Capítulo 36. La frustración de los príncipes
Eber permaneció boca arriba, mientras que Panambi le amarraba las muñecas y le contemplaba desnudo bajo ella. Luego, comenzó a acariciarle la piel, como si lo estuviese examinando a fondo. Los cabellos rojizos del príncipe estaban esparcidos por los costados en forma circular, como si fuesen llamaradas que pronto los consumiría por completo.
- Han sido muy malos conmigo – refunfuñó Panambi, mientras comenzó a besarle el cuello – no deberían ocultarle cosas a su esposa.
- ¿Entonces este fue el castigo que recibió Brett? – preguntó Eber, sin evitar estremecerse – Bueno, puedo liberarme de las sogas, pero, por ti, me contendré. Aún así, esto es peor que una tortura. Prefiero que me azotes.
- No quiero dañar sus hermosos cuerpos – le susurró Panambi al oído, a la par que le daba un ligero mordisco en la parte arriba de la oreja – Ahora que sé que llevan el secreto de la juventud en la sangre.
- ¿Y no te alegra tener a esposos que serán jóvenes y bellos por siempre? – le preguntó Eber, sin evitar mostrar una sonrisa pícara.
- Por un lado, sí, pero… ¡No será justo para mí! – siguió refunfuñando Panambi, mientras le acariciaba el rostro – Yo seguiré envejeciendo y, al paso que vamos, la gente creerá que soy su abuela.
Eber no evitó reírse ante ese comentario. Luego, se incorporó como pudo y, de un solo movimiento, terminó colocando a Panambi sobre el colchón, boca arriba, mientras que él se colocó por encima.
- En ese caso, me gustaría verla envejecer – le dijo Eber, esta vez, iniciando con un beso en el cuello que la hizo lanzar un gemido – Eso demostrará que eres humana. Deja que mis hermanos y yo seamos los monstruos.
- Pero yo no los considero unos monstruos.
- Matamos, torturamos y mutilamos. Y sumando el hecho de que nunca envejeceremos… ¿Todavía nos consideras humanos?
Panambi lo tomó de los hombros y consiguió volver a estar sobre él. Luego, lo calló con un beso largo y prolongado. Eber se dejó guiar y, poco a poco, sintió que se estaba relajando.
- Si fueras un monstruo, no serías capaz de hacerme sentir bien en cada beso. Ni tampoco arriesgarías tu cuello por una niña encerrada en una cueva. Sí, esa pequeña te escribió una carta. Pensaba dártela en la mañana como sorpresa para que veas el resultado de tus buenas acciones. Si aún con eso te consideras un monstruo, no le veo lo malo. Me gusta estar con ustedes.
Eber se quedó sorprendido por las palabras de Panambi. Luego, sonrió y le dijo:
- Eres una buena cuidadora de monstruos.
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Lady Queral golpeó la puerta de Brett. Éste, quien seguía buscando algún micrófono oculto en su habitación, lo abrió y se alarmó al ver a la dama de honor de la reina con cara de desesperación, diciéndole:
- ¡Mi hijo ha desaparecido!
Brett intentó calmarla y mandó a su dama personal a que le preparara un té. Cuando ésta regresó, el joven príncipe hizo sentar a Queral en la silla de su escritorio, le ofreció el té y le dijo:
- Por favor, cuéntamelo todo y mis hermanos y yo nos encargaremos.
Lady Queral respiró hondo y bebió unos sorbos. Pero decidió dejarlo a un costado porque se sentía muy nerviosa y se le cerró la garganta. Tras calmarse, le explicó:
- La niñera me llamó, hizo la denuncia al oficial de la villa donde vivo, pero no encontraron rastros del niño. Me contó que mi hijo salió de la casa a buscar su pelota, porque la pateó muy fuerte y…
Volvió a llorar. Brett la abrazó y ella apoyó su cabeza sobre su hombro. En eso estaba cuando apareció la secretaria de la reina, quien le dijo:
- Ya que la reina está ocupada y usted es el esposo principal, te confiaré mi informe para que puedan gestionarlo juntos. En la villa de lady Queral se ha reportado tres desapariciones de niños, incluyendo la de su hijo. Todos coinciden en que los bandidos vigilan los hogares con niños y esperan a que sus padres se marchen para entrar y capturarlos. Como es un lugar tranquilo, no cuenta con un alto sistema de seguridad ya que casi no surgen ese tipo de casos.
- Ese tal Roger debe estar desesperado para atacar a los niños en sus hogares directamente – reflexionó Brett – Seguro pensó que no detectaríamos sus movimientos si operaba en villas pequeñas. Pero cometió un error: atacó al hijo de una dama de honor de la reina.
Se levantó y, tras una breve reflexión, decidió:
- Iremos al amanecer. Enviaré un mensaje rápido a mis hermanos, así no perderemos más el tiempo. Nuestra esposa nos autorizó salir si surgía alguna misión, pero por las dudas, me gustaría que pudiera confirmarme la salida por escrito. Le enviaré un mensaje desde mi comunicador.
- ¡Espera, alteza! – le dijo la secretaria – La reina no está en su oficina. Pero puedo hablar con ella personalmente ahora mismo y, así, puedan partir de inmediato.
- Cuento con usted.
Mientras esperaban a la secretaria, el joven príncipe se acercó a Lady Queral, le entregó un pañuelo para que se secara las lágrimas y le dijo:
- No se preocupe. Haremos lo imposible para rescatar a su hijo. Cuente con nosotros.
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Apenas salió el sol, los príncipes y sus escoltas salieron del palacio. Esta vez, todos se vistieron con ropas de plebeyos y burgueses para evitar llamar la atención en la villa. Y, también, fueron en cuatro vehículos que tomaron distintos caminos ya que querían dar la sensación de que no se conocían de ningún lado.
En cada coche estaba un príncipe con su escolta, dos soldados extras y su chofer asignado. La reina permaneció en el palacio para consolar a su dama de honor y monitorear a sus esposos desde la distancia.
- Recuerden: si es muy peligroso, regresen de inmediato – les ordenó Panambi – Sus escoltas han recibido la orden de llevarlos a la fuerza, de ser necesario. Así es que es inútil que opongan resistencia.
- Lo entendemos, querida esposa – le dijo Brett, mientras miraba de reojo a Zafiro – sabe que no podré evadir a mi guardaespaldas.
- ¡Qué fastidio ese Roger! – se quejó Eber – ¡No veo la hora de cortar su cabeza para entregárselo a nuestra esposa!
- Es… muy… temprano… - dijo Uziel, que no paraba de bostezar – esperemos que podamos capturar a esos bandidos pronto, así seguiré durmiendo.
- Puede que debamos comunicarnos a distancia – dijo Zlatan – y así localizar más rápido dónde tienen a esos niños.