Los esposos de la reina

Capítulo 5. Las inseguridades del príncipe

Zlatan y Uziel salieron, acompañados de sus escoltas, a buscar reunirse con la duquesa Sofía para hablar sobre la desaparición de los niños en su reciente ducado. Sin embargo, el príncipe de los lentes tenía otros planes para poder extender su paseo y, así, recopilar más información sobre el caso. Esto era porque temía que fuese la única vez que su esposa los dejara salir a sus anchas ya que, como sus esposos, terminaría por recluirlos en el palacio con la excusa de “protegerlos” de sus enemigos.

– No entiendo por qué Brett y Eber se quedaron – comentó Uziel.

– Como son los mayores, la reina juzgó necesario confiarles a ellos las reglas y cómo debemos comportarnos a partir de ahora – razonó Zlatan – además, sería extraño que saliéramos todos con apenas unos cuantos días de casados.

– ¡Uf! ¡Otra vez las benditas reglas! – resopló Uziel, inflando las mejillas.

– Al menos nuestra esposa parece una buena persona – dijo Zlatan – pero sospecho que decidió tomarnos como esposos por otras intenciones.

– ¿Por qué lo dices, hermano?

– Solo es una suposición. Por ahora, centrémonos en la misión.

El palacio contaba con un estacionamiento con distintas clases de vehículos. Como cada príncipe tenía de escolta a un par de soldados, eligieron un coche de ocho asientos. El chofer a cargo les atendió, haciéndoles una reverencia y diciéndoles:

– ¿Dónde desean que los lleve, majestades?

– Queremos ir a la mansión del barón Orestes, primero – respondió Zlatan – luego, visitaremos a la duquesa Sofía

– ¿Y por qué iremos a visitar al barón? – preguntó Uziel - ¿No me digas que quieres comprar alguno de esos juegos de imágenes en movimiento?

– En parte sí – admitió Zlatan – Pero te olvidas que él mantiene contactos con muchas personas de distintos estatus sociales. Quizás pueda ayudarnos en este caso.

Los dos muchachos subieron al vehículo y el chofer, de inmediato, arrancó el motor y marchó directo hacia la mansión del barón Orestes.

Durante el trayecto, Zlatan revisó un folleto, donde figuraban todos los modelos de juegos de reciente lanzamiento. Señaló uno donde aparecía un puercoespín de color azul y le dijo a Uziel.

– ¡Es esto lo que quiero! El barón Orestes anunció que creó una nueva versión del juego llamado “Hombre bigotudo vs puercoespín azul”. Según dicen, era muy popular en los tiempos del “Viejo Mundo” donde existían esas cosas extrañas.

– ¿Pero qué clase de juego es ése? – preguntó Uziel.

– Según la descripción de este folleto, el jugador debe hacer que el hombre bigotudo se pelee contra el puercoespín azul para salvar a una princesa encerrada en un hongo.

– ¡Oye! ¡Espera un rato! ¡Conozco ese cuento! – dijo Uziel, agitando las manos – recuerdo que la anterior reina nos lo contaba de pequeños. Pero… ¿Qué no era un dragón el villano? ¿A poco existen los puercoespines azules?

– Es más realista un puercoespín que un dragón – dijo Zlatan, encogiéndose de hombros – Además… ¡Quién sabe! Muchas especies de animales se extinguieron en el pasado por culpa de la civilización del “Viejo Mundo”. Si bien todavía no hay hallazgo de fósiles de esa especie de puercoespín, es muy probable que hayan existido. Pienso que la ex reina Aurora se confundió ya que, en su infancia, eran más populares las historias de dragones y brujas malvadas que secuestraban príncipes para causar el caos en el mundo.

– Eso último sí me lo creo: nosotros vivíamos cautivos en el palacio del reino del Este con esa tal reina Jucanda… aunque no lo recuerdo.

– La “tal reina Jucanda” es nuestra madre. Llámala como se debe.

Uziel esquivó la mirada ya que, como casi no tenía recuerdos de ella y nunca los contactó directamente, no la reconocía como su madre. Pero prefirió evitar esa conversación y cambiar de tema.

Tras unas cuantas horas de trayecto, llegaron a la mansión del barón Orestes. Era una construcción de piedras muy llamativas con algunos adornos de serpientes doradas. Mientras el chofer fue a aparcar el auto, los dos hermanos anunciaron su llegada a los guardias.

– Somos los príncipes Zlatan y Uziel. Queremos ver al barón Orestes.

– Está bien. Pueden pasar, majestades.

La sala de visita lucía muy pulcra, con las paredes estampadas con motivos de serpientes y algunos artículos tecnológicos del pasado, puestos en vitrinas tal cual si fuesen un gabinete de curiosidades.

Mientras los muchachos apreciaban esos objetos, el barón Orestes los recibió, diciéndoles:

– ¡Bienvenidos, jóvenes príncipes! ¡Hace tanto que no nos vemos! ¡Vengan, tomen asiento!

Los dos príncipes se sentaron en unos sofás bien cómodos, mientras el barón mandó a su mayordomo a que les sirviera algo de beber. Mientras se saciaban, el buen hombre les preguntó, con entusiasmo:

– ¿Han venido por las últimas novedades? ¡Son de reciente lanzamiento!

– Sí, hemos veni… - comenzó a decir Zlatan, pero sintió que Uziel le dio un codazo a un costado, a modo de hacerle recordar el para qué estaban realmente ahí – Quiero decir, en parte sí. Pero, también, queremos preguntarle algo. Sabemos que mantiene contacto con muchas personas y pensamos que nos podría facilitar algo de información sobre la misión que nos encomendó nuestra esposa.

– ¡Guau! ¿Apenas llevan días de casados y ya les encomiendan misiones? – exclamó el barón, asombrado.

– Sospecho que nos echó porque somos menores – dijo Uziel, luego de tragarse el té de una y haciendo que Zlatan lo mirara con desaprobación por sus malos modales.

– Es cierto, la verdad se me hace extraño que los haya incluido en el plan de bodas. Pero bueno, son cosas que pasan con bastante frecuencia dentro de la realeza, ¿No? Bien, dejémonos de rodeos y díganme en qué puedo serles útiles, majestades.

– Estamos averiguando sobre el caso de las extrañas desapariciones de niños en distintos ducados del país – explicó Zlatan - ¿Conoce a alguien que sufrió de eso y que nos pueda proveer de información?




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