Los esposos de la reina

Capítulo 40. La espía es delatada

El escondite de la espía Azul quedaba a unos cuantos kilómetros del galpón, pero a tres días de viaje en carretera del ducado del Sol. Y fue por eso que Rhiaim, Aurora y sus escoltas viajaron en helicóptero hasta la zona indicada.

El lugar consistía en una cabaña de madera, situada en un claro del bosque. Azul se cercioró de que no la siguieran y, cuando comprobó que el terreno estaba limpio, entró.

Vio un helicóptero aterrizar cerca de la cabaña. De ahí bajaron Rhiaim y Aurora quienes, inmediatamente, entraron. Sus escoltas rodearon el lugar y desactivaron el motor de la nave para evitar hacer tanto ruido.

  • ¡Majestades! – saludó Azul, haciendo una reverencia - ¿A qué se debe que me pidieron que nos reuniéramos acá?
  • Mi esposa me informó de que te hirieron – respondió Rhiaim – pero te veo en buen estado y eso me extraña. ¿No le habrás enviado un informe errado?
  • No me he comunicado con ella aún – dijo Azul – y hasta ahora no fui herida, pero uno de los secuaces de Roger sospecha de mi y no ha dejado de sacarme los ojos de encima.
  • Cuéntanos todo, Azul – pidió Aurora.

Los tres se sentaron en sillas de madera. La espía procedió a explicarles lo que sucedió esa mañana, cuando Rudy intentó tomar a Brett de rehén y cómo ella trató de persuadirlo una y otra vez de que dejara en paz a los príncipes, sin éxito. Tras terminar con su explicación, respiró hondo y les dijo:

  • Rudy me ha tenido manía desde que me infiltré en el grupo y me gané la confianza de Roger. Sus compañeros me dijeron que él desconfía de todo, especialmente de las mujeres. Y por eso tuve que… hacer cosas, para ganarme su confianza.
  • ¿No será que te dejaste tocar? – le preguntó Aurora, horrorizada.
  • ¡No! No llegué a ese punto. Aún así, se me hizo difícil llegar hasta aquí porque, después de esta mañana, su desconfianza hacia mí aumentó porque le disparé en la mano.

El duque se quedó pensativo por un rato. Se puso de pie y miró por la ventana. Los escoltas todavía seguían ahí afuera y no había señal alguna de drones. Tras un breve silencio, dijo:

  • Alguien se hizo pasar por mi esposa para traerme hasta aquí. Y yo, un estúpido, revelé información confidencial relacionado a mi reino. Debemos partir cuanto antes.
  • No seas duro contigo mismo – dijo Aurora – nadie creería que las llamadas de comunicadores también se pueden alterar.
  • SI, será mejor que se marchen – dijo Azul – yo, por mi parte, seguiré en el grupo para…
  • Vendrás conmigo – la interrumpió Rhiaim – te has arriesgado demasiado y no deseo que te pase nada malo. Y estoy seguro que mi esposa estará de acuerdo conmigo.
  • Pero soy una espía y subordinada de ustedes dos, majestad. Mi deber está en dar la vida por servirlos.
  • Y también está el de obedecernos. Eres más valiosa de lo que crees, Azul, nos eres más útil con vida. Así es que sé buena chica y acompáñanos.
  • Si, su majestad.

Mientras ellos hablaban, uno de los escoltas que vigilaba por los alrededores del terreno le pareció detectar una pequeña luz titilando y que apuntaba directo a uno de sus compañeros. De inmediato, gritó:

  • ¡CUIDADO! ¡HAY FRANCOTIRADORES POR LA ZONA!

Lamentablemente, no todos los guardias pudieron reaccionar a tiempo y recibieron disparos en sus cabezas. Por su parte, los que estaban dentro de la cabaña también escucharon los disparos y desenvainaron sus armas. Azul, ante esto, dijo:

  • ¡No puede ser! ¡Si estaba segurísima que no me seguían!
  • Habrán usado drones – dijo Aurora – Los últimos modelos lanzados hace poco son imperceptibles a la vista.
  • ¡Diablos! – dijo Rhiaim - ¡Mataron a nuestros escoltas! No hay otra opción…

El príncipe activó su dispositivo comunicador y envió un mensaje directo a la condesa Yehohanan. Luego, se colocó delante de las mujeres y les indicó:

  • Dejaré que cubran mi espalda, pero si noto que la cosa se agrava, haré una señal para que huyan.
  • ¡No te dejaremos solo! – dijo Aurora.
  • He sido un príncipe guerrero en mi juventud, majestad. Mi deber está en cuidar de los míos. Además, necesito que cuiden de mis hermanitos si me llega a pasar algo.

No pudieron hablar mucho porque la puerta de la cabaña se abrió de golpe y cinco hombres ingresaron en ella. Cada uno llevaba un rifle, con los cuales los apuntaron. Y quien los lideraba era Rudy quien, apenas vio ala espía, ensanchó una amplia sonrisa y dijo:

  • ¡Miren lo que nos trajo la perra de pelo azul! ¡Una ex monarca y un príncipe extranjero! ¡En verdad que Roger nos recompensará con semejante premio!
  • Oigan… ¿Acaso ustedes no son antimonárquicos? – dijo Aurora, señalándolos - ¿Qué hacen que fueron contrario a sus ideales y comenzaron a dañar gente inocente?
  • El señor Roger nos ofreció algo mucho mejor que la creación de una nación comunitaria, chiquita – respondió Rudy, encogiéndose de hombros – Y los antimonárquicos están en decadencia. ¡Ya nadie los apoya gracias a ti! Pero debo estarte agradecido porque, con eso, conseguí algo más valioso que dominar el país.
  • En verdad este hombre luce desagradable – dijo Rhiaim – y pensar que osó tocar a uno de mis hermanos. ¡Eso nunca lo perdonaré!

Aún a riesgo de recibir un disparo, el príncipe hizo un rápido movimiento con su espada y logró herir a uno de los bandidos. Luego, seguido por las mujeres, saltó por la ventana. Por suerte llevaba su armadura, por lo que las balas rebotaban. Aurora y Azul se colocaron detrás de él. La ex monarca también llevaba una armadura, por lo que procedió a proteger a su compañero evitando que se le acercaran a sus espaldas. La espía, quien llevaba una pistola, comenzó a disparar para apoyarlos con los ataques a distancia.

  • ¡Pronto se me acabarán las balas, majestades! – dijo Azul - ¡Ya el resto dependerá de ustedes!




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