mal sabor? —pregunté como si no supiera a lo que se refería. Él sonrió para después morderme la mejilla.

—No, todo lo contrario. Tienes un sabor dulce, como a frutas. Realmente no sé cómo explicarlo porque nunca he probado nada igual a ti —dijo contemplándome con adoración. Soltó un suspiro—. Bueno —dijo tomando mi mano—, vámonos —y nos guió a través de la casa hasta el patio trasero.

Nos adentramos tanto como pudimos en el bosque.

—Creo que aquí está bien —dije desacelerando el paso. Los nervios volvieron a mi cuerpo—. ¿Realmente estás seguro de esto?

—Lo estoy.

Lo miré tratando de encontrar algún rastro de duda en su rostro, pero no encontré nada más que una sonrisa tranquila. Él adoptó una postura relajada mientras apoyaba un hombro en uno de los árboles.

Suspiré, tratando de calmarme. Empecé a desvestirme mientras lo miraba. Los nervios se esfumaron en cuanto lo vi soltar un jadeo. Sonreí divertida, quitándome las prendas
lentamente mientras disfrutaba viéndolo luchar por mantener sus ojos en mi cara. Lo vi cruzarse de brazos, tratando de parecer calmado. Sonreí y me puse de espaldas a él, dándole la oportunidad de hacer trampa mientras apartaba el cabello de mi espalda y desabrochaba mi sostén. Deslicé las tiras como si acariciara mi piel, y oí su suspiro. Después, jugué con el elástico de mis panties, deslizándolos por mis piernas inclinándome levemente.

De un momento para el otro, él me aprisionaba entre su cuerpo y un árbol.




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