Los esposos de la reina

Capítulo 15. Corazones confundidos

La reina Panambi salió de su oficina bastante tarde. Si bien todavía no terminó con las gestiones, decidió tomarse un descanso. En el Instituto de las reinas le aconsejaron que una reina también necesitaba darse un respiro para evitar colapsar por el sobre exceso de trabajo.

“Quizás pueda pasar el tiempo con uno de mis esposos”, pensó la reina. “Ellos ya cuidaron de mí. Es hora de recompensarles por el duro esfuerzo”.

Decidió comenzar por Brett, ya que era el mayor y el que más le gustaba. Si bien con Eber sentía mucha química, con Brett sentía calma y, también, deseos de protegerlo contra el mundo cruel.

Fue así que encontró la puerta de su dormitorio abierta. Eso le extrañó, ya que el joven príncipe siempre mantenía cerrada su puerta. Así es que dio una ojeada y lo encontró reunido con Eber y Zlatan, quienes se veían bastantes deprimidos.

Estuvo a punto de llamarlos cuando escuchó su conversación:

– Uziel solo vivió sus primeros cinco años de vida en el palacio del reino del Este – dijo Eber.

– Sí – dijo Zlatan – tanto él como yo tenemos más recuerdos de nuestra estadía aquí que en nuestro antiguo hogar. Mis recuerdos son vagos, pero Uziel olvidó sus malas experiencias por completo.

– ¡Y mejor así! – dijo Brett – es mejor que no sepa lo que sufrimos y que, incluso, estuvo a punto de morir de sed si no fuese porque nuestro hermano mayo confrontó a nuestra madre.

– Rhiaim si que fue severamente castigado por eso – recordó Eber – no pudo levantarse de la cama por varios días y, aún después de eso, sus dolores siguieron durante semanas. Pero lo único que le importaba era saber el estado de Uziel.

– A todo esto… ¿De verdad vamos a hacerlo? – preguntó Zlatan.

– ¿Qué? – dijeron los otros dos.

– ¿El de seducir a la reina para tener control de su reinado?

Panambi se llevó ambas manos en la boca, evitando así que escucharan su pequeño grito. Si bien fue ella quien los forzó a casarse, creía que ellos nunca se atreverían a hacerle daño. Su corazón comenzó a agitarse pensando si, en realidad, fue muy confiada al creer que podía lidiar con los cuatro sin tener en cuenta las consecuencias.

Pero entonces, escuchó que Brett le respondió con energía:

– ¡No! ¡No vamos a jugar con los sentimientos de nuestra esposa! Ella nos acogió, nos dio de comer, lloró por nuestras heridas y nos atendió. ¡Sería cruel lastimar a una buena persona aún si nos lo ordena nuestra madre!

– Estoy de acuerdo – dijo Eber – Aunque su podrida sangre corre por nuestras venas, fuimos alejados de su mala influencia ya hace tiempo. No puede pretender controlarnos por una causa sin sentido.

“No es un secreto que siempre quiso apoderarse de nuestros recursos naturales”, pensó Panambi. “Por eso dejó que sus hijos residieran aquí, en la nación del Sur, para garantizar que, a futuro, uno de ellos se casara con una duquesa… o reina”.

La joven monarca respiró hondo ya que, en el fondo, pensaba que no era diferente a la reina del Este. Ella también quiso utilizar a los príncipes para su propio beneficio y, aunque trataba de respetar sus espacios, no podía evitar pensar que los forzó a todos a ese matrimonio por conveniencia. Y tras escuchar esa conversación, juzgó que ahora, con más razón, no debía dejarlos ir.

“No quiero que ellos sigan siendo contaminados por la influencia de su madre. Así es que, muchachos, no podré liberarlos cuando pase el año. Pero eso sí, en lugar de amenazarlos, me esforzaré para que deseen seguir siendo mis esposos por siempre, aun después de finalizado mi mandato”

Con esas ideas, decidió marcharse de ahí y dejar a sus esposos en paz.

Panambi regresó a su oficina. Cuando entró, se encontró ahí con su dama de honor llamada lady Queral.

Ella había ayudado a la ex reina Aurora en el pasado, cuando ésta luchó por restaurar su trono y proclamar la independencia de su nación. Y tras conseguir su objetivo, la cuidó como su dama de honor durante su periodo de reinado. Panambi volvió a llamarla para que siguiera con el mismo puesto, a lo cual la buena mujer lo aceptó con gusto.

– Pensé que podría necesitar ayuda en sus papeleos, majestad – le dijo lady Queral.

– Eres muy amable – le dijo Panambi - ¡En verdad necesito ayuda! Entre firmar decretos, investigar las desapariciones y cuidar de mis esposos… ¡Uf! ¡Necesito duplicarme para cumplir con todo!

– ¿Y cómo va su relación con sus esposos?

Panambi se sentó en la silla de su escritorio y reflexionó sobre esa pregunta. Luego, le dijo con sinceridad:

– Son buenos en lo que hacen, pero me preocupa el estigma que tienen y lo fácil que se desmoronan cuando salen mal las cosas. Y, además… - se interrumpió, mientras su rostro comenzó a ruborizarse.

– ¿Acaso usted…? – la pregunta de lady Queral quedó en el aire.

– Me gustan dos de ellos – admitió Panambi - ¿Es raro eso? Y es por eso que siento que, si no soy correspondida… ¡Ay, por la diosa! ¡No quiero que me odien!

– No creo que pase eso – dijo lady Queral – estoy segura de que te aprecian y serán leales como ningún otro hombre en este mundo. Solo ten calma: hay veces en que es mejor esperar.

– Sí. Supongo que tienes razón.

Y así, decidieron concentrarse en la pila de documentos que, poco a poco, iba disminuyendo.

………………………………………………………………………………………………………………………………

Uziel se encerró en su habitación y comenzó a escribirle una carta al embajador del reino del Este, proclamando su renuncia al título de príncipe tal como se lo anunció a sus hermanos mayores. Pero apenas llegó a la mitad, se detuvo y un par de lágrimas silenciosas recorrieron sus rostros.

– A diferencia de mis hermanos, no recuerdo nada de lo vivido ahí – se dijo Uziel, mirando la nota – ellos tampoco me cuentan nada, pero me fuerzan a que acepte a esa tal reina Jucanda como mi madre. No, eso si que no. Si fuera mi madre, me habría llamado o al menos preguntado por mí, pero no lo hizo. Nunca recibí su amor y no lo necesito. ¿Por qué simplemente no me dejan en paz?




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.