Capítulo 37. El deber de un hermano mayor
Tras terminar con el interrogatorio, Zlatan y Uziel se llevaron al bandido al palacio para que la reina dictara sentencia. También, acordaron con los oficiales una buena planificación para aumentar la seguridad en la villa.
Por su parte, Brett y Eber fueron atendidos por el médico real, comprobando así que no resultaron heridos, pero si aturdidos por los disparos. La reina Panambi se acercó a ellos y les dio un beso a cada uno. Éstos, a su vez, la abrazaron y se quedaron así, por un buen rato.
- Hemos fallado, esposa nuestra – dijo Brett.
- Lamentamos haberla decepcionado – dijo Eber.
- Lo importante es que están a salvo – dijo Panambi, acariciándoles sus largos cabellos – tómense un descanso y esperen a que hable con mis esposos más jóvenes. Si se portan bien, les invito a pasar por mi dormitorio para leerles un cuento. ¿De acuerdo?
Ambos príncipes aceptaron con sus cabezas.
Mientras se recuperaban, Panambi se acercó a Zlatan y Uziel y éstos le explicaron lo que pudieron sonsacarle al bandido que consiguieron interrogar.
- El hijo de lady Queral está en una especie de galpón, situado a unos 50 kilómetros de la villa. Aquí tenemos las coordenadas – explicó Zlatan, mostrándole la coordenada que anotó en su libreta.
- La casa abandonada donde Brett y Eber fueron atacados era un señuelo – explicó Uziel – Roger dedujo que podríamos manifestarnos en cualquier momento, así es que creó “bases falsas” para despistarnos.
- Bien. Entonces tendremos que prepararnos con antelación antes de volver a salir – dijo la reina – estos hombres están mejor preparados que antes y es muy arriesgado que ustedes vayan por su cuenta, con tan solo sus escoltas y apenas un par de soldados de refuerzo. Convocaré al capitán para que arme su tropa y seleccione a sus mejores hombres cuanto antes.
- ¿Y qué haremos nosotros, esposa? – preguntó Zlatan.
- Por ahora, permanezcan en el palacio. No salgan bajo ningún pretexto, está todo vigilado – Panambi dio un largo suspiro y continuó – necesitan recuperarse para una nueva misión. Ya hicieron más que suficiente.
Los muchachos, entonces, decidieron ir junto a sus hermanos mayores para ver cómo se encontraban.
En eso, el mayordomo de la reina se acercó y le dijo:
- La duquesa Dulce acaba de llegar.
Panambi fue a recibirla y se dieron un abrazo.
- ¡Oh, querida! He venido aquí para ver si puedo apoyarlos en algo – dijo Dulce – como me han ayudado con mi ducado, pensé que sería correcto colaborar con ustedes en gratitud por sus buenas acciones.
- Has venido en el mejor momento – dijo Panambi – pasemos a mi oficina y, ahí, te lo explicaré todo. Mis esposos se encuentran muy aturdidos ahora, por eso les pedí que tomaran el día libre para despejar sus mentes. Pero yo no puedo hacerlo.
- Oh, lo entiendo. En ese caso, la acompañaré.
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Los príncipes decidieron reunirse en el patio luego de recibir la atención médica y psicológica necesaria para recuperarse. En esos momentos, todos estaban sentados bajo el naranjo, formando un círculo para poder verse mejor las caras.
- Debemos entrenar más duro – dijo Brett a sus hermanos – esos bandidos están fortaleciéndose cada día, dejándonos muy atrás.
- Pero nuestra esposa nos ordenó que nos quedáramos aquí… de vuelta – lamentó Uziel.
- Fue mi culpa – dijo Brett, mientras le acariciaba la cabeza a su hermano menor – no presté atención y me atraparon. Sabes que no puedo defenderme contra un hombre apuntándome con una pistola.
Eber, al escuchar que Brett se echaba la culpa, dio un gruñido y dijo:
- ¡Deja de ser duro contigo mismo! ¡Fue porque hice mucho ruido y no tomé las debidas precauciones!
Brett recordó cómo Eber se había enfadado con él debido a que le pidió que lo dejara. En eso, estiró la mano como para tocarle el hombro pero, al verlo tan hostil, desistió y bajó su brazo.
Zlatan, a modo de romper esa tensa atmósfera, decidió intervenir.
- Roger ha optado por dar un paso adelante… en ese caso, solo quedar dar dos más para darle alcance. Y me atrevería a decir que, dada la situación, debemos hacer algo nunca antes visto: investigar en los pueblos antimonárquicos.
Los tres hermanos lo miraron, extrañados. Si bien ya sabían que Roger estuvo en el continente Tellus durante los tiempos de guerra, jamás se les ocurrió visitar los pueblos donde los antimonárquicos tomaron el control, siguiendo con su ideología de sostenerse por sí mismos sin ayuda del Estado.
- Tengo entendido que ellos no permiten que los simpatizantes de la Corona pasen por sus territorios – dijo Brett – y son especialmente hostiles contra los extranjeros.
- ¿Y si armamos un pequeño ejército para invadirlos? – propuso Eber.
- No – dijo Brett – Eso solo entorpecería las cosas. Lo mejor es elaborar un buen plan. Así es que aprovechemos que estaremos recluidos en el palacio y pensemos bien cómo rastrear a Roger en esos pueblos antimonárquicos sin que nuestros cuellos corran algún riesgo.
Eber se quedó mirando un buen rato a Brett. Luego, de forma inesperada, estiró su mano y lo apoyó sobre su cabeza, comenzando a despeinarle sus cabellos.
- ¡Oye! ¿Qué haces? – le dijo Brett, tomándolo de la muñeca.
- En serio no sabríamos qué hacer sin ti. ¿Y todavía te consideras un estorbo? – le dijo Eber, ensanchando una sonrisa.
- Ya me estás asustando – dijo Brett, haciendo una mueca extraña.
- ¡Oigan! ¿Qué les pasa? – preguntó Uziel.
- Se han vuelto idiotas por culpa del amor – comentó Zlatan, cruzándose de brazos.
- ¡Claro que no! – dijeron al unísono Brett y Eber, mientras sus rostros se colorearon.
Mientras conversaban, Brett recibió una llamada en su dispositivo comunicador. Lo activó y se proyectó el rostro de su vieja amiga Aurora.
- ¡Brett! ¿Cómo has estado? – le preguntó la ex reina, con una amplia sonrisa.
- Estoy bien – dijo Brett - ¿Y que hay de ti? ¿Vendrás al palacio con el caballero Luis?
- En realidad, estoy en un dilema – dijo Aurora – Es que tu hermano mayor se ofreció a alojarme en su castillo para protegerme él mismo de un posible secuestro de Roger. Ya la reina Panambi y mi prima me explicaron lo sucedido y me siento culpable por haber ignorado su polémico proyecto. Por un lado preferiría ir al castillo del duque pero, por otro, también quiero ver cómo están ustedes, cómo les trata la reina. El caballero Luis dijo cosas… poco agradables de ella.
- Sabes que tanto él como el caballero Zafiro odian a los plebeyos – dijo Brett, con una mueca extraña – ya de por si les cuesta aceptar a tu esposo como un auténtico príncipe. ¡Imagina a una reina! Por otro lado…