Los esposos de la reina

Capítulo 11. El forastero misterioso

Brett y Eber salieron a recorrer el pueblo para buscar información sobre el caso. Solo sabían que el causante de las desapariciones era Roger y que extraía la sangre de los niños para mantenerse siempre joven.  
- Ahora que lo recuerdo, existen leyendas sobre vampiros chupasangres – comentó Eber, temblando – No me imagino a un ser humano haciendo eso. ¿Y si ese Roger es un vampiro que captura a los niños que se portan mal?  
- Eber, eso solo lo decía nuestra madre para asustarnos – le recordó Brett, achicando sus ojos – Aún así, la realidad es más aterradora: pensar que alguien sea capaz de eso por algo tan egoísta…  
- ¿Pero por qué solo a los niños? Por cierto, esos bandidos se fijaron en Uziel y mencionaron de capturarlo. Nuestro hermanito aún sigue siendo pequeño, por eso pensaron que se trataba de un niño más. Fue una suerte que Rhiaim le enseñó a pelear, aunque ni él ni Zlatan pasaron por ese entrenamiento intenso que pasamos el resto.  
- Sí, nuestro hermano mayor fue lo bastante precavido para prepararlos en situaciones como éstas – dijo Brett – Bueno, Zlatan pensaría dos veces antes de meterse en problemas, pero Uziel no. Es muy impulsivo y nunca mide las consecuencias de sus actos. Espero que la reina logre corregir su conducta.  
Durante el recorrido, decidieron ir a la penitenciaría del pueblo. El alcalde les dijo que podían acceder a los registros de criminales capturados, buscados y liberados. Por lo general, la sección de archivos era de acceso restringido pero, al ser esposos de la reina, le permitirían revisar las fichas sin inconvenientes.  
Una vez que confirmaron sus identidades, los dejaron pasar. Ahí, revisaron varios ficheros por un par de horas, hasta que encontraron lo que buscaban: el historial del tal Roger.  
Pero era un documento muy extraño ya que no tenía fotos ni tampoco indicaba quiénes eran sus parientes. Pero lo más curioso era que, en la casilla de “Lugar de origen” escribieron NO IDENTIFICABLE.  
- ¿Pero qué significa esto? – preguntó Eber.  
- Recuerdo que Rhiaim me habló sobre las personas “No identificables” – dijo Brett, mientras leía la ficha – por lo general, son navegantes o náufragos que provienen de los continentes del “Viejo Mundo”. Como Tellus es el único continente donde resurgió una sociedad avanzada tras la debacle de la civilización, entonces es muy extraño que recibamos visitas de tierras situadas más allá del océano. ¡Ninguno tiene barcos o naves voladoras que resistan largas distancias!  
- Pero entonces… ¿qué hacemos en estos casos? – preguntó Eber - ¡Lo siento! Sabes que siempre fui malo con los estudios.  
- Bueno, nunca conocí a un “No identificable” – dijo Brett, encogiéndose de hombros – si fuera un sureño, la reina podría enjuiciarlo por cuenta propia. Si provenía de uno de los reinos vecinos, basta con enviárselos de vuelta para que la justicia de su país se haga cargo. Pero si viene de alguna tribu de tierras lejanas… sería costoso enviarlo de vuelta y ninguna reina tiene jurisdicción sobre su cabeza. Lo mejor será que lo consultemos con nuestra esposa.  
- Sí. Ella sabrá qué hacer – dijo Eber, sacando su dispositivo comunicador y transcribiendo la ficha – aquí le envío el mensaje.  
Brett siguió leyendo el documento. El papel parecía bastante viejo debido a su color amarillento. Revisó el motivo del cual se lo había registrado como criminal y ahí figuraba que se le pilló vendiendo falsas medicinas de enfermedades mortales.  
- Debemos preguntar al oficial de turno de esta penitenciaría – concluyó Brett – Se ve que ya lleva bastante tiempo en su puesto, así es que seguro que podrá ubicar al tal Roger y nos dé otra pista para resolver el caso.  
Cuando se acercaron al oficial, éste los llevó a su oficina y les preguntó:  
- ¿Les puedo servir de algo, majestades?  
- Queremos que nos hables de este sujeto – respondió Brett, mostrándole la ficha de Roger – creemos que es el responsable del secuestro y desaparición de los niños.  
- Sí, es lo que esos bandidos les dijeron durante su interrogatorio – dijo el oficial – déjame ver si lo ubico…  
El oficial tomó la ficha, se colocó sus lentes de lectura y analizó los datos detenidamente. Cuando terminó, les dijo:  
- Sí, ahora lo recuerdo. Era un lunático. Llegó aquí hace unos cinco años, pero sospechamos que estuvo mucho antes aunque, lamentablemente, no hay registro de su identidad en otros pueblos. Apenas se alojó aquí y ya montó una tienda de productos provenientes del “Viejo Mundo”. Entre ellos se encontraba su supuesta medicina capaz de curar toda clase de enfermedades y dolencias físicas. Cuando descubrimos que era una estafa, lo capturamos. Pero escapó y, por muchos años, no pudimos encontrarlo. Al final, archivamos el caso creyendo que nunca más nos fastidiaría. Pero veo que fue un gran error.  
