Los esposos de la reina

Capítulo 41. El príncipe enamorado

Los príncipes llegaron al galpón. Por suerte, decidieron seguir adelante porque el lugar se estaba incendiando. Brett, quien presenció a tres sujetos alejándose inmediatamente a la par que las llamas aumentaban de tamaño, presintió que ellos solos no podrían apagar el fuego ya que, si se concentraban en eso, los niños no podrían ser rescatados a tiempo. Su mente trabajaba a mil por hora para lograr solucionar ese problema. Y, al final, ordenó:

  • ¡Eber! ¡Contacta con los bomberos de las villas más cercanas! ¡Zlatan, sigue a esos sujetos y dispárales en las piernas con tus dardos! ¡Uziel, ven conmigo!

Zlatan fue corriendo hacia los sujetos que habían provocado el fuego. Logró disparar sus dardos a uno, pero un segundo lo apuntó con una pistola. Justo en ese momento, la espía Azul hizo aparición y le disparó al bandido para defender al príncipe.

  • ¿Quién eres? – le preguntó Zlatan.
  • ¡Eso no importa! ¡Atrapémoslos y apoyemos a tus hermanos! – dijo Azul.

Una vez que realizó los contactos, Eber fue directo junto a Brett y Uziel para apoyarlos. Se cubrió la nariz con un trapo para evitar inhalar el humo y, de una patada, rompió una ventana para crear una nueva apertura.

Los niños comenzaron a gritar por la desesperación. Como estaban atados, no podían salir por su cuenta, así es que los tres príncipes tuvieron que alzarlos sobre sus hombros para sacarlos de inmediato.

  • Mientras no lleguen los bomberos, no podemos hacer mucho – dijo Brett, mientras sostenía a dos niños - ¡Salgamos rápido, antes de que el fuego avance!

Uziel alzó a una pequeña niña que no tendría más de cinco años y estuvo a punto de salir, cuando un bloque de pared bloqueó el acceso. La pequeña comenzó a chillar y el muchacho miró a sus costados, mientras el fuego lo rodeaba.

En eso, vio que Eber consiguió crearle una apertura lanzando un pilar sobre el fuego. El pequeño príncipe corrió hacia ella y, pronto, sintió que su hermano pelirrojo lo tomó de la cintura y lo arrastró hacia afuera.

  • Atiende a los niños que ya salieron – le ordenó Eber.
  • Está bien – dijo Uziel – los cuidaré con mi vida.

Brett comenzó a marearse y no paraba de toser. El último niño que quedaba tenía una pierna atrapada por unos bloques de pared y, por más que lo estiraba, no podía sacarlo. Al final, el joven príncipe no tuvo otra opción más que aplicarle un torniquete, sacar su espada y cortarle la pierna, diciendo:

  • ¡Lo siento, niño!

Una vez liberado, lo alzó en brazos mientras el pequeño no paraba de gritar del dolor. Poco a poco, sintió que sus fuerzas lo abandonaban, ya había inhalado demasiado humo. Y cuando creyó que no tendría más salvación, vio que un mote de pelo azul se le acercó, lo tomó del brazo y le dijo:

  • ¡Resiste, su majestad! ¡Vine a apoyarlos!

Con esfuerzo, consiguieron sacar a todos los niños. Sus escoltas los rodearon para aplicar los primeros auxilios, pero los príncipes les indicaron que priorizaran a las víctimas primero. Por suerte, llegaron los bomberos y pudieron apoyarlos mejor con sus herramientas de trabajo, a la par que apagaban el fuego.

Brett se acercó a uno de los bomberos y le entregó el niño que tuvo que amputar. Éste lo atendió de inmediato. Luego, indicó a otros bomberos más que verifiquen si no quedaron más niños, por lo que éstos ingresaron apenas consiguieron controlar las llamas.

Azul se acercó a los príncipes. Eber la reconoció y, de inmediato, la apuntó con un arma, diciéndole:

  • ¡Aléjate de nosotros, basura!

Brett se interpuso entre ellos y, con los brazos extendidos, le dijo a su hermano:

  • ¡Espera! ¡Ella está de nuestro lado!

Eber abrió los ojos de la sorpresa, pero siguió apuntándola a la cabeza. En eso, Azul sacó su dispositivo comunicador, lo activó y, de ahí, se proyectó el rostro de la condesa Yehohanan.

  • ¡Azul! ¿Qué sucedió? – le preguntó la condesa.
  • ¡Señora! ¡He fallado! – dijo Azul - ¡Se llevaron al duque y a la ex reina! ¡Mataron a todos sus escoltas usando francotiradores para dejarlos desprotegidos! ¡Intenté respaldarlos, pero ellos me ordenaron que me marchara para salvar a los niños y proteger a los príncipes!
  • ¡Bien! ¡Sigue cumpliendo con esa orden! ¡Me encargaré de rescatar a mi marido y a mi prima con ayuda de las demás espías! Y Azul… - la condesa hizo una pausa, como si estuviese pensando sus palabras – No te castigues, hiciste lo que pudiste. Mi esposo nunca dejaría que te pasara algo y lo sabes bien. Mientras seas leal a nosotros y nos obedezcas, te protegeremos. Es todo.

Cuando se cortó la comunicación, Eber bajó el arma y murmuró:

  • Entonces, lo de la cueva…
  • Calculé para que la granada no lo alcanzara, majestad – le explicó Azul – era eso o perder la confianza del enemigo – la joven espía respiró hondo y continuó – pensé que, si repartía las entradas, llamaría a atención de alguien en cualquier momento. No todos los días se ve a una chica con el pelo teñido de azul.

Eber recordó a los niños que la mencionaron. Supuso que la espía de la condesa, de alguna u otra forma, tuvo que actuar sutilmente para guiar a los príncipes hacia los distintos escondites, a la par que se ganaba la confianza del enemigo para filtrar información.

Mientras charlaban, Brett repentinamente cayó de rodillas al suelo.

Eber se acercó y lo cubrió con sus brazos. Brett tuvo dificultades para respirar. Pasaban muchas cosas a la vez y sentía que no podría procesarlo. En un momento, susurró:

  • Mi her.. hermano y mi a… amiga e… están… El ca… capitán ven… vendrá, con su e… ejército a…
  • Respira hondo, Brett – le dijo Eber – capaz nuestra esposa ya está enterada de lo que sucedió con ellos y mandó refuerzos para apoyarnos en la búsqueda.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.