Capítulo 51. Un negocio turbio
Cuando llegó el momento de partir, la reina abrazó a sus esposos uno a uno. A Brett y Eber los besó mientras que a Zlatan y Uziel les acarició sus mejillas. En un momento, Panambi dijo:
- Ojalá mis brazos fueran más largos para abrazarlos a todos.
- Estaremos bien – dijo Brett – no podré traerte la cabeza de Roger por culpa de cierta persona, pero si la de sus subordinados.
- En verdad muchísimas gracias por dejarnos ir, esposa querida – dijo Eber – prometemos regresar para seguir apoyándote y jurar lealtad a tu reinado.
Zlatan y Uziel no dijeron nada. Simplemente inclinaron sus cabezas.
A lo lejos, la duquesa Dulce los miraba. Zlatan le dirigió una mirada y, desde su dispositivo, le envió un mensaje diciendo:
He decidido pensar por mí mismo. Fue difícil, pero lo conseguí. Pienso que eres una persona encantadora.
Dulce sonrió ante sus palabras escritas. Y mientras agitaba la mano hacia ellos, pensó:
“Te salvaré. A ti y a tu hermanito. No tienes que corresponder a mis sentimientos, solo quiero apoyarte en tu sueño”
El grupo se distribuyó en dos helicópteros para llegar más rápido a la villa donde les esperaba la espía de Yehohanan. Ya que los antimonárquicos monitoreaban gran parte de sus territorios, no podrían aterrizar directamente ahí, por lo que debían transitar en carro a partir de cierto punto.
- La espía se llama Rosa – dijo Brett – dicen que es experta en laboratorios y fármacos, por lo que le encargaron de analizar esas “medicinas”.
- ¿Por qué las espías de tía Yehohanan tienen nombres de colores? – preguntó Eber.
- No lo sé. Supongo que es algún nombre clave.
La villa quedaba a tres días del palacio en ruta. Pero como llegaron en helicóptero, no tardaron mucho tiempo.
El lugar donde residía la espía era una residencia bastante amplia. Ahí, los príncipes y los duques fueron recibidos por una mujer de pelo rosado, con una bata blanca y un par de lentes puntiagudos.
- Bienvenidos, majestades – les saludó Rosa – Espero que no se encuentren agotados.
- Buenas tardes, señorita – saludó Aaron – nos dijeron que consiguieron las medicinas falsas. ¿Cómo lograron infiltrarse en ese pueblo?
- Mis hermanas se hicieron pasar por mercaderas – explicó Rosa – como tienen una apariencia débil, la gente piensa que son inofensivas y, así, logran entrar en cualquier lugar. Pero, lastimosamente, eso no fue suficiente para que los antimonárquicos comenzaran a sospechar de ellas, por lo que no tuvieron otra opción más que ocultarse en su base y enviarme una muestra con un dron.
La joven sacó del bolsillo de su bata un pequeño frasquito de color rojo. De inmediato, les dijo:
- Es sangre.
- ¿Están vendiendo sangre como medicina? – preguntó Uziel, con cara de asco.
- ¿No será esa la sangre de nuestro hermano? – preguntó Zlatan, con la cara pálida.
- Que la Diosa quiera que no – dijo Rosa – no es nada personal, pero la sangre de la reina Jucanda sí que está podrida. ¡Podrían surgir una horda de psicópatas si se distribuye entre otras personas!
Brett no pudo evitar reírse por el comentario de la chica. A pesar de ser una espía, ella les trataba de forma natural y sin siquiera intimidarse por sus títulos nobiliarios.
- ¡Vaya! ¡Es raro verte de buen humor! – le dijo Eber a Brett - ¿O será que te alegra estar fuera del palacio?
- En otra oportunidad, estaría saltando de alegría – dijo Brett, dando un suspiro – pero ahora estamos en esta misión. Ojalá después de esto nos dejen ir al menos hasta la Capital. Necesito estar lejos de toda esa atmósfera tóxica que existe en el palacio.
- Entonces, lo que debemos hacer es infiltrarnos y encontrar esa tienda que vende sangre – dijo Aaron – Bueno, quizás las espías tengan experiencia en eso, pero nosotros…
- ¡Son unos gigantes! – le señaló Uziel - ¡Llamarían demasiado la atención! ¡Deja que Brett y Eber se adelanten!
Aaron lo fulminó con la mirada. De inmediato, Uziel se alejó de él y se colocó detrás de Brett.
- Bueno, quizás ahora que tenemos el pelo corto, tarden más en reconocernos – dijo Brett – y más si nos vestimos como plebeyos. Lo que me preocupa es que ese Rudy conoce bien la cara de mi hermano.
- Usaré un barbijo y ocultaré mis cabellos con un sombrero – dijo Eber – Además, me mantendré distanciado, lo suficiente como para que no nos relacionen, pero si lo bastante cerca para defenderte.
- Y una vez que hagan esa “distracción”, entraremos nosotros con los niños – dijo Abiel, mientras miraban a Zlatan y Uziel – chicos, no se separen de nosotros bajo ningún motivo.
- Los soldados estarán en las proximidades, esperando nuestras indicaciones – dijo Aaron – nos comunicaremos vía drones, ya que sospecho que los dispositivos no tendrán señal.
- A todo esto, deben dirigirse hacia el noroeste del pueblo – dijo Rosa – mis hermanas creen que, de ahí, traen las mercaderías. Pero todavía no consiguieron ir más allá del pueblo, así es que no contamos con las coordenadas.
- Bueno, cuando atrapemos a Rudy, lo interrogaremos – dijo Zlatan, cuyos ojos se tornaron fríos – no veo la hora de ver su cara de dolor cuando lo torture por capturar a nuestro hermano y a la ex reina.
- Me hubiese gustado ir a la base – dijo Uziel – pero me conformaré con el interrogatorio. Y, en el pueblo, me ocultaré en sitios pequeños para hallar algún colega de Rudy que recorra las casas y, de paso, arruinarles el negocio.
- Si lo encuentras, no lo enfrentes directamente – le indicó Aaron – solo corre hasta mí y yo me encargo.
- Ustedes dos, Zlatan y Uziel, serán nuestros “refuerzos” – les dijo Abiel – se quedarán en la base de esas chicas espías con sus escoltas y los soldados extras que nos cedió la reina Panambi como apoyo para intervenir en caso de que las cosas salgan jodidas.
- ¡Cuenten con eso! – dijeron los dos menores.