El oficial frunció el ceño, sintiéndose culpable por haber archivado el caso. Brett volvió a tomar la ficha y, señalando la parte donde debería haber una foto, le preguntó:  
- ¿Recuerda cómo era su aspecto? ¿Y sabe qué pasó con su imagen?  
- Se habrá perdido su foto en la “quema de archivos” – respondió el oficial, llevándose una mano en la frente – recuerdo que tenía los cabellos canosos, aunque no lucía demasiado viejo. Fue hace cinco años y de seguro habrá cambiado su aspecto en ese entonces. Lamento no haber sido de más ayuda.  
- Descuida, ya nos dijo lo que queríamos saber. Muchas gracias, oficial.  
Cuando salieron de la penitenciaría, comenzaron a preguntar a la gente del pueblo sobre el tal Roger. La mayoría no lo recordaba por su nombre, pero cuando mencionaron sobre las medicinas falsas, enseguida comenzaron a dar sus testimonios y experiencias sobre el caso.  
- Mi mamá estaba enferma y tuve que vender mi terreno para comprar la medicina. ¡Vaya estafa!  
- A mí me prometió que sería joven otra vez. Pero ahora tengo más arrugas que uva pasa.  
- Dijo que venía de un tal “América”, pero seguro era una mentira. ¡Así como su medicina!  
Cuando ya no encontraron más testimonios, decidieron regresar a la residencia del alcalde para redactar un informe sobre todo lo que averiguaron en su recorrido.  
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- Señor, lamentamos decirle que capturaron a sus subordinados e intervinieron todos los comunicadores del pueblo Verde.  
Roger estaba mirándose al espejo cuando uno de sus secuaces le informó las últimas noticias. En eso, dio media vuelta y dijo:  
- ¿Pero cómo supieron sobre los comunicadores? ¡Si se supone que el mensaje se activa solo cuando detecta la presencia de niños!  
- Nuestro espía nos informó que la reina y sus esposos se alojaron en el pueblo, de vacaciones. Sospechamos que el alcalde les explicó el problema y, uno de los príncipes, intervino su comunicador. ¡No sabíamos que estaba especializado en eso!  
Roger abrió bien grande los ojos. Si bien había escuchado sobre el matrimonio polígamo, nunca creyó que la desaparición de los niños llamaría tanto la atención de la nueva reina. Incluso pensó que ella mantendría recluidos a los príncipes para evitar que se involucraran en cualquier asunto donde sus integridades estuviesen en juego.  
- ¡Uf! ¡Esto sí que es un problema! – murmuró Roger – los esposos de la reina Panambi son hijos de la reina Jucanda, quien es famosa por su crueldad. Sería inútil ir contra ellos ya que están bien protegidos. Además, se me complicarían las cosas si iniciamos una guerra entre naciones.  
- Pero Roger, ellos fueron vendidos por su propia madre – dijo su subordinado – aún si son príncipes, no son más que “piezas reemplazables”. Quizás no lo sepas porque vienes de otro lugar pero, en este continente, los hombres son considerados meras herramientas que se pueden desechar y…  
- Sí, lo sé. Pero no es tan extremo como crees. Sí, los hombres no son bien apreciados, pero… si bien esos príncipes son “reemplazables”, la reina Jucanda los considera piezas de gran valor cuya existencia garantiza la estabilidad entre todas las naciones. En ese caso…  
Roger dio un largo suspiro. Luego, estiró los brazos y continuó:  
- Esos príncipes necesitan un eje. Sí, aquí los hombres solo se sienten seguros y protegidos en los brazos de una mujer. En el reino del Este giraban en torno a su madre y, ahora que la reina Panambi los “ató” en un matrimonio por conveniencia, sus vidas dependen por completo de ella. Las reinas son como el sol, ¿lo entiendes? ¿Y qué pasa si el sol desaparece del sistema solar? ¡Los planetas se esparcirían por todo el universo y la vida en la Tierra acabaría! Ya sabes lo que quiero decir con esto, ¿no es así?  
Los ojos de Roger se abrieron por completo, mientras mostraba una sonrisa tan retorcida que hizo temblar a su subordinado. Éste, con una voz temblorosa, le preguntó:  
- ¿Entonces… debo apuntar a la reina?  
Roger ensanchó aún más su sonrisa y continuó:  
- Solo dispara desde una distancia prudente, cuando la cabeza de la nueva reina esté expuesta a tus ojos de águila. Una vez que nos deshagamos de ella, los príncipes estarán desprotegidos y, así, podré ir a por el “premio mayor” para lograr mis objetivos. ¿No es ése un plan increíble!  
- Sí, lo es. Sus deseos son órdenes, señor.  
Cuando su subordinado se fue a cumplir con el encargo, Roger sacó una foto de su bolsillo y sonrió, mirando a la persona que estaba retratada en ella.  
- Pronto estarás en mis manos – le dijo al retrato – no veo la hora de analizar tu cuerpo para hallar el misterio de la eterna juventud. ¿No es esto emocionante? Ja ja ja ja.  
 




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