Capítulo 48. Una nueva revelación
Debido a unos acuerdos que querían llegar antes de iniciar con la misión, la reina Panambi se reunió con los duques Aaron y Abiel en su oficina, a solas, y mandó a los príncipes a que se retirasen. Los cuatro se dirigieron al patio y, como siempre, se sentaron en círculo bajo la copa del naranjo.
Uziel no paraba de rezongar por lo sucedido durante su charla.
- ¡No sabía que eran tan pesados! ¡Ahora entiendo el porqué Brett no los aguanta! ¡Nuestro hermano Rhiaim por lo menos me dejaba salir donde quisiera!
- Pues yo estoy más molesto con nuestra esposa – dijo Eber, cruzándose de brazos - ¡Otra vez nos hizo a un lado! ¿Es porque somos príncipes?
- Ella quiere que nos enfoquemos en esta misión – dijo Brett – o, al menos, esa fue la excusa que dio para que no protestemos – el joven príncipe dio un largo suspiro y continuó – Y luego la gente envidia nuestra posición solo porque somos ricos. ¡Si supieran que no nos dejan hacer casi nada!
- Yo creo que deberías ser rey – se le escapó decir a Zlatan.
Todos lo miraron. El príncipe intelectual se puso un poco nervioso, ya que no estaba acostumbrado a llamar la atención.
En eso, Uziel le preguntó:
- ¿No se supone que la figura del rey quedó obsoleta cuando se instauró la democracia? Si el propósito de un rey es darle una niña a la reina para asegurar su linaje… o eso fue lo que me dijeron ya que, por lo visto, los chicos solo existimos para la reproducción.
- Bueno, la figura de rey puede variar según el país – dijo Eber – Tengo entendido que, en el reino del Oeste, representa la fuerza y se encarga del aspecto militar. En cambio, en los reinos del Este y Norte se enfocan en la administración y la relación directa con el pueblo.
- En el reino del sur casi no hubo un rey destacable – dijo Brett – ya que ese título no se otorga solo por “casarse con una reina” y es muy difícil de conseguirlo. A todo esto, Zlatan, ¿Por qué crees que debería ser un rey?
Zlatan no respondió ya que fue algo que se le escapó tras escucharle a Brett quejarse de que, como príncipe, tenían muchas limitaciones. Y tras ver cómo su hermano detuvo a los soldados que quiso abusar de ellos y defendió a los sirvientes que los apoyaron, juzgó que en verdad tenía madera para ser un rey. Pero como no estaba seguro de cómo sería su caso ya que todos estaban casados con la reina, se replanteó si en verdad sería posible que Brett pudiese reclamar por ese título.
Por suerte, quien respondió fue Eber:
- ¡Hombre! ¡Liaste con una situación complicada, te pusiste de lado de los sirvientes y nos respaldaste cuando los guardias nos molestaron! Aún siendo príncipe, conseguiste aliados y enfrentaste a nuestra esposa sin temor, señalando nuestro lamentable estado y cuestionando los métodos que usa para controlarnos. Ya varios sirvientes te están tratando como a un rey, así es que no le veo lo alocado.
Brett no estaba acostumbrado a recibir elogios, por lo que se sintió avergonzado. Sin embargo, se quedó pensando en todo lo que logró aún siendo un príncipe y les dijo:
- No soy tan ambicioso como para aspirar a ser un rey. Además, me gustaría seguir luchando como un príncipe y, dentro de mis limitaciones, modificar ciertos esquemas para que podamos contribuir a la nación. Que la gente aprecie a un príncipe por su valor y dedicación y no por ser una moneda de transacción para matrimonios forzados.
Los menores sonrieron ante el sueño de Brett. Y Zlatan, apoyando una mano sobre su hombro, le dijo:
- Para nosotros, ya eres un rey. Y no necesitas un documento para demostrarlo.
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- Mis esposos se sienten más identificados con la Nación del Sur que con su propio país – se animó a decir Panambi – Solo miren cómo se visten, la forma que hablan, su manera de expresarse… pero, aún así, muchos los consideran extranjeros invasores y han sido odiados por eso. Por suerte, también consiguieron hacer amigos y, tras sus buenas acciones hechas durante nuestro matrimonio, se ganaron el aprecio de muchas personas. Ellos… ¡Hasta me pidieron que los protegiera de su propia madre! Por eso quiero interceder por ustedes para que, pase lo que pase, no les obliguen a regresar a su país en contra de su voluntad.
Ambos duques miraron a la reina Panambi, con seriedad. Si bien ellos juraron ser leales a la reina Jucanda, podían entender a la perfección a sus hermanos menores. Rhiaim, para evitarles tantos sufrimientos, los llevó con él luego de casarse y, así, pudiesen tener una vida tranquila, lejos de la Corte. Y tras verlos después de tanto tiempo, pudieron comprobar que en verdad se adaptaron y adquirieron los hábitos propios de los sureños.
En eso, Aaron le dijo:
- Tengo entendido que el contrato matrimonial solo duraría por tiempo limitado. En ese caso, ¿consideró el detenerlos eternamente para que nuestra madre no los reclame de vuelta?
Panambi se mantuvo en silencio. Si bien ella les había prometido que los “liberaría” tras solucionar el caso de la desaparición de los niños, decidió hacer todo lo posible para que los propios príncipes decidieran permanecer a su lado eternamente. Pero tras la forma hostil en que ellos la trataron luego de privarles de muchas cosas para “protegerlos”, dudaba mucho de si todavía seguirían interesados en seguir manteniendo los votos. En eso, Abiel dijo:
- Deja que nosotros nos encarguemos. Les preguntaremos a cada uno si desean seguir siendo tus esposos después de rescatar a nuestro hermano mayor.
- Si encontramos algún argumento a favor o en contra, podemos ver la mejor forma de usarlo como “ventajas” en nuestro propio reino y persuadir a nuestra madre para que no los reclame de vuelta – dijo Aaron – Solo así podemos seguir demostrando lealtad a nuestra madre a la par que respetamos los deseos de nuestros hermanitos.
- En verdad son muy buenos en esto – dijo Panambi – yo no me animo a preguntarles directamente, así es que se los dejo a cargo.