Los esposos de la reina

Capítulo 28. Siempre hay una primera vez

Los cuatro hermanos se encontraban en el campo de entrenamiento, debido a que los últimos acontecimientos les hicieron ver que en verdad les tocaría pelear contra sujetos muy rudos y fuertes. Por suerte, la reina mandó instalar una sección de prueba de armas de fuego, donde podrían practicar disparos y aprender a esquivar las balas que podrían acertarles en sus cuerpos.

  • No me gustan estas cosas – refunfuñó Brett, mientras sostenía su pistola de prácticas – Nunca las usé y pude defenderme bien hasta ahora.
  • Aún así, es necesario aprender a usarlas – dijo Eber – Debido a que se instauró el libre mercado, se han comercializado las armas de fuego en los distintos estratos de la sociedad. Sí o sí tendremos que saber lidiar con bandidos que las usen. Espero que la reina pueda hacer algo al respecto para evitar que llegue a mano de más grupos criminales o gente demente.

Uziel y Zlatan, por su parte, decidieron entrenar con espadas de madera, simulando un duelo. Tras unos minutos, Zlatan fue desarmado mientras que Uziel comenzó a celebrar su victoria, alzando sus brazos en dirección al cielo.

  • Los combates cuerpo a cuerpo no son lo mío – lamentó Zlatan – prefiero atacar al enemigo a distancia… y con el poder del conocimiento.
  • ¡Pues intenta derribar a un hombre rudo lanzándole un libro en su cabezota! – le señaló Uziel.
  • Uziel, no molestes a tu hermano – le regañó Brett, quien se acercó a ellos para ver cómo iban con su entrenamiento – Zlatan, no te esfuerces. Mejor limítate a practicar tu defensa. No siempre podrás huir de tus enemigos, así es que es mejor aprender a defenderse.

Zlatan asumió con la cabeza, en silencio. Uziel infló sus mejillas al ser regañado por su hermano mayor.

Entrenaron un rato más hasta que Zlatan se cansó y dijo:

  • Iré a leer.

Brett, al ver que Zlatan se retiraba, lo siguió y le preguntó:

  • ¿Me prestas algo relacionado a citas?

Todos los hermanos se quedaron extrañados. Brett, con un leve sonrojo, dio su excusa diciendo:

  • E… esta noche es mi… turno de pa… pasarla con nuestra esposa. Y como no te… tengo experiencia…
  • Lo entiendo – dijo Zlatan – creo que tengo algo para ti.

Zlatan guio a Brett a su dormitorio, en donde contaba con un estante lleno de libros de todas las formas y colores. “¡Guau! ¡Zlatan si que aprovechó el deseo de la reina para armar su colección privada!” pensó el joven príncipe, admirado.

El príncipe intelectual rebuscó entre los libros y tomó uno de color rojo, con el título de “Manual de seducción y conducta del buen esposo”. Cuando se lo pasó a Brett, éste le preguntó:

  • ¿Por qué tienes este tipo de libros? ¡Creí que no te gustaban estas cosas!
  • Bueno, me lo regaló un amigo un poco después de casarnos – se excusó Zlatan, evitando contacto visual – No… no lo leí completo, solo una página que decía que hay que lucir elegantes y contentar a nuestras esposas. Pero, como no me interesa enamorarla, pues me aburrió y lo abandoné.
  • Ah, ya entiendo. Gracias, Zlatan. Cuando lo termine, te lo devolveré.
  • No hace falta. Quédatelo.
  • ¿En serio?
  • Sí. Solo ocupa espacio en mi estantería y quiero comprar más libros que realmente sean interesantes para mí. Ya que ahora mis ingresos aumentaron, quiero aprovecharlos lo mejor que pueda.

Zlatan se encerró en su pieza a leer, mientras que Brett prefirió ir al patio para poder disfrutar de la lectura al aire libre. Si bien no era un devora libros como su hermano menor, a Brett le gustaba leer y siempre sacaba algún tiempo para repasar sus estudios o disfrutar de alguna novela.

Tras estar media hora informándose sobre las técnicas de apareamiento entre parejas, decidió tomarse un descanso e ir a la cocina por un refrigerio. Durante el camino, se topó con la oficina de la reina, cuya puerta estaba abierta. Ahí, dio una mirada y la encontró hablando con un grupo de personas a través de su comunicador.

  • Majestad, recuerda que pasado mañana será la reunión del Consejo. Necesitamos saber de sus avances en estos primeros meses de reinado.
  • Lo sé – dijo Panambi – Y para dar un buen informe, me gustaría que también asistieran mis esposos.
  • Pero eso no será necesario. El esposo de una reina solo cumple una función protocolar y sirve de apoyo a la corona. Además, estamos hablando de príncipes extranjeros. ¿Cómo sabe que no enviarán información confidencial a su madre para sacar alguna ventaja en su reino?
  • Confío plenamente en mis esposos. Ellos son más ciudadanos sureños que otra cosa y, en estos meses de convivencia, lo pude comprobar. Además, las anteriores reinas ya han permitido a sus esposos asistir a las reuniones, sean o no reyes. ¿Por qué debería ser diferente ahora? ¡Podrían dar sus puntos de vista para llegar a acuerdos importantes entre ambas naciones!

Brett decidió seguir su camino, ya que presentía que la charla sería muy larga. Recordó que su hermano mayor, a partir de sus dieciocho años, asistió con su madre a las reuniones y logró hacerse escuchar en más de una ocasión. Sin embargo, su situación y la de sus hermanos era diferente porque, por más que estaban casados con la reina del Sur, todavía eran vistos a ojos de muchos nobles como príncipes extranjeros de un reino enemigo.

“Quizás esa noche pueda consultarle al respecto”, dijo Brett. “El libro de Zlatan dice que debo aprender a ser persuasivo para que mi esposa esté dispuesta a cumplir mi deseo. Si con eso logro proponer mi iniciativa para apoyar a víctimas de estupros sin importar su género y estatus… ¡Ah! ¡Persuadir no es lo mío! ¡Ni menos si se trata de una mujer!”

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Cuando llegó la noche, Brett se dio un baño de inmersión en bañera. Tim y Sam vinieron para ayudarlo a exfoliar su piel y desenredar sus rebeldes cabellos. Normalmente, el joven príncipe prefería arreglárselas solo para las cuestiones de higiene, pero sus hermanos le insistieron que pida ayuda a los sirvientes que contrató ya que necesitaba lucir impecable ante su esposa en su primera noche compartida y ellos estaban realmente admirados por su peculiar belleza.

  • Debería atarse el cabello, majestad. Su rostro es muy bonito, no debería ocultarlo en su noche especial – le sugirió Tim.
  • Su piel luce muy radiante en estos momentos. ¡Seguro la enamorará! – dijo Sam.




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