El Palacio contaba con una extensa biblioteca que, si bien estaba hecha exclusivamente para los nobles, también los plebeyos podían acceder a ella. Y fue así que Zlatan, apenas ingresó al lugar, atrajo la mirada de un par de jovencitas que estaban haciendo sus tareas.
Zlatan escuchó la conversación, pero decidió ignorarla. Si bien era algo que siempre solía hacer debido a su actitud esquiva, en esos momentos lo hizo porque estaba aturdido por los últimos acontecimientos que afectaban de forma directa a su familia. Y, también, sospechaba que Brett les estaba ocultando cosas, lo cual le molestaba ya que éste siempre confiaba en él para respaldarlo con el poder del conocimiento.
“Quizás he sido muy egoísta al negarme a tener esa relación con nuestra esposa”, pensó Zlatan. “Si hubiese accedido, entonces Brett no tendría que soportar esas sesiones ni arriesgar así su delicada salud. Tendré que hablar con ella al respecto”
Mientras se perdía en sus pensamientos, notó que la duquesa Dulce había ingresado a la biblioteca. Eso le sorprendió, ya que no esperaba verla en el palacio. Pero supuso que quería darles su apoyo con el caso, así es que dejó que se sentara a su lado.
Zlatan se sorprendió aun mas de lo que ya estaba, ya que lo normal sería que ella le pidiese permiso a la reina para conversar con uno de sus esposos dentro del palacio. Si bien ellos fueron amigos en el pasado, ahora era un hombre casado y, en la Alta Sociedad, no estaba bien visto charlar con una dama aún si no era con “dobles intenciones”.
La duquesa debió percatarse de eso porque, de inmediato, le dijo:
Como la bibliotecaria no paraba de mirarlos con ojos inquisidores por no mantener silencio, decidieron retirarse y conversar en el pasillo. En eso, Zlatan pensó: “Bueno, accederé a hablar con la duquesa. Mi hermano Brett me dijo que me avisaría cuando partiríamos, pero no creo que me tarde mucho. Además, necesito despejar la mente con otras cosas”.
Las mejillas de Dulce se sonrojaron levemente. Luego, respiró hondo y le dijo:
Zlatan abrió los ojos de la sorpresa, pero no dijo nada. La duquesa, al sentir la confusión de su mirada, continuó:
Zlatan siguió sin decir nada. Entonces, recordó la noche en que Panambi intentó besarlo a la fuerza, ocasionándole un ligero trauma que prefirió ocultarle a sus hermanos. Ella se pasó de la línea y no lo respetó como prometió hacerlo. Intentó disimular lo más que pudo su inconformismo, por lo que le impactó ver que Dulce lo haya intuido de forma acertada.
Zlatan no supo qué responder. Tras reflexionarlo, dijo:
Los ojos de Zlatan comenzaron a brillar. Si bien no entendía de esas cosas, al menos se sintió importante al ver que a alguien si le importaba lo que pensaba. Todavía no sabía lo que sentía por la duquesa y, en esos momentos, no tenía tiempo para darle una respuesta. Así es que respiró hondo y le dijo:
El rostro de la duquesa se aligeró, al ver que consiguió derribar levemente la barrera que el príncipe de los lentes siempre ponía cuando esquivaba los temas relacionados al amor.
Cuando la duquesa se marchó, Zlatan se apoyó por la pared y, pronto, se sintió mareado. Su corazón comenzó a latir con intensidad y un montón de sensaciones le invadieron la mente ante su incierto futuro.
“Aún si ella lo dice, no puedo aplicarlo a la realidad”, pensó Zlatan. “Soy propiedad de mi esposa y, si ella decide anular el matrimonio, volveré a estar bajo la custodia de mi tía Yeho. En ambos casos no tengo poder de decisión. Pero… ¿Se molestarían mis cuidadoras si, al menos, por esta vez, hago las cosas por cuenta propia?”