El día de la reunión del Consejo llegó y, a pesar de la oposición de muchos miembros de la Corte, los esposos de la reina también asistieron y se sentaron junto a ella. Panambi se encontraba en su trono, a su lado derecho se sentaron Brett y Zlatan mientras que, a su lado izquierdo, se sentaron Eber y Uziel.
Los pocos que si se mostraron favorables ante la presencia de los príncipes fueron el barón Orestes, la duquesa Dulce, la duquesa Sofía y la condesa Yehohanan. Esta última todavía cumplía sus funciones de espías, por lo que asistía a estas reuniones para dar su informe sobre los pueblos antimonárquicos y sus últimos movimientos registrados hasta la fecha.
Por su parte, la reina tenía a mano los informes de sus esposos más la lista de aquellos que manifestaron su oposición al nuevo régimen durante la fiesta de disfraces. Sin embargo, dicha lista lo revelaría casi al final de la reunión, ya que quería analizar en el acto las posturas de esos nobles que, ante cualquier signo de hostilidad, serían señalados.
Si bien ésta era la primera reunión de Panambi como reina, ella ya había participado como oyente durante su estancia en el Instituto de las reinas. Dio una mirada hacia un rincón y ahí se encontró con las nuevas estudiantes, quienes estaban realizando apuntes sobre todo lo que presenciaban en ese evento especial.
Apenas llegaron todos los que confirmaron asistencia, Panambi se puso de pie y dijo:
Cuando la reina terminó su discurso, cada noble dio su informe según el tipo de trabajo o misión que estaba a cargo. La condesa Yehohanan expuso sobre la situación de los pueblos antimonárquicos, diciendo que no planean ninguna revuelta contra la nueva reina como temieron que podría pasar. Sin embargo, seguiría vigilándolos con cautela para prepararse ante cualquier eventualidad. El barón Orestes informó sobre los nuevos hallazgos arqueológicos provenientes del “Viejo Mundo” y propuso la creación de nuevos juegos de imágenes enfocados en enseñar a los niños sobre la historia de la Nación del Sur. La duquesa Dulce y la duquesa Sofía hablaron sobre algunas irregularidades que detectaron en sus ducados y que afectó a la protección de los civiles que habitan en las distintas villas conformadas dentro de sus territorios.
Poco después, les llegó el turno a los príncipes de presentar sus propuestas. Éstos se sintieron repentinamente nerviosos, ya que notaron cierta hostilidad de algunos nobles que todavía los consideraban extranjeros.
Brett se puso de pie y se acercó al atril donde, antes, los miembros de la corte se pararon para dar sus discursos. No evitó arrugar el papel donde anotó su propuesta, pero se permitió respirar hondo y despejar la mente para evitar que el nerviosismo le jugara una mala pasada.
“No solo soy un esposo, también soy el esposo oficial de la reina”, pensó Brett. “Así es que debo ser valiente para que mis hermanos se animen a declarar también. Bien, llegó la hora”.
Los murmullos no se hicieron esperar. La reina tuvo que aplaudir un par de veces para llamar a silencio. Brett aclaró su garganta y continuó:
En eso, una baronesa que formaba parte de la oposición, se puso de pie y le dijo:
Brett sintió que estaba perdiendo la calma. Sentía que sus hermanos lo miraban, pero no giró hacia ellos. Y estuvo a punto de continuar cuando la baronesa dio un comentario fuera de lugar